Entre ceja y ceja

Capítulo 26.2

En tanto, Rhett buscaba más ponche para Farah, Melanie y sus seguidoras lo rodearon. Bien dice el dicho, “divide y vencerás”.

—Ya sabemos de dónde te conocemos. Eres modelo. Ella, Sabrina —señaló a una de sus amigas—, te sigue. No hay forma de que un tipo como tú salga con Farah Ward. ¿Acaso te contrató o algo así? Confiésalo, por favor… —dijo, sofocando una risilla.

Rhett frunció el entrecejo, porque no comprendía cómo no podían alcanzar a comprender lo especial que era su cita.

—No entiendo de qué hablan —replicó el Espartaco—. Farah acaba de ser contactada para modelar en mi agencia, pero rechazó la oportunidad. Es obvio que para ustedes no vale la pena, pero para otros, como yo, es la mujer más maravillosa que jamás haya conocido, sin mencionar lo bella que es. En fin… Ustedes no son hombres, así que no pueden valorar todo lo que se puede disfrutar con una mujer así. Me parece que tu esposo sí lo sabe, porque no la deja en paz —culminó tajante y se retiró dejando a Melanie sin saber qué decir.

No obstante, de una respuesta como esa, solo se puede esperar una reacción.

         Mientras las parejas conversaban y compartían. Melanie, enojada por lo que dijo Rhett, arremetió sin dudar, pero esta vez se dirigió a Max.

         —Ya sabemos también de dónde te conocemos a ti. Eres un escort de la agencia Luxury Chicago.

         Erin miró a Max, quien quedó en silencio, y luego a Farah.

         —Eres muy exclusivo y costoso. Unos seis mil dólares por hora, cincuenta mil por una noche —continuó Melanie—. Mi amiga quiso contratarte, pero no tenía suficiente dinero para pasar la noche entera, porque una hora con alguien como tú es muy poco tiempo. ¿No creen? Ya sé lo que pasó aquí. Ustedes dos, par de mentirosas, contrataron a estos gigolós, y nos quieren hacer creer que les va muy bien en la vida. ¿No es así?

         —¿Eres un escort? —susurró Erin cerca del oído de Max.

Él no la miró, pero asintió, levemente, con la cabeza.

Erin sintió como si la realidad la abandonara por un momento, y un vacío la hubiese absorbido desde adentro, dejándola sin aire, sin palabras, sin respuestas.

—No contratamos a nadie. Ustedes son unas víboras. Unas insoportables. Lo acaban de confirmar, las únicas que contratan hombres para que se las follen son ustedes. Nosotras no necesitamos hacer eso —intervino Farah.

—Aquí nadie contrató nada. No tengo por qué estarle dando explicaciones a nadie. Soy un abogado, no un escort —dijo Rhett, indignado.

—Los escorts también tenemos novias y salimos con chicas que nos gustan —añadió Max—. ¿Acaso no puedo tener una vida? Salgo con la chica que me guste, entre las cuales, jamás estarían ustedes.

—Son patéticas. Les molesta que lleguemos con ellos. Esa es su triste realidad —dijo Erin—. Déjennos disfrutar en paz.

—Sí, sí, como digan. La única pregunta es de dónde sacaste el dinero, Erin —continuó, Melanie—. Porque Farah lo tiene, pero tú… ¡Ah, ya sé! Farah pagó el de ella y te regaló uno. Como siempre hace tu dadivosa amiga. Porque no les creo nada.

—No tengo por qué escuchar esto —dijo Erin, levantándose.

Max se fue tras ella, hasta que la detuvo. En tanto, Melanie y sus amigas sonreían.

—Me dijiste que eras detective —musitó, serena—. Me mentiste.

—No, no te mentí. Solo no dije todo lo que hacía. En verdad soy detective.

—Esos detalles se dicen, Max, para evitar este tipo de situaciones. Me siento muy avergonzada y nada de lo que diga les hará creer que Farah no te contrató para mí. —Tenía las lágrimas a punto de brotar.

—Y ¿qué importa lo que piensen los demás? La estamos pasando bien. Yo estoy contigo esta noche porque quiero hacerlo.

Erin asintió con una desganada sonrisa, bajó el rostro y caminó hacia la salida. Ya no tenía nada que decir.

 

 

A su vez, una enojada Farah se levantó con apuro, quiso ir detrás de Erin, pero se detuvo delante de Melanie y le habló de cerca:

—¿Por qué te complace arruinarle la vida a los demás? Estás enferma, ¿lo sabías?

—Enfermas están ustedes por contratar acompañantes. Son casi ridículas.

—¡Qué no contratamos a nadie! —exclamó, molesta—. Como tú no tienes una vida, crees que los demás tampoco. No es nuestra culpa que tu esposo no quiera ser el cornudo de la cuadra, ni que estés en pleno divorcio, o que tu hombre viviera recordando un amor del pasado, porque no lo haces feliz. ¡No tenemos la vida tan destrozada como tú! —Y vació su vaso de ponche sobre Melanie, descontrolada—. ¡No tenemos por qué soportarte nada más! —Rhett la retuvo. Nunca vio a Farah tan llena de ira.

 

—Basta, Farah… Esa mujercita no vale el mal rato ni mucho menos —reconvino el Espartaco.

Farah se sacudió del agarre de su cita y caminó hasta el baño, intentando calmarse. Rhett la siguió. Mas mientras ella iba con su andar apresurado, se detuvo y giró para hablarle.

—¿Por qué no me dijiste que Max era un gigoló antes de meterlo con mi mejor amiga? Ahora está herida y avergonzada —dijo, conteniendo el llanto y la voz quebrada—. ¿Lo sabías o no? Y no me mientas más, por favor.

Rhett se mostró incómodo, pero terminó admitiendo la verdad. Era mejor así.

—Sí, lo sabía.

Ella lo miró con tristeza. Frunció y se preguntó lo peor: «¿Acaso se conocieron así?»

—¿Y tú? —preguntó al fin, Farah.

—Lo fui… Sí —admitió el Espartaco.

Ella miró hacia un lado, perdida en pensamientos. Meditando en que quizá no conocía a Rhett. Al fin y al cabo, sus dudas y presentimientos fueron acertados. Era tan perfecto que no parecía real.

—¿Y cuándo me lo ibas a decir?

—No es algo de lo que esté orgulloso, mi amor mío. Es… Es un pasado que quisiera borrar, si pudiera. Yo no te mentí. No soy eso ya. Soy un abogado, tu compañero y un hombre que está enamorado de ti. Eso soy.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.