Ambición
Domingo, 7:00Am
-Vamos a tomarnos todos de las manos para la oración final. Pero antes que todo, recuerden el bingo de la noche, la cantidad de la cuota es voluntaria pero deben tener en mente que entre mayor sea esa ofrenda mayor serán las bendiciones que les traerá el eterno. -
El párroco Erik Jordan, creció en una familia bastante estricta pero religiosa. Su abuelo había estado en la guerra "un montón de veces" lo que realmente significaba "Una guerra con muchas batallas" pero siempre mencionaba que el señor le había salvado la vida.
Todo comenzó cuando partió a una batalla negándose rotundamente a salir del camión antes de hacer una oración por él, su alma y la de sus compañeros. Por los demás no había alcanzado a rezar lo suficiente, puesto a que los 14 compañeros que iban con él murieron por unas cuantas granadas pocos metros adelante mientras él oraba dentro del camión.
Se decía que el niño era una bendición puesto a que la madre del párroco había intentado un millón de veces quedar en embarazo, hasta que lo consiguió, pero no todo fue color de rosas... La madre de Erik murió en el parto. Pensaron que él iba a morir junto con ella por un montón de cosas que explican los médicos, pero no fue así. Entonces, se lo ofrecieron a su Dios como ofrenda por la enorme bendición.
Desde que Erik tiene memoria ha estado colaborando en las iglesias, orando tres veces al día y ahora celebrando las misas, todo por una deuda que su abuelo creía tener pero que le impusieron a él.
-Padre Erik, la oración de hoy fue muy bonita. Siento que algo llegó a mi alma y la limpió- Tomó su mano y besó sus nudillos.
-Mi querida señora Evans, me alegro que le hubiera gustado. Espero verla en el bingo de la noche.
-Por supuesto, allá me tendrá bien temprano dispuesta a recibir muchas bendiciones. - El párroco sonrió. -
-¿Le parece si la recojo señora Evans? - la anciana se emocionó- Me parecería prudente cuidar de usted y de la cantidad de bendiciones que va a recibir.
Él hombre lo que tenía de ambicioso lo tenía también en su palabrería. El amor por el dinero hacía que día a día tratara mejor a las señoras más adineradas del pueblo, como lo era la señora Evans.
-Oh, querido. Eres un muchacho muy amable, Pero ya quedé con Rita, al parecer su hija nos va a llevar en el auto esta vez.
-Bueno señora Evans, si necesita algo solo es que me diga. - La persignó y se fue a su despacho.
En cuanto estaba allí cerró la puerta con pasador, corrió a ver si caja fuerte donde se encontraba más dinero del que pudiera imaginar. Su iglesia se estaba cayendo poco a poco, pero como era la iglesia del pueblo el hombre nunca sacaba ni un peso para arreglarla, siempre eran los demás. En su comunidad habían obreros, carpinteros, un ingeniero, un pintor y además el terreno era de la señora Evans, así que no pagaban alguna cuota por el alquiler. Lo máximo que hacían era pagar la luz y el agua, pero cuando descubrió que en las oraciones nocturnas podrían solo encender velas para hacerlo "más cercano e íntimo con el señor" comenzó una nueva forma de ahorro e ingresos para la misma al vender las velas en la puerta del lugar.
Mismo día.
5:45 pm
-Hijo, te busca Isabela en la puerta.
-¡Ya voy madre! - Se levantó lo más deprisa que pudo de la cama, se perfumó hasta aplicarse más de lo que debería del frasco, se miró al espejo aliso su camisa, y organizó un poco su cabello para luego salir corriendo a encontrarse con ella. Frenó unos segundos antes para verse totalmente calmado y nada desesperado. - Siento la demora.
-No te preocupes. - Ella lo hubiera gritado si fuera otra ocasión así que notó que en su voz estaba llena de cierto entusiasmo.- Solo vine a contarte que Nicolás me invitó a salir hoy en la tarde.
-¡Oh!
-Sí, entonces vamos a ir por mi madre y tendremos nuestra cita. - Casi dio un chillido acompañada por "brinquitos" de lo emocionada que estaba, pero se calmó rápidamente.
-Me alegro por ti. En serio, lo hago. - Trató de convencerse así mismo antes de a ella.
-Lo sé, por eso eres mi mejor amigo. - Besó su mejilla. - Quizás llegue tarde, te veo mañana en la cena.
Y desapareció dando más brinquitos en su caminar, se le notaba la emoción por encima, se le notaba lo feliz que estaba.
Isabela se encontró con su cita en el pequeño parque del pueblo, por donde Nicolás vivía. Él tomó la decisión de llevarla en el auto de su padre, un viejo volkswagen azul, el cual según Isabela hacía más perfecto el asunto.
-Voy a tomar el camino largo, y así tengo más tiempo contigo, a solas. - Organizó su cabello de una forma sensual para comenzar a conducir muy lentamente.
Se demoraron bastantes minutos en auto, sin hacer paradas solo dando vueltas y mirando el atardecer. 35 minutos que fueron pura felicidad, para pasar a una abrupta pena.
Cuando Nicolás parqueo el coche se quedaron mirando detenidamente. Era claro que las miradas eran diferentes. Mientras Isabela lo miraba como chiquilla enamorada, él solo la deseaba. No quería más que un acostón, pero su padre le había dicho que para obtener lo que quería, tendría que ser caballeroso, y parecer interesado.
-Entra, yo espero aquí mientras tanto.
-No tardo. - se bajó del coche, abrió como siempre la pesada y sucia puerta del bar. Miró a todos los lados y se dirigió a la barra.
-Lucas, que bonito es verte. - el corpulento hombre la miró.
-¿A qué se debe el buen humor? - dijo mientras limpiaba con un trapo blanco
-Cosas de la vida, vengo por mamá, puedes traerla de dónde esté? - recorrió con la mirada todo el lugar sin ver rastro alguno.
-Tu madre no vino esta semana. Y es molesto que no se tome esto en serio. - el hombre seguía en lo suyo, sin mirarla mucho, sin mucha importancia. - Todos pensamos que estaba contigo. - Isabela rodó los ojos fastidiada.
#4537 en Thriller
#1867 en Detective
#506 en Novela policíaca
depresion, amor y desamor depresion y abandono, soledad amor odio sexo y una escapatoria
Editado: 13.03.2022