El repicar del teléfono se escuchaba por todo el lugar. Rebecca se apresuró a tomar la llamada sin saber que las noticias que le darían cambiarían su vida para siempre. Sus padres habían muerto en un accidente automovilístico esa misma mañana.
Durante los días posteriores, Rebecca se ocupó de los preparativos para el funeral. No tenía tiempo para llorar, por lo que solo se lo permitía en los cortos momentos en que se quedaba sola. Debía mantenerse firme, había muchas cosas de qué ocuparse. No era nada más preparar aquella despedida para sus padres y consolar a su hermana Diffu, quien estaba destrozada, sino que también debía tomar el mando de la empresa familiar. Ella era la mayor de las dos y, por tanto, ahora sería la cabeza al mando de los negocios.
La muerte de sus padres había complicado mucho las cosas para la empresa. Ella sabía que su padre había estado teniendo problemas con los accionistas desde hacía un par de meses, porque a pesar de ser el fundador de aquel vasto imperio de joyas, los hombres que formaban parte de la dirección principal querían sacarlo del liderazgo y poner en su lugar a Vetter, uno de los accionistas principales.
Se limpió las lágrimas del rostro y salió con decisión del armario donde se había escondido para llorar. No podía seguir comportándose como una niña, debía estar al frente de la empresa y asumir sus responsabilidades. Rebecca respiró profundo y se dirigió a la sala de reuniones donde la estaban esperando.
Ella y su hermana eran las únicas herederas del imperio que sus padres habían conseguido construir con tanto esfuerzo. Todos lo sabían muy bien, pero eso no evitaba que los buitres de la mesa de inversores quisieran quedarse con una porción más grande de la que tenían. Querían dejarla a ella y a su hermana fuera de todo. No podía permitirlo.
Los presentes la observaron en silencio. Habían pasado tan solo un par de días desde la trágica noticia cuando el abogado de su padre llegó a la compañía para leer el testamento. Rebecca estaba nerviosa, pues esa reunión definiría el destino de la empresa. La tensión se hacía cada vez más grande mientras el hombre de leyes comenzaba a leer aquel último documento que Robert Stellar había dejado en sus manos.
Poco a poco, se enumeraron cada una de las propiedades y bienes que los ahora fallecidos Robert y Jane Stellar poseían. De igual manera, en el documento se explicaban los porcentajes que correspondían a cada una de las chicas y lo que debían hacer con cada uno de ellos, pues en algunos casos, los bienes debían donarse a caridad o usarse para crear ciertos nexos y alianzas que su padre había pensado con anterioridad.
Algunos de esos bienes eran parte del conglomerado de empresas que la familia Stellar dirigía, por lo que los accionistas presentes no estaban muy felices con las decisiones que había tomado Robert. Sin embargo, esas propiedades en particular las manejaba él por completo, así que ellos no podían hacer nada para cambiar la situación. Solo les quedaba escuchar atentos sobre los detalles acerca de la dirección de la empresa principal, pues en base a eso se decidiría todo. A partir de ahí podrían evaluar sus posibilidades para que Vetter se hiciera cargo de la dirección y quizás él pudiera recuperar todos los demás bienes que ahora estaban en manos de las dos chicas.