Entre cintas y balones.

Capítulo 4: Mi primer día en el ejército.

Cuando Cosette abrió la puerta, la sala parecía haber sido arrasada por un tornado. Y efectivamente aquel tornado estaba sacudiendo un cojín roto haciendo que las plumas de relleno volarán por todas partes.

 

Y el cadete que ella había dejado a cargo estaba echado en el sofá jadeando. Su expresión parecía denotar una enorme sonrisa. Al verla. Willson saltó de su sitio moviendo la cola para recibirla. 

 

—Oh Dios — dijo Andrew bajito al ver los daños.
—¡Willson! ¿Que has hecho? — espetó enfadada. 

 

El perro cambió su expresión y se sentó de inmediato. 

 

Fueron a poner todo a la mesa y vieron a Rocky salir de entre los cojines muy feliz. 

 

Ella los miró molesta y no le dirigió la palabra a su perro. Este, al no comprender su seriedad se puso a saltar y pedir de la pizza que llevaron. 

 

Cosette fué a tomar uno de los cojines con Willson siguiéndola. Se giró hacia él y habló:

 

—¿Que has hecho? Te dije que no subieras al sofá, que no bajas los cojines y que lo cuidaras a él. Esto no se hace. 

 

Willson no se tomó en serio el regaño. De todas formas él solo había bajado los cojines, el cachorro fue quien los rompió. Así que comenzó a saltar buscando jugar con ella. 

 

—No. Abajo — dijo señalando la mesa. 

 

Willson dejó de agitar la cola y fue a quedarse debajo de la mesa y se echó con cara de culpabilidad. 

 

Andrew se mantenía viendo la escena. Y Rocky jaloneaba un cojín que parecía más un trozo de tela. 

 

—¿Es que no vas a disciplinarlo? — le habló molesta. 
—Pues. No sé. No creo que entienda. Es muy pequeño — dijo nervioso al ver que esa chica bajita y menuda parecía todo un militar ahí en medio del desastre—. No creo que...

 

Ella negó con la cabeza. 

 

—Claro que entienden. El que sean perros y que solo sean cachorros no significa que no necesitan disciplina. Esta vez lo haré yo. Pero tú debes ser quien le pone las reglas y lo hace cumplirlas. 

 

Él asintió. 
"Dios ¿Cuando entre al ejército?" Se preguntó.

 

—Rocky — le llamó. El cachorro no hizo caso. Siguió jugando con las plumas y saltando—. Rocky — insistió. 

 

Al ver que no obedecía, suspiró y fue a tomarlo para hacer que se sentara. 

 

—Sentado — decía sujetándolo y poniendo su mano sobre el lomo de éste para que lo hiciera. 


Rocky insistía en levantarse cada vez que ella lo presionaba levemente. Y cada vez que eso ocurría ella le daba un firme: No. 

 

Rocky comenzó a llorar mirando a Andrew quien observaba todo. Escuchar a su perro llorar así le partía el corazón. 

 

Entonces, antes de atreverse a interferir, ella hizo ese sonido curioso de nuevo. Rocky volcó su atención en ella al instante y dejó de llorar. 

 

—Esto no se hace Rocky. No — dijo mostrándole la tela rasgada. 

 

Y luego lo tomó de la parte trasera del cuello para ir a ponerlo en un rincón de la cocina. Volvió a sentarlo y le puso una pequeña barrera de bebés para que no saliera. Rocky comenzó a llorar de nuevo al ver que estaba atrapado. Suplicaba por auxilio a su dueño dando de gritos. 

 

—No — repitió ella con firmeza y lo dejó ahí—. No le duele nada — le dijo a Andrew que veía a su cachorro con los ojos húmedos—. Solo está tratando de apelar a tu compasión para que lo dejes salir. No le hables. No lo mires. Saldrá hasta que se haya calmado. 

 

Andrew no sabía cómo explicar lo que sentía. Le parecía que ella había sido muy tosca con él. 

 

"¡Solo es un cachorro!" Pensó. 

 

Vio a Wilson debajo de la mesa que estaba quedándose dormido sin inmutarse en los gritos despavoridos de Rocky dentro del corral. Si llegar a tener un perro así de obediente implicaba tanto maltrato no lo permitiría. Y mucho menos por una maníaca mandona. 

 

—No es justo— dijo en tono tosco viéndola recoger todo. 
—Tú no lo disciplinas, no eres estricto con él. Por eso hace lo que quiere. De hecho lo que haces en éste momento es por él — respondió en tono tranquilo sin dejar de limpiar.  
—¡Es solo un cachorro! — soltó. Rocky comenzó a gritar más alto y a rascar la cerca.
—Un cachorro muy listo. Si quieres que de adulto sea un perro desequilibrado, agresivo y desobediente. No le enseñes nada. Además ésta es mi casa. Tengo derecho a estar enfadada por los cojines rotos — soltó alzando un poco la voz. 




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