¿Alguna vez han conocido a una chica asocial, callada, despistada y extremadamente explosiva? ¿No? bien me presento, mi nombre es Sarah Lee, tengo diecinueve años y cuatro de ellos los perdí por estar en un coma. Eso ya es historia aun así lo tengo muy presente, dejemos algo en claro, no me gusta estar rodeada de gente, tampoco me gustan las personas que hablan mucho, tampoco me agrada que sepan de mi vida personal, odio la mayonesa, los lunes, los deportes y las motocicletas. Bien anótalo para que no se te olvide...
Supongo que debo ponerte al corriente, después de despertar del coma claramente habían pasado muchas cosas, mi padre medio muerto volvió a la vida y digo medio muerto porque cuando era tan solo una niña desapareció repentinamente, años después lo dieron por muerto. Me enteré que mamá tenía cáncer de mama, no lo tomé muy bien (entré en colapso).
Me presentaron a el enfermero que todo el tiempo estuvo cuidando de mí, al parecer su nombre era Roma o Raziel o Reno la verdad no lo recuerdo era un dato irrelevante que no necesitaba, pero sabía que me contaba cuentos para niños ya me había aprendido de memoria el cuento de caperucita. Después de que mamá me sacara del hospital me informo que nos cambiaríamos de casa, era entendible yo tampoco quería estar en un lugar donde dejaron a mi hija en coma, respecto a Ashley y John no se supo más, muchos creen que se fueron del país.
-¿En qué piensas? – pregunta mamá.
-En saltar del auto si no cambias la música horrorosa que en este momento estamos escuchando –Mamá rueda los ojos y la canción cambia dejándome en un trance de agonía Happier Than Ever- Billie Eilish resuena en la radio.
Admiro el bonito paisaje a mi lado mientras la tranquilidad recorre en el aire que inhalo, me dejo llevar cantando cuando mi parte favorita aparece…
I don't relate to you
I don't relate to you, no
'Cause I'd never treat me this shitty
You made me hate this city
El momento se vuelve nostálgico y me obligo a ignorar la pulsada en el pecho que aparece cuando veo a mama secarse una lágrima.
-Me caen mal las personas sentimentales –comento sacándole una sonrisa.
-No lo puedo evitar –responde y suspiro.
No puedo borrar el dolor que sintió pero sé que puedo compensarlo, de alguna forma sé que puedo hacerlo, no fue mi culpa lo que sucedió y tampoco quiero que piense que fue la suya.
El resto del camino se vuelve silencioso pero es un silencio cómodo con el que puedes vivir sin rechistar, el pequeño pueblo se ve a lo lejos y sonrío viendo a los animales que están afuera de la hermosa granja, el gran anuncio sobresale dándonos la bienvenida a nuestro nuevo hogar.
Bienvenidos a Pemberton.
Nos adentramos entre las casas, las personas hablan entre ellas, niños corren por los parques y los maravillosos pinos adornan algunas casas dándoles un toque perfecto, la naturaleza se mezcla alrededor y el lugar se vuelve cada vez más bonito. La casa blanca con color café y verdes ramas que adornan sus paredes llama completamente mi atención, suelto una carcajada y el auto para cuando salgo corriendo adentrándome a la casa que me deja con cierto encanto.
Recorro la casa subiendo las escaleras hasta llegar a la puerta que tiene mi nombre, giro la manija y la puerta se abre dejando ver las paredes de color gris, hay muchas cajas he intuyo que son mías ya que varias de ellas están abiertas y dejan ver fotos de hace más de cuatro años.
Abro una por una acomodando cada cosa que quiero y lo que no necesitaré, mis gustos cambiaron pero mis ganas de seguir con la lectura no. Acomodo los libros en las repisas blancas, un escritorio adorna el lado izquierdo de mi cama y paso las yemas de mis dedos por encima del vidrio que deja ver fotos con mamá, comienzo a desempacar y mamá llega con una maleta de ropa nueva que seguramente compró un día antes de venir.
Limpio mi habitación y lleno el closet de ropa terminando con todo lo que quiero conservar, bajo a la cocina cuando mi estómago me pide alimentos, sin embargo me doy cuenta que la puerta del patio está abierta, seguro que mamá la dejó así.
-¿Y si cenamos afuera? –propongo.
-Sería maravilloso –sonríe mamá.
Salimos de casa y no puedo dejar de sonreír por la inmensa felicidad que siento al estar de nuevo con los ojos muy abiertos. El resto de la noche se pasa en segundos, volvemos a casa y subo a mi habitación encontrándome con el closet abierto, extrañada vuelvo a cerrarlo y saco la playera quedando en top con unos pantaloncillos, miro mi reflejo en el espejo y noto lo delgada que estoy, la piel pálida me sienta bien con el cabello negro, mis labios son más rosas de lo normal, probablemente si alguien me viera me preguntaría si uso algún lápiz labial. Me quito los pantalones y tomo el primer camisón que encuentro, bajo la temperatura del aire acondicionado dejando que el frio me vuelva mientras observo por la ventana a la luna llena con cierto temor de no despertar mañana, borro toda clase de pensamientos negativos y subo a la cama tapándome mientras cierro los ojos dejándome llevar por el sueño .
La alarma me despierta al día siguiente y siento una parte de la cama caliente a mi lado, mamá está sentada en la orilla de la cama con el desayuno y me levanto con cuidado, robando un pedazo de pan cuando siento su mirada.
Oh no.
Oh si
Cállate conciencia.
-En unos minutos vendrá la hija de la vecina, su madre dijo que no es muy social así que por favor trata de ser su amiga –dice con cierta suplica en su voz.
-Mamá sabes que no tenía amigos en mi anterior escuela que te hace pensar que puedo hacerlos aquí—suspiro.
-Sé que podrás –besa mi coronilla -- Estaré abajo si necesitas algo.
Asiendo.
Termino de desayunar y me cambio poniéndome unos short de mezclilla, una camisa blanca y tenis blancos, bajo a la cocina y alzo mi vista encontrándome con una pelirroja que está de espaldas.