Leonardo
Me peine el cabello frente al espejo dorado del baño, le di unos últimos retoques a mi esmoquin blanco y salí de allí, no podía esperar a que comenzara la fiesta, pero para eso tenía que venir ella. Las personas que iban vestidos de manera ostentosa charlaban en la enorme sala, encima de nuestras cabezas colgaba un enorme candelabro que brillaba intensamente. Busqué con la mirada una cabellera roja sin éxito, derrotado fui hacia la mesa del cóctel y bocadillos que no llenaban a nadie, pero daban la imagen en persona de sofisticado. El burbujeo del alcohol me hiso sentir bien, tenía una gran tolerancia gracias a mis genes.
Sabía cada paso de daría, pero quería ver su reacción cuando se dé cuenta que sabía todo desde un principio y que esta era solo una más de mis trampas, aunque tenía que admitir que me moría de ganas de verla en el momento más propicio una joya bella apareció y se movió como reina ante sus súbditos, la manera lasciva en la que la miraban los demás me hacía enojar. Su cabellera roja la llevaba recogida en un moño, pero ese vestido negro brillante me mortificaba, mostraba mucha piel y esos muslos suaves no debían se mostrados a cualquiera. Sin darme cuenta apretaba los puños a mis lados, alguien hablaba a mi oído, pero no escuchaba claramente su voz, quería golpearlos no podían apreciar su belleza de manera apropiada y eso hacía que me enfureciera aún más
—¡Oye!, ¿estás ahí? LA RA RI RA RÁ— cantó una voz molesta en mi oído
—Cierra la boca Ben— dije demasiado amenazante mientras observaba como volaban moscas alrededor de ella. Otra chica con vestido rosa iba a su lado, pero no podía igualarse.
—Bueno, es que no me contestaste, entonces debe haber venido ella.
Me escondí entre la multitud, no podía dejar que me viera, aún no era el momento. Lamenté
—Sigue vigilando la joya ¿sí?—conteste por el micro pequeño que tenía escondido
Todo continuo según lo previsto, mientras paso a paso se acercaba la hora de que cayera en la trampa, mi cuerpo se movía inquieto al ritmo de la música cuando finalmente pusieron música, las personas se amontonaron enloquecidas, la clase alta también se divierte ¿quién dijo que no? Una rubia me tomo por la cadera mientras se meneaba, no me sorprendió ellas venían a mí igual que polillas a la luz, pero hoy estaba centrado en una pelirroja traviesa que me tenía loco, prácticamente desde siempre. Será porque nunca estuvo interesada en mí, es cierto, cuando son indiferentes llaman nuestra atención después de las curvas, claro. Sutilmente me alejé bailando cuando se distrajo por un momento, fui hacia una esquina y rebusqué en mi bolsillo por inercia cuando no encontré nada ahí, recordé que había dejado de fumar hacía unos meses. Después de por fin poder calmar la adicción, parece que recaeré...
Me aparté más lejos de la multitud, donde la música se oía a lo lejos y apoye mi espalda en una columna de mármol grande que va hacía el techo mientras esperaba planificaba mentalmente todas las alternativas posibles, hasta que una voz proveniente del micro hablo:
—Fueron por la joya, los estoy siguiendo.
Por fin, la diversión comenzó
—Voy en camino—dije
Caminé de vuelta hasta un pasillo que conocía bien, pues había estudiado cada parte de esta casa de memoria y sabía muy bien cómo llegar enseguida. Aparecí en donde estaba la joya, al parecer aún no la habían tomado, Gianna peleaba a su lado con dos más, la chica que había visto antes y el idiota de siete que no se le despegaba nunca, nadie noto mi presencia, me acerqué a lo poco que quedaba de la vitrina y la tomé pues ellos ya habían hecho el trabajo de romperla por mí. Una alarma sonó fuerte por toda la mansión, la guardé astutamente en mi bolsillo y me alejé de ahí. Cuando la multitud apareció saliendo por ahí, los que seguían peleando se apartaron entonces los guardias cerraron la puerta dejando a personas inocentes dentro y de igual manera a los culpables también, ahora éramos ratas y hormigas en una misma jaula.
El dueño de la casa apareció molesto, su esmoquin azul relucía demasiado, estaba acompañado por varios de seguridad
—Revísenlos—ordenó—Nadie saldrá de aquí hasta que aparezca.
Mientras revisaban uno por uno, los que habían estado en la puerta desde antes se acercaron
—Son ellos—decían mientras señalaron a su vez al grupito de Gianna, estos quisieron irse por una de las tres puertas que había, pero más guardias se apresuraron y cerraron las tres puertas, incluyendo esa.
Gianna se acercó a ellos
—No tenemos nada, revísenos—su voz siempre se volvía poderosa como una leona cuando retaba a los demás, me encantaba eso de ella. Se veía mejor de cerca, sus curvas armoniosas encajaban perfectas en el vestido, parecía que fuera entallado personalmente.
—Entonces ¿por qué quisieron escapar? —Dijo el dueño de la joya.
Este asintió con la cabeza y los guardias procedieron a revisar a los tres, pero con Gianna y la otra chica parecieron demorarse demasiado, sentí un enojo creciente cuando el guardia paso más de una vez la mano por su cadera, era evidente que no había nada ahí, apreté la mandíbula tan siquiera le volvía a pasar la mano de manera pervertida le arrancare la cabeza a ese desgraciado. Al parecer escucho mi amenaza mental y la dejo ir, apenas pude calmarme me encontré con los ojos de una preciosura pelirroja, se sorprendió primero para después fruncir el ceño, siempre hace eso cuando se enoja, no sabe lo tierna que se ve con esas expresiones.
Le sonreí de manera seductora, sabía bien que le ponía los pelos de punta, aparto la mirada rápidamente y hablo por lo bajo con sus amigos, enseguida me miraron los demás. Los guardias siguieron revisando uno por uno, cuando vi que mi turno se acercaba y que no saldríamos de aquí, tomé cartas en el asunto.
—Sabe que la joya de la vitrina vale más de quince millones—hablé fuerte para que todos me oyeran, la multitud rompió en asombro y charlas, claramente estaban interesados, saque del bolsillo la joya y levante exhibiéndola ante todos—Aquí tienen —dije y la lance por los aires, todo el mundo se pecho y pego para alcanzarla.