En la noche de Seúl, las luces parpadeaban como estrellas lejanas, acompañando los pasos titubeantes de Lee Hean mientras entraba en el restaurante. Su corazón latía con ansiedad, anticipando el encuentro con su padre, Dae-Hyun, cuyas palabras cortantes siempre parecían cortar más profundamente que un cuchillo afilado.
Al verlo llegar tarde, Dae-Hyun frunció el ceño con desaprobación, su rostro endurecido por la ira reprimida. "¿Dónde has estado, Haen?" gruñó, su tono lleno de reproche. "Ya es tarde y todavía no has terminado tu trabajo. ¿Cómo puedes ser tan irresponsable?"
Haen bajó la mirada, sintiendo el peso de las palabras de su padre sobre sus hombros encorvados. Jugando nerviosamente con sus manos, trató de desviar la atención de su padre, temiendo su reacción ante su tardanza.
"Lo siento, papá. Perdí la noción del tiempo", murmuró en voz baja, su voz apenas un susurro en la cacofonía del restaurante.
Pero las palabras de disculpa de Lee Haen solo parecieron avivar el fuego de la ira de Dae-Hyun. Se levantó de su silla con un gesto brusco, sus ojos lanzando destellos de desprecio hacia su hijo.
"¡No hagas eso, Haen!" espetó, señalando las manos de Haen que jugueteaban nerviosamente. "Pareces un enfermo. ¿Por qué no puedes ser como tu hermano, Ye-Jun? Él era normal".
Las palabras de su padre golpearon a Haen como un puñetazo en el estómago, haciéndolo sentir pequeño e indigno. La vergüenza y la humillación lo envolvieron como una manta fría, y sus ojos se llenaron de lágrimas mientras luchaba por contener el dolor que amenazaba con desbordarse.
"P-p-perdón, papá", balbuceó Haen, su voz temblando con la angustia. "L-lo intentaré h-h-hacer m-m-mejor".
Pero las palabras de disculpa de Haen cayeron en oídos sordos mientras su padre continuaba regañándolo con dureza. En medio del tumulto del restaurante y la mirada despectiva de su padre, Haen se sintió más solo y perdido que nunca, anhelando desesperadamente encontrar un lugar donde pudiera ser aceptado tal como era, sin juicios ni expectativas implacables.
Las palabras de su padre seguían resonando en la mente de Haen como un golpe brutal. Sus manos dejaron de jugar nerviosamente y se tensaron con furia contenida. Un fuego ardiente se encendió en sus ojos verdes mientras escuchaba las palabras de su padre, palabras que cortaban más profundamente que cualquier otra cosa que hubiera dicho antes.
"¿Cómo puedes...?" comenzó Haen, pero las palabras se atascaron en su garganta, ahogadas por la mezcla de ira y dolor que la inundaba. No podía creer lo que estaba escuchando. ¿Cómo podía su propio padre desear su muerte, incluso en medio de la ira y el conflicto?
Dae-Hyun lo miró con frialdad, su expresión impasible como si no le importara el daño que había causado. "Lo que pasó con Ye-Jun fue una tragedia", continuó, su tono desprovisto de cualquier emoción real. "Pero a veces me pregunto si habría sido mejor si hubieras sido tú en su lugar. Él era mi hijo perfecto, mi orgullo y alegría. Tú... tú siempre has sido un problema".
El corazón de Haen latía con fuerza en su pecho, una mezcla de dolor y rabia ardiendo dentro de él. Sin decir una palabra más, se levantó de su silla, empujando la mesa con un gesto brusco que hizo temblar las copas y cubiertos. Los clientes del restaurante lo miraban con curiosidad, pero Hean apenas notaba su presencia mientras se alejaba, su mente zumbando con la intensidad de sus emociones.
"¡Estoy harto de esto!" exclamó, su voz resonando con una mezcla de furia y angustia. "¡No puedo seguir soportando tu abuso y tu crueldad, papá! ¡Me voy, y no pienso volver nunca más!"
Con un movimiento rápido, Haen se quitó el delantal y lo arrojó al suelo, dejando atrás su trabajo y todo lo que alguna vez lo había mantenido atado a ese lugar. Sus pasos eran firmes y decididos mientras se alejaba del restaurante, dejando atrás el peso de las expectativas de su padre y el dolor de sus palabras hirientes.
A medida que caminaba por las calles de Seúl, su determinación solo se fortalecía. Sabía que no sería fácil dejar atrás todo lo que conocía, pero también sabía que era el primer paso hacia la libertad y la autenticidad. A partir de ese momento, sería dueño de su propio destino, decidido a encontrar un lugar donde pudiera ser aceptado y amado tal como era, sin importar lo que su padre pudiera decir.
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El aire de Seúl estaba cargado de tensión cuando Dae-Hyun salió apresuradamente del restaurante, sus pasos resonando en las calles vacías mientras buscaba a su hijo. Su corazón latía con furia y frustración, pero también con un atisbo de temor por lo que podría pasar si Haen realmente decidía abandonarlo todo.
El sonido de los pasos apresurados resonaba en las calles de Seúl mientras Lee Haen se alejaba del restaurante, tratando de poner distancia entre él y el dolor que había dejado atrás. Sin embargo, su escape se vio interrumpido cuando una mano firme se cerró con fuerza alrededor de su brazo, deteniéndolo en seco.
Lee Haen se giró con un sobresalto, encontrándose cara a cara con su padre, Dae-Hyun, cuya expresión estaba llena de una mezcla de furia y determinación. Su agarre era como un tornillo, apretando con fuerza el brazo de Lee Haen y causándole un dolor agudo que lo obligó a contener un gemido de angustia.
"¡No puedes irte así, Lee Haen!" gruñó Dae-Hyun, su voz llena de ira reprimida. "¡Vuelve conmigo ahora mismo!"
El dolor punzante se extendió por el brazo de Lee Haen, haciéndolo retroceder un paso mientras luchaba por liberarse del agarre implacable de su padre. El miedo y la confusión se arremolinaban en su interior, nublando su juicio y debilitando su resolución.
"D-déjame ir", balbuceó Lee Haen, su voz temblorosa con el dolor y la indignación. "¡No tienes derecho a tratarme así!"
Pero las palabras de Lee Haen cayeron en oídos sordos mientras Dae-Hyun continuaba presionando, su agarre cada vez más opresivo. La lucha se desató entre padre e hijo, una batalla silenciosa pero intensa que se libraba en el silencio de la noche.
El dolor se intensificó con cada segundo que pasaba, convirtiendo el brazo de Lee Haen en una fuente de agonía que amenazaba con abrumarlo por completo. La desesperación se apoderó de él mientras luchaba por encontrar una salida de la situación angustiosa en la que se encontraba.
"¡Por favor, déjame ir!" suplicó Lee Haen, las lágrimas brotando de sus ojos mientras se sentía atrapado en un torbellino de dolor y desesperación.
Pero Dae-Hyun no mostró piedad, su rostro endurecido por la determinación mientras continuaba presionando a su hijo para que volviera con él. El miedo y la impotencia se aferraron a Lee Haen mientras luchaba por liberarse del agarre de su padre, anhelando desesperadamente encontrar una salida de esta pesadilla.