Unos minutos luego que Rebecca se fuera, un auto blindado apareció para recoger a Luciano. Por suerte, él aún tenía su teléfono consigo y había podido llamar a Velan, su asistente, para que le consiguiera un vehículo para salir de ahí.
Estaba cubierto de sangre. No solo era la que se había secado en su cuerpo y ropa tras acabar con sus enemigos, sino que su herida en el hombro parecía no detenerse. La mujer tomó rápidamente la caja de primeros auxilios para intentar controlar la hemorragia mientras regresaban a la mansión de Luciano y que lo atendiera un médico.
Velan no podía salir de su asombro. Ese no era el Luciano que ella conocía. Por lo general tenía muy mal humor y cuando algo salía mal, gritaba y se descontrolaba. Con todo lo que había pasado, ella estaba esperando que hubiese subido al carro hecho una furia, pero no había sido así. No entendía que estaba pasando.
Lo que su asistente no sabía era que Luciano tenía cosas más importantes en la cabeza que los contratiempos que había tenido. Pues para él, en ese momento, no había nada que pudiese borrar de su mente aquella chica con rostro de ángel que lo había salvado. Esa joven rubia lo había conquistado por completo, había sido amor a primera vista. No podía pensar en nada más, ni siquiera podía sentir el dolor ocasionado por la herida de bala en su hombro. Ella era como una droga, una hermosa, rubia y sexy droga que se había apoderado por completo de él. Suspiró con ilusión mientras recordaba a su amada. Velan lo observaba en silencio mientras intentaba controlar la sangre que salía de su herida. Nunca antes lo había visto así y eso le preocupaba incluso más que el intento de homicidio que había sufrido.
Media hora después, Velan entraba a la alcoba de Luciano con una bandeja en la mano, llevaba su cena. El joven se encontraba frente al espejo arreglándose la camisa. Se había vestido de manera casual, pero elegante. Todo indicaba que iba a salir.
Ella puso la bandeja sobre una mesa, pero no dijo nada. Pareció dudar sobre su próximo movimiento, pero tras unos segundos, se decidió por avanzar hasta él y comentar algo.
Luciano nunca decía que no a la posibilidad de una nueva conquista, así que entre pasar la noche con Velan, su amante usual o conocer a una nueva chica a quien derretir con sus encantos y jugar con ella hasta llevársela a la cama, le gustaba más la segunda opción. Disfrutaba del proceso de conquista. De acechar a su pequeña víctima y envolverla en su magia hasta que cayera rendida a sus pies.
Disfrutaba tanto de ese juego de seducción que rara vez mantenía a una mujer como amante. A parte de Velan, muy pocas se habían ganado ese puesto. Por lo general era cosa de una noche de diversión y hoy tenía ganas de divertirse con una sexy rubia. Una que le recordara a aquella valiente joven que había conocido algunas horas atrás.