Entre la marea de sus mundos.

Via ad tenebras

En el desconocido. 

Elena.

Dormía plácidamente cuando el ruido de mi puerta siendo aporreada me despertó. El golpeteo en mi puerta de madera era una llamado insistente, casi desesperado. Impulsada por una posible amenaza me levanté apresurada de la cama sin siquiera calzarme.

Vistiendo sólo un delgado y corto camisón blanco, el cual dejaba al descubierto mi reciente adquisición en el brazo, aún no había intentado contactar con alguien para que me ayudara con ello, ni mucho menos haber probado usar la habilidad,  abrí la puerta para encontrarme a Kirk, quien me observaba con pánico en sus ojos.

-¿Kirk? - Pregunté extrañada - ¿Ocurre algo?

¿Qué hacía el mejor amigo de mi hermano en medio de la noche llamando a mi puerta? Claramente algo malo había ocurrido y mi corazón comenzó a latir desesperado.

-¡Si! Debes acompañarme, es...es importante - Su voz sonaba agobiada, como si algo de verdad le preocupase - Es Gastón, algo ocurre con él.

No necesitó más palabras para que yo cerrase la puerta de manera brusca y comenzase a andar en dirección al Reino Oceanic.

-Elena, ven. Haré un portal.

Extendió su mano mientras un enorme espiral de agua se formaba frente a nosotros y luego,  juntos lo atravesamos.

El viaje fue corto y aun no lograba acostumbrarme a el, por lo que me maree por unos instantes en donde mi visión se llenó de puntos negros.

-¿Que..? - Cuando mi vista volvió a la normalidad noté que no nos encontrábamos en la casa de Adler, ni siquiera cerca -¿Donde estamos?

El océano nos observaba de cerca y las estrellas eran las únicas testigos de lo que aconteció minutos después.

Jamás había estado en este lado de la playa, incluso parecía poco habitada por los habitantes del lugar.

Frente a nosotros un nuevo portal se abrió, impidiendo que Kirk me respondiera  y lo que salió de el, me dejó totalmente descolocada.

Lilac y Craig junto con dos personas más, los cuales identifiqué como los otros gobernantes por sus distintivos, nos miraban impasibles.

 De hecho, me miraban.

Nada quedaba de esa Lilac que conocimos cuando llegamos tiempo atrás, ni de la nos habló amistosamente. Sus ojos ahora destilaban odio, el más puro de ellos.

-Hola, Elena. 

Craig me sonrió, mostrandose como un cazador  a punto de tener a su presa en sus manos. Impactada y desconcertada por lo que estaba ocurriendo no note el momento en que Kirk se posicionaba detrás de mí y sostenía mis brazos fuertemente, impidiéndome moverlos.

Grite para que me soltara, para que me dieran una explicación de lo que estaba ocurriendo pero eso pareció causarles risa, ya que un coro de las carcajadas más crueles que en mi vida había escuchado resonaron por el lugar.

-Grita todo lo que quieras cariño, nadie va a oír - Dijo un anciano que vestía una capa extravagante.

-¿Qué está ocurriendo? ¿Dónde está mi hermano?

-Oh, tu hermano debe estar en su cama, durmiendo plácidamente sin preocuparse por el demonio que es su hermana - Lilac acotó riendo suavemente.

Se acercó poco a poco a mi lugar, en donde seguía retenida por los fuertes brazos de quien mi hermano, consideraba un amigo. El agarre era crudo, tan fuerte que podía sentir mis brazos quemar y mis muñecas clamar por que la corriente de sangre continuara con su paso. Y cuando estuvo frente a mi, me observó de una forma tan cruel que mi cuerpo comenzó a temblar descontroladamente aunque intente disimularlo; algo que no logre ya que sonrió arrogante.

De manera abrupta sacó su brazo que anteriormente tenía escondido detrás de su cuerpo y lo golpeó contra mi rostro. 

Jamás había sentido un dolor tan fuerte, y pronto comencé a sentir como un líquido caliente se escurría por un lado de este.

Antes de que los ojos me comenzaran a arder por la sustancia que comenzaba a entrar en ellos, logré visualizar una daga ensangrentada siendo sostenida por aquella persona que en un principio se había mostrado tan amable y benevolente.

-La paz debe seguir… y nosotros nos encargaremos de continuar destruyendo a amenazas como tu…

Su voz, en un susurro me heló la sangre y me dejó aún más confundida de lo que estaba en un principio.

Mareada, cansada y acabada me arrastraron por la fría arena hasta el mar, donde me subieron a una tabla de madera y me impulsaron a la oscuridad.

La marea me arrastró, en un ritmo constante y por mas que quise luchar y regresar a la orilla la perdida de sangre me afectó y antes de que todo se volviera negro, logre divisar a la legania mi futuro, el fin de todo.

 




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