Entre la fe y la espada

Capítulo 6 "El mercado de las brujas"

 

Decidimos salir de Pino del Oro justo después del desayuno, más bien, Franco decidió eso. Dijo algo de que quería pasar más tiempo en Paladium. No lo culpaba, de seguro quería ver que tanto había cambiado la ciudad desde su partida.

 

Fuimos a la gran estación de ladrillo rojo. El lugar estaba abarrotado de gente, lo cual me sorprendió, tenía entendido que esta estación tenía apenas unos 15 años, además de que solo tenía trenes que llevaban a Paladium. En cierto modo, me recordaba a la entrada de El Refugio, más que nada por la gente atareada que no paraba de empujarte.

Compramos el pasaje más barato que pudimos conseguir, que solo eran unas cuantas monedas de cobre, y nos emprendimos a nuestro viaje.

 

El tren resultó mejor de lo que esperaba; a pesar de que los asientos estaban tan cerca uno del otro que sofocaban un poco, pero eso era lo de menos. Al menos habíamos conseguido sentarnos juntos.

 

El viaje en el tren fue tranquilo, sin demasiado que ver.

Hacía años que no me subía a un tren, cuatro para ser exactos, y fue cuando salí de El Refugio. Tan solo tenía 14 años y recuerdo lo asustada que estaba al viajar por todo el Imperio por mi cuenta. Lo pequeña y perdida que estaba al no saber a donde dirigirme. Ahora todo eso ha cambiado, agradezco enormemente que ahora tuviera a Franco para acompañarme.

 

Volteé a verlo. Su mirada seguía perdida en la ventana y pude notar como las manos de Franco temblaban ligeramente.

 

— ¿Todo bien? — Le pregunté.

 

Franco me volteó a ver con cierto nerviosismo y tomó sus manos para controlarlas.

 

— Si… todo bien — Fue lo único que dijo antes de volver a mirar por la ventana.

 

__________________

 

Después de poco más de dos horas de viaje, finalmente llegamos a la enorme y gloriosa ciudad Paladium. Había escuchado que algunos la llamaban la Ciudad Fénix por haber sobrevivido su destrucción y haber resurgido de entre las cenizas.

 

Cruzamos la ciudad en el tren y me quedé maravillado por sus grandes edificios de piedra donde se utilizaban arcos apuntados, las cubiertas con pendientes pronunciadas y los tallados elegantes como encajes y celosías. A pesar de que aún había varios edificios en construcción, la ciudad se veía fantástica.

 

Vi como los edificios dejaban de pasar tan rápido conforme el tren fue bajando la velocidad poco a poco. Finalmente paró completamente. Agarramos nuestras cosas antes de bajarnos junto al mar de gente. 

 

La estación estaba abarrotada de gente, lo cual me extrañó aún más. Aún no había demasiados caminos, que yo sepa solo se podía ir a Pino del Oro y a la Ciudad del Árbol, pero igual ya habían construido más vías férreas.

 

Nos abrimos paso entre la gente como pudimos, hasta encontrar la salida.

 

Justo en la salida había una estatua de un caballero de Netherite, como si estuviera protegiendo a todos los que llegaban a la ciudad. Pude notar que tenía unas cuantas flores en la base. Franco se acercó a la estatua y la observó por un momento antes de continuar con su camino.

 

Al momento de salir de la estación, el Sol me deslumbró ligeramente, presentándome la gran ciudad. Franco se quedó unos segundos admirando la ciudad y yo hice lo mismo. Era simplemente hermosa, como ninguna que hubiese visto antes. 

Volteé a ver a Franco por un segundo, tenía los ojos cristalinos, parecía que iba a llorar en cualquier momento.

 

— ¿Estas bien? — Le pregunté

 

— Si… es solo que… la última vez que vi la ciudad Paladium fue cuando la destruyeron — Contestó Franco en un susurro — Jamás creí que la iban a reconstruir tan hermosa como alguna vez lo fue —

 

— ¿Paladium era igual que ahora? — Pregunté.

 

— No… es bastante distinta… de hecho — Contestó Franco, como si aún no pudiera creer que estábamos aquí. — Es… mucho mejor… de lo que esperaba —

 

Sonreí un poco. No podía imaginar la cantidad de pensamientos que deberían estar pasando por su cabeza, lo único que pude descifrar era algo de alivio. Franco comenzó a caminar y yo fui detrás de él.

 

— ¿Y a dónde quieres ir? — Le pregunté.

 

— No lo sé — Confesó Franco mientras se encogía de hombros — Cualquier lado… estaría bien —

 

Esto… sería interesante. Ninguno de los dos había venido a la nueva ciudad. Franco podría guiarnos un poco pero quien sabe que tanto había cambiado la ciudad en 30 años.

 

Lo primero que hicimos fue buscar algún hostal donde quedarnos. Para poder dejar las mochilas y no tener que cargarlas por toda la ciudad.

 

Tras hacer eso, Franco me fue guiando por distintas calles de la ciudad mostrandome distintos lugares, o mas bien donde estaban hace treinta años. Me mostró donde debería estar la antigua academia de caballero donde él hizo gran parte de su entrenamiento como caballero. Me contó que ahí llegaban caballeros de todo el Imperio ya que era la mejor Academia. Era una desgracia que no la reconstruyeran. No pudimos descifrar que estaban haciendo ahora en ese lugar




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