«No hay secreto que el tiempo no revele»
—Jean-Baptiste Racine—
Desde que empezó a entrenar no se le permitió poner un pie fuera del inframundo, por eso había abandonado por completo su morada, aunque le fuese difícil de admitir extrañaba su cama suave y llena de cojines, era un demonio claro, pero eso significaba no le gustaba la buena vida. Abrió la puerta, respiró el aroma conocido de su hogar y encendió la luz,
—Te amo—suspiró, la declaración era dirigida a su residencia. La sala increíblemente hermosa le daba la bienvenida, estaba pintada de purpura, acompañada de un juego de recibo, del mismo color y una mesita de cristal fino, que combina perfectamente, con las diversas ventanas vidrio que le rodeaban. Le gustaba lo frágil, porque se podía destruir fácilmente. Subió las escaleras que daban a las habitaciones, eran ocho en total, aunque solamente una estaba en uso, la suya.
—Dame solo una noche, por favor—el tentador susurro fue acompañado de un beso robado, primero suave y luego feroz, una mezcla de amor y deseo.
—¿Desde cuándo usas el por favor, Kólasi̱? —murmuró, adivinando el nombre del intruso.
—Te extraño—soltó acariciándole el rostro suavemente, para luego depositar un pequeño beso en su cuello, mirándome como si no existiera nadie más en el mundo, aunque eso era una mentira.
—¿Qué dirían en el inframundo si se enteran que ruegas por sexo? —musitó la pelirroja con una sonrisa maliciosa.
—No me importa lo que digan, te quiero a ti, para siempre nena.
— ¿Eh? —titubeó y mirando por la ventana, la noche apenas comenzaba, sabía que no le convenía, pero deseaba sentir su piel.
—Será como tú quieras—prometió y una sonrisa se dibujó en los labios de Aíma. Lo tomó por el cuello de la camisa, se la rasgó con malicia.
Sus cuerpos chocaron contra la enorme puerta de vidrio que daba al balcón, las manos del joven se introdujeron bajo su camiseta, jugueteando con sus pezones, trató de quitársela, pero ella se lo impidió, le empujó contra la cama. Él se deshizo sus pantalones, su bóxer le dieron una antesala de lo que vendría, Aíma desvistió lentamente para provocarlo y excitarlo más; hasta quedar en ropa interior, se cernió sobre él, sobándose contra su miembro. Las manos de Kólasi̱ se apresuraron en recorrer el cuerpo de la pelirroja mientras le besaba con deseo, usó su fuerza para quedar sobre ella, aprisionándola entre sus brazos ansiosos.
—Sabes que me gusta estar arriba—comentó con una sonrisa torcida, para posicionarse encima de él nuevamente. Se deshicieron de la poca ropa que los cubría, sucumbiendo ante la lujuria, hasta que el éxtasis de la pasión se hizo presente.
—Eres extraordinaria—susurró viniéndose dentro de ella.
—Lo sé—respondí sin modestia.
—¿Recuerdas la primera vez que estuvimos juntos? —soltó Kólasi̱ revolviéndole el cabello.
— ¡Fue horrible! —chilló horrorizada.
—A mí me gustó—admitió sonriente—, tú y yo en mi automóvil, el día de tu cumpleaños número quince, justó en el frente de aquel colegio de señoritas—recordó y su sonrisa se ensanchó.
—Las monjas nunca se enteraron—Aíma soltó una risita.
—Es mi día favorito—suspiró y ella levantó la cabeza para mirar su rostro.
—Eres un mentiroso, fue un caos. Nunca había estado con nadie y temblaba sin parar—admitió disgustada.
—Y justo por eso fue hermoso, porque pude ver un lado tuyo, que nadie más conoce. Nunca olvides, haría cualquier cosa en el mundo por ti—musitó y besó su frente, apreciando esos hermosos ojos verdes. La noche se le hizo corta y al levantarse, Aíma estaba sola, Kólasi̱ se había ido. Una pequeña nota reposaba sobre la mesita de noche, la tomó entre sus manos y la leyó:
Lo sé, me matarás por lo que diré, pero al diablo con la vida. Sé que odias ser mitad humana, pero tengo que admitir que eso es lo que me encanta de ti, tienes la capacidad de sentir; no eres solo una máquina de matar; de seguro debes estar pensando en cortar mi cuello, de la manera más dolorosa, te conozco muy bien, nena, también sé lo mucho que te molesta, que digan que hay algo bueno en ti, pero lo hay.
Haría cualquier cosa por ti, nena, ¿lo sabes?
σ 'αγαπώd
La pelirroja lanzó una serie de maldiciones, en contra de Kólasi̱, debido a desagradable y cursi notita. Tomó una ducha de agua helada para disminuir su ira; se concentró en un enemigo, al que había descuidado un poco. Esa mañana el maldito ángel moriría. Se vistió para la ocasión, su atuendo era un short negro con cadenas doradas que caían por el lado derecho y top rojo estilo corsé, junto con unas botas de tacón fino.
La mejor forma de llamar a un ángel que escuchó alguna vez, era matar; por eso crearía un infierno en la tierra, Se dirigió al centro de la ciudad; manipuló los semáforos; haciéndolos enloquecen, ocasionando así múltiples choques. Avanzo entre los autos, con una gran sonrisa en sus labios, observó unos hidrantes y aumentó la presión del agua, para que estallasen, creando un caos. Caminó un par de calles más, hasta un par de delincuentes, se atravesaron en su camino.
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Editado: 30.11.2022