Me despierto de golpe debido al sonido del despertador, el clásico sonido que viene de fábrica, estiró mi brazo con pereza y atino a tomar el celular qué se encuentra en la mesita de noche, justo al costado izquierdo de mi cama. Apago la alarma mientras me incorporo lentamente, llevando las rodillas hacia mi pecho, el cual puedo sentir como se eleva y desciende de manera abrupta.
Cada cierto tiempo tengo este tipo de sueños, sin embargo, últimamente se vuelven más recurrentes. La mayoría de las veces es la misma escena, el mismo final inevitable pero las voces y los rostros, cada vez se hacen más entendibles y visibles.
Lo único que logra tranquilizarme después de despertar, es el recuerdo de aquel rubio, que por alguna extraña razón, me invade un sentimiento de calidez que inunda mi pecho y me brinda tranquilidad.
Con pereza, me levanto de mi cama para comenzar el día: son las 7 de la mañana y comienzo con una hora de gimnasio para mantenerme en forma. Antes solía practicar defensa personal pero ahora no tengo tiempo, puesto que mi amiga Keila me ha dejado a cargo de su bar temporalmente, en busca de unas merecidas vacaciones.
Alrededor de las 16:00 horas, me encuentro lista para ir al bar y verificar que todo esté en orden. Por las tardes, suele pasar muy poca gente, realmente es después de las 20:00 horas donde se comienza a volver interesante el ambiente. En un inicio, comencé a trabajar de guardia de seguridad, para mi era normal tener que echar alguno que otro listillo qué quería armar un alboroto, ya sea por una escena de celos, alguien que quiso beber de más y no tuvo para pagar hasta disputas entre "bandas"... en fin, infinidad de motivos.
Estaba bien con mi trabajo, mis colegas eran buenos y hacíamos un estupendo trabajo pero ¿quién negaría un ascenso? Más aún, jamás me habría imaginado que en una disputa, donde las cosas estaban bastantes acaloradas, yo me encontraría interviniendo junto con mi amigo Gabriel, para defender a una joven que parecía que trabajaba en una oficina, debido a su pantalón de sastre negro que enmarcaba a la perfección sus piernas largas, blusa blanca con holanes en su cuello "V", con un saco negro desabrochado, a juego con el pantalón.
Dicha joven de tez ligeramente morena, cabello castaño, ojos azules y mirada penetrante, se encontraba rodeada de 4 hombres, el jefe y sus 3 guardias. Si bien, era bastante común intervenir en situaciones de ese tipo, indistintamente de la persona que se tratase, el caso fue especial debido a quién era ella. El jefe era bastante temperamental y justo detuve su mano a tiempo, la cual se dirigía a propinarle la bofetada el siglo a la joven, su fuerza era increíble. Nos bastó unos minutos para tenerlos afuera retorciéndose del dolor, implorando clemencia.
Al día siguiente, nos enteramos que nuestro jefe nos había llamado personalmente a su oficina. Por unos segundos, el miedo nos había invadido, creyendo que habíamos hecho algo mal y terminaríamos como los muchos otros clientes que sacábamos a la calle. No tardamos en darnos cuenta que el jefe, era jefa y se trataba de la castaña del día anterior, ahí fue cuando nos propuso ser sus guardaespaldas personales y con el tiempo, nos convertimos en su mano derecha. Ya tiene 4 años desde aquel entonces.
Voy entrando al dichoso bar, realmente el nombre solo lo tiene de adorno «Inferno bar», pues es demasiado grande y no se limita a las tareas habituales de uno, o no de los comunes, solo en sus inicios podría decir que se parecía más a un simple bar, no ahora. Las letras por fuera son llamativas, de un rojo intenso de luces Led, podría uno pensar que es de mala muerte pero, la zona donde se ubica y al entrar, te dice todo lo contrario.
El segundo piso, consta de pequeños cuartos para quienes desean tener un poco más de intimidad, son espacios pequeños para máximo 7 personas, similares a cabinas de karaoke, asientos de cuero negro y una mesa de centro, nada excepcional pero aisla el ruido excelentemente. Hay meseros y guardias designados para cada cuarto, no suele haber tanto problema en esa zona pero siempre es mejor prevenir.
En el primer piso, se encuentra reservado para los clientes VIP, una pista de baile en el centro del piso. Sillones en tonalidades oscuras: rojo, azul y evidentemente, negro. Mesas de cristal en el centro de cada espacio para convivir, una barra libre disponible. Se alumbra con diferentes colores la sala, es tenue la luz para no causar incomodidad a los clientes y proporcionar un ambiente un poco más íntimo, sin sentirse expuestos.
La planta baja, todos pueden pasar y consumir cualquier tipo de bebida, igual que en los otros pisos, pero aquí se carece de exclusividad ya que, vienen personas de toda clase y edad a pasar el rato, exceptuando menores de edad, ellos tienen prohibida la entrada. En esta zona es donde más se goza de meseros y guardias de seguridad, el triple que en el primer piso. Aquí es donde siempre suelen haber problemas y es demasiado común que, al menos en una noche, se deban detener 5 altercados.
Justo al pasar las puertas de cristal, encuentro sentado a mi amigo en la barra, pegado a la pantalla de su celular. A esta hora, apenas si hay un alma en el establecimiento, las decenas de mesas disponibles, se encuentran vacías a excepción de 2 personas que estan charlando. Algunos meseros y guardias tienen toda la intención de saludarme pero llevo mi dedo índice a mis labios, indicando que no hagan ruido.
Me acerco cautelosamente hacia mi amigo, justo cuando estoy lo suficientemente cerca, grito enterrando mis dedos en sus costillas lo cual provoca que se levante de un salto, casi tirando su celular al suelo. Me llevo las manos a la boca, sin poder contener la risa.