Entre el Check In y el Check Out

CAPÍTULO TRES

Lilith corrió con todo y el par de toallas mojadas que llevaba en brazos, hasta la puerta. No podía con la curiosidad y sobre todo, aquel extraño revoloteo que recién sentía en el estómago. ¿Cuánto tiempo había pasado desde la última vez que tuvo esa sensación? La respuesta era obvia para ella, alrededor de cuatro años, cuando perdidamente se había enamorado del padre de Jason. Omitió ese fugaz pensamiento lo más rápido que pudo porque si en algo había estado decidida durante todo ese tiempo era en concentrarse en su pequeño hijo y evitar distracciones.

Apenas la puerta se abrió por completo, un rostro poco conocido pero imposible de olvidar le saludó con una sonrisa.

—¡Vaya! ¿Te has arreglado solo para venir a verme? —preguntó el ahora vestido, huésped del torso perfecto. Llevaba unos pantalones azul marino, que a simple vista parecían costosos, una bonita y ajustada camisa de vestir con los últimos botones desabrochados, combinando el conjunto con unos mocasines color chocolate. Él era todo un modelo de revista y le sonreía de oreja a oreja—. Soy Othon, por cierto. Tú debes ser Lilith.

—¿Co-co-cómo lo sabes?

—Quisiera decirte que soy alguna especie de brujo, pero no, tienes tu nombre en ese pequeño gafete. ¿Recuerdas?

—¡Por supuesto! —chilló histérica.

Permanecieron observándose por unos minutos más. Fueron breves, pero suficientes para que Othon distinguiera el color azul zafiro de sus ojos y para que ella notara de una vez por todas, el bello perfil del hombre con su barba bien afeitada y su perfecta nariz.

—No has contestado a mi pregunta. ¿Te has arreglado solo para verme?

Othon no comprendía el poder que ella ejercía en él para que se comportara de esa forma y dijera ese tipo de cosas. Ponerla nerviosa era demasiado divertido y era un lujo que no se podía dar con su novia.

—¡Claro que no! —replicó con la cara enrojecida—. ¿Qué le hace pensar eso? ¿Se cree tan importante?

—No me creo, soy importante… y no te preocupes, no eres la primera que se rinde ante mi guapura.

¿Qué acababa de decir? ¿Le estaba coqueteando? Othon estaba tan nervioso como Lilith, pero no lo aparentaba, así que su reacción inmediata era decir estupideces. Estupideces muy subidas de tono desde que le dijo que quería verla en topless. Por lo general él no era así, siempre se había comportado con las mujeres, sobre todo las desconocidas… y jamás había engañado a Scarlett con alguna otra mujer. Ni siquiera sabía porque estaba pensando en ello, pero Lilith tenía algo que lo provocaba ser así. ¿Qué era ese algo? La observó de pies a cabeza, solo por un segundo.

—Yo nunca he dicho que es guapo.

—Pero lo has pensado. ¿A qué no? —inquirió levantando una ceja. De nuevo estaba ahí, un Othon que ni él mismo conocía.

—Lo siento, señor. No sabía que volvería pronto, puedo regresar en otro momento para terminar de limpiar la habitación —repuso ella volviendo a su papel de camarista.

No podía seguir jugando con ese hombre cuando estaba en la cuerda floja y a punto de ser despedida. Se preguntó cuánto tiempo pasaría para que el señor Augusto Rivera preparara su hoja de renuncia y su cheque de liquidación.

—¿Señor? —protestó Othon—. ¡Dios, si podría tener tu misma edad! —Lilith resopló con bastante fastidio—. ¿A ver cuantos años tienes?

—Mucho menos que usted, señor —respondió haciendo énfasis en la última palabra—. ¿Cuántos me calcula?

Othon se llevó una mano al pecho, para hacerse el ofendido y preparar su siguiente contrataque.

—Unos treinta, tal vez…

—¡Está diciendo que tengo treinta! —vociferó Lilith alarmada—. ¿Incluso cargando el maquillaje que me ha puesto esa vieja loca?

Othon no pudo evitar reír. Lilith había llamado ogro a su padre y vieja loca a su novia. No podía ser más acertada con lo que decía.

—Es que ayer parecías de cuarenta y cinco…

—Usted es muy malo para ese tipo de cálculos, señor —dijo cautelosa—Apenas cumpliré en este mes, los veinticuatro. En cambio, usted si debe estar rozando los treinta.

—Tampoco soy tan viejo. Además, si vas a estar viniendo por aquí seguido, sería mejor que me llames por mi nombre. Othon.

—¿Qué? ¿Se sacó la lotería y piensa vivir en una suite de lujo hasta gastarla? ¿Por qué piensa usted que voy a llamar por su nombre a uno de nuestros huéspedes, que obviamente es mucho mayor que yo y le debo decir señor, por simple respeto a los mayores?

—¡Othon… o no te dejaré propinas!

Lilith estalló en carcajadas. Él volvió a mirarla para buscar ése algo que veía en ella. ¿Podía ser su escultural cuerpo? ¿Su sonrisa? ¿Sus bellos ojos? ¿Su vaga manera de sonrojarse por cualquier cosa?




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