La cédula era algo completamente aleatorio, es claro que su objetivo principal era identificar al dueño, el mismo que Kim ya conocía, o al menos durante los primeros años de su vida. Una imagen que en las anteriores 48 horas había cambiado. Lo más interesante sin lugar a duda era el mensaje secreto detrás del lomo de aquella mini fotografía tamaño documento, “ven por mí”. Como el mensaje era impersonal, no saber si lo había escrito un hombre o una mujer, hace más complejo delimitar la cantidad de personas que concuerdan con el perfil del ser humano que está retando o pidiendo ayuda a la detective.
Por otro lado, los retratos borrados eran más intrigantes aún, la detective como su compañero, el que esperaba paciente en aquella sala de interrogación, en una especie de trabajo de guarda de seguridad, no encontraban posibles identidades para aquellos personajes, ni un pequeño indicio.
“Lucia”, que pensamiento tan horrible. Todos los seres humanos poseemos un sistema vestibular en el oído interno que desempeña un papel fundamental en el mantenimiento de nuestro equilibrio. Este sistema puede fallar en ocasiones a lo largo de la vida, en esepecial cuando nos levantamos de manera brusca y no permitimos que los canales en forma de bucle tengan el tiempo necesario para procesar nuestro cambio de posición. En el momento en que esto sucede y no otorgamos el espacio adecuado para que nuestro cuerpo se adapte, podemos experimentar una pérdida momentánea de conciencia, lo que se conoce como un pequeño síncope. Esa sensación es la forma más apropiada para describir lo que le sucedió a la detective. Horas atrás, había aceptado la posibilidad de que su hermana seguía con vida. Sin embargo, cada vez que un caso le recordaba esto de manera cruda, la angustia la abrumaba hasta el punto de que un ataque de ansiedad o nervios la sorprendía, jugándole una mala pasada.
Kim se encontraba desorientada; Erick la había hecho sentar en una de las sillas de espera que se encontraban en el largo pasillo, justo al lado de la sala de interrogación. Este pasillo parecía extenderse casi hasta el infinito, como si fuera interminable, dándole la sensación de estar en una especie de combinación entre una comisaría y un hospital psiquiátrico. El pasillo estaba interrumpido por múltiples puertas que llevaban a pequeñas salas. A diferencia de lo que uno podría esperar de un centro para personas con “problemas mentales”, esta comisaría tenía grupos de tres sillas ubicadas de forma meticulosa. Aquí, los oficiales solían tomarse un descanso mientras esperaban resultados o disfrutaban de su café matutino, lo que encajaba con la naturaleza de su trabajo.
La expresión en el rostro de su compañero era mucho más dramática que la suya. La detective era consciente de lo que había sucedido, y aunque todavía no se sentía del todo bien, el vaso de agua que solían ofrecer en estas circunstancias de poco le servía. Decidió intentar entablar una conversación con su compañero.