CAPITULO 1: Abby
Las voces en la cabeza de Victoria empezaban a enloquecerla. De golpe, un bullicio constante no la dejaba estudiar, pensar o dormir, sin ir más lejos, no la dejaba vivir.
"¡Abby! ¡Abby! ¡Abby! ¡Abby!" resonaba constantemente en su mente. Pareciera ser alguien que repetía su nombre sin parar para que le prestara atención, pero ¿quién en su sano juicio podía escuchar eso sin pensar que estaba enloqueciendo?
Victoria tenía 18 años y recién terminaba el secundario. Había empezado la universidad en la Capital y estaba entusiasmada con la carrera que había elegido. Vivía con sus padres, Mariana y Leandro, y una hermana, Josefina, que tenía 12 años, en una pequeña ciudad y viajaba todos los días para cursar.
Su vida era bastante tranquila hasta que de repente todo se revolucionó.
Todo comenzó en abril, específicamente en Semana Santa. Cada viernes santo realizaban un recorrido por 7 iglesias y, en algunas ocasiones, un Vía Crucis por el cementerio cercano a su casa. Hace ya un tiempo que Victoria hacía este trayecto con sus abuelos paternos, María y José, y, esta vez, también los acompañaba Josefina, aunque no estaba muy feliz de ir. Sin embargo, esta vez sería diferente.
Cuando rezaba en cada una de las estaciones había algo que no la dejaba continuar... se trababa, se perdía, no entendía qué pasaba. Al principio pensaba que estaba demasiado distraída con la gente que estaba a su alrededor, pero mientras más estaciones pasaban aparecían mareos y constantes deseos de volver a casa. La tarde estaba nublada y gris, algo que a ella le gustaba para relajarse, así que pensó que quizás eran las características de ese día las que hacían que se fatigara más de lo normal.
Durante dos semanas todo transcurrió relativamente normal. Las horas de clase y de estudio eran bastantes agotadoras porque le ocupabán la mayor parte de su tiempo y no le permitían darse cuenta de los pequeños cambios que iban surgiendo día a día hasta ese miércoles en que todo explotó en su cabeza.
Era de noche y Victoria empezó a tener comportamientos raros. Su madre la notó distinta, cada vez que se acercaba a ella notaba el rechazó, que se hacía cada vez más evidente teniendo en cuenta que eran muy cercanas. Esa noche, mientras Mariana planchaba, Victoria se acercó a ella y empezarón a hablar de lo que le estaba pasando.
+ Estás rara, ¿estás bien?- le preguntó su madre.
- No, estoy escuchando voces que me dicen cosas. Y... me das miedo. Siento que me vas a hacer daño- respondió Victoria.
+ Ah bueno, pero vos sabes que eso no es así. Si te hago daño y morís - bromeó Mariana- tu padre va a querer que tengamos más hijos y yo no quiero -dijo riendo.
- A mí me dicen que me vas a hacer daño -dijo manteniendo cierta distancia.
+ ¿Vos entendés que lo que estás diciendo no tiene sentido? Soy tu mamá, no te voy a hacer daño.
- Yo sé. pero a mi me dicen que sos mala, que me vas a hacer mal.
+ Bueno, a ver... contame que te dicen esas voces.
Victoria empezó a llorar como lo hacía siempre que una situación que la una situación la sobrepasaba. No sabía cómo decirle a su madre sin que creyera que había enloquecido o que pensara que le estaba jugando una broma así que intentó calmarse y ,de a poco, logró unir las frases sueltas que divagaban por su mente.
- Desde temprano que estoy escuchando voces, gente que me habla y me atormenta. No se callan, me repiten sus nombres, veo gente que no conozco, sé cuándo se van a morir, veo accidentes, imágenes que pasan por mi cabeza y no paran... quiero que paren, que pare de una vez- y lloró como nunca. El miedo y el cansancio se notaban en sus ojos.
+ Bueno, ponete el rosario de tu hermana, ese rosadito que está guardado en la caja del mueble gris. Vamos a hablar con tu papá y le contamos esto que te está pasando - Mariana quiso abrazarla para contenerla pero Vicky puso una barrera entre ambas.
Después de hablar con sus padres Vicky se fue a bañar. Pensó que esa era la mejor manera de relajarse, pero no, todo seguía igual... o peor. Las voces no se callaban y la contradecían en sus pensamientos. Salió del baño y en un mar de lágrimas fue a hablar con sus padres nuevamente. Era ya muy tarde y la noche se volvió eterna. Mariana se dio cuenta que tenían que llamar con urgencia a Olga, sin importar que eran las 2 de la mañana.