Entre Muros Grises

Capítulo 23 (Parte 2)

 

 

 

—Nerviosa.

—No, claro que no.

—Sí, claro que si.

Ruedo los ojos.

—No discutiré por esto, y no, no estoy nerviosa.

—Vamos Bell —toma mi mano entra las suya—. Mi padre no come, o al menos no humanos. Si alguien quisiera comerte sería yo, no te preocupes por ello —una sonrisa coqueta se extiende en sus labios. Se acerca hacia mi hasta que siente su cálido aliento en mi oreja—. Me aseguraré de dejarle en claro que me enloqueces de pies a cabeza, tu cerebro es encantador, tu voz y tu risa también. Ahora, si esas partes importantes me hacen perder la cabeza a mi, imagina lo que todo eso en un conjunto de rizos color castaño, ojos grises, y labios rosados pueden hacer.

—Seré yo la que pierda la cabeza si sigues susurrando de esa manera cerca de mi.

—Bien, porque eso es lo que busco, alguien con quien perder la cabeza. Nadie mejor que tu —deja un cálido beso en mi mejilla—. Así que Bell, le daré el honor a mi padre de conocer a la chica con quien perderé la cabeza, no eres tu la afortunada de conocerlo, es él a ti. Todos en este mundo deberían ser afortunados de conocerte, me alegra saber que una de esas personas he sido yo.

Maldición. Maldición, maldición, maldición, maldición... Que alguien traiga un doctor, Por el amor de Dios.

Una bocanada de aire sale de mi sin poder evitarlo.

—No hagas eso ahora.

—¿Qué?

—Eso. Hacerme sentir como nunca antes alguien ha podido hacerlo.

—Lamento decirte que lo seguiré haciendo hasta cuando el tiempo nos de una mala jugada. Y aún así tratare de hacerte sonreír con la mas mínima pendejada.

—Ya lo haces —susurro, se acerca para besarme pero un aclaramiento de garganta se hace presente mucho antes.

Lo reconozco desde el primer momento en que lo veo. Tal vez no tanto por sus ojo, porque los de él son verdes y los de Duncan son mieles. Lo reconozco por sus facciones, demasiado parecidas a las de su hijo. Lo reconozco por su cabello castaño con reflejos rubios, su sonrisa. Mierda, es casi la misma sonrisa de Duncan. 

Viste un traje elegante a diferencia de nosotros dos. Tiene casi la misma altura de Duncan y la calidez de la que proviene de éste. Podría decirse que luce justo como lo que es, un hombre de negocios. No como el típico hombre negocios egocéntrico, narcisista y mala persona. Se nota a lenguas que es gentil, que transmite tranquilidad, que no da la sensación de ser mejor o con mayores ingresos que otros a pesar de en realidad es así.

Es sorprendente. Padre e hijo son sorprendentes.

Observo como saluda a Duncan con un abrazo. Hace alrededor de tres meses que ninguno de los dos se ve, suelen hablar por teléfono la mayoría de los días, pero no es lo es mismo. Entonces William Evans posa sus ojos en mi.

—Es un gusto conocer a la chica que tiene a mi hijo vuelto un completo tonto.

—El gusto es mío, señor —contesto, estrechando nuestras manos educadamente—, aunque le aseguro que su hijo ya era un completo tonto.

Una enorme carcajada escapa del Señor Evans.

—Lo ves papá, te dije que tenia cierto parecido a ti.

—Tiene la capacidad de ser igual de honesta querrás decir —el ceño de Duncan se frunce mientras comparto una mirada significativa con su padre—. Me alegra que hayas vuelto a mi hijo más tonto de lo que ya era, espero que lo sigas haciendo —arquea una ceja hacia mi tratando de decirme que tenga cuidado con el corazón de su hiji—; por otro lado, no me llames señor. Llámame William, debemos entrar al restaurante antes de que la comida salga corriendo.

—Y Bell detrás de ella —su padre ríe mientras que me limito a atestar un codazo en sus costillas.

Es un restaurante sencillo pero elegante. Sencillamente elegante. Sillas y mesa color café aquí y allá, candelabros en los techos que iluminan el lugar aunque todavía no es de noche, cuadros colgados en las paredes de colores oscuros. En cada mesa una botella vino junto con un florero que contiene rosas rojas debajo de un mantel con bordado con dibujo de flores.

Esto es nuevo para mi. En casa no hay restaurantes de este tipo, de hecho, la mayoría de los restaurantes son igual de sucios y grises que la calles. Esto es sofisticación, color y todo lo que veo en las películas. 

Uno de lo empleados de manera gentil nos lleva a una mesa para tres. Mi asiento queda cerca de la ventana por lo que me puedo dar el lujo de ver pasar a las personas de un lado a otro caminando con tranquilidad. Mis vista viaja hacia uno de los altos edificios que están a unos metros más allá. Rascacielos diría yo. Es jodidamente precioso y grande y de cristal, no puedo tan siquiera imaginarme a mi arriba. Es magnifico, sorprendente, maravilloso.



#49335 en Novela romántica

En el texto hay: oscuridad, el primer amor, muros

Editado: 24.12.2018

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