Después de tres años de contralmirante, me trasladaron a Jamaica.
Todo empezó cuando un cazador de piratas vino a mi despacho.
—Jonathan Barnet —lo recibí —¿Que hace aquí un cazador de piratas?
—El gobernador de Jamaica, me pidió que viniera aquí a por mi recompensa.
—¿Recompensa?—Pregunte.
—He capturado tres buenas piezas.
—Esta bien, ¿tienes la carta del gobernador?
—Si —Dijo mostrándome una carta que con el sello oficial.
La carta decía:
Día 25 de octubre de 1720.
Con la correspondiente captura de los piratas, Jack Rackham "El Calico", Anne Bonny "Boom" y Mary Read.
El cazador de piratas Jhonathan Barnet le corresponde la suma del precio por sus cabezas. Por
ello y por orden del Gobernador Nicholas Lawes, pido a la contralmirante de Jamaica Dayana Flich.
Que entregue al cazador la recompensa acorde.
Creía que estaba soñando, volví a mirar los nombres de mis amigos para comprobar si había sido imaginación miá, por desgracia no fue así. Los nombres de Jack y Anne estaban escritos, los habían capturado.
Busque entre los cajones los precios por sus cabezas, cogí el dinero y se lo entregue, selle la carta para que el gobernador supiera que había cumplido y la mande a enviar. Me quede sola en mi despacho, no lo podía creer ya había perdido a demasiadas personas, no estaba dispuesta a perder a más.
A dieciséis de noviembre, me llego el informe de captura. Fueron perseguidos por una goleta encañonada hasta ser arrinconados, cuando abordaron el barco se dieron cuenta de que todos los piratas estaban borrachos, incluido Jack, las únicas que se resistieron fueron Anne y una tal Mary Read. Llegaron a matar ellas solas a unos diez piratas, luchando como verdaderas bestias, según me contaron los tripulantes del barco, su determinación en el combate hizo temblar a Jhonathan.
Pregunte que había sido de Charles Vane, me respondieron que Vane hacia tiempo que ya no era el capitán de aquel barco, Jack había conseguido robarle el puesto.
Por un momento me alegre de que hubiera logrado ser el capitán, pero luego volví a la realidad. Habían sido capturados.
Pedí un carruaje que me llevara hasta donde estaban encerrados, Spanish Tawn. Llegue justo a tiempo para el día del juicio. Entre en la sala y me senté en la última fila.
—Señor Jack Rackham se le acusa por delitos de piratería tales como robo, ultraje contra la Reina, asesinato, estupro contra una dama real.
—¡Eh! que fue ella la que se me abalanzo, y lo de el asesinato solo fue en defensa propia.
Me acerque unas filas más adelante desde donde le podía ver la cara, allí estaba Jack con su casaca roja y su perilla. Se giro y me miro, quedo muy sorprendido al verme allí, me hecho un pequeño vistazo para comprobar si de verdad era yo, luego me guiño un ojo.
—El gobernador está dispuesto a escuchar tu perdón, si te arrodillas y le besas los zapatos. Lo aceptara.
Jack escupió en el suelo.
—Nunca, estaría encontrá del legado pirata.
De nuevo escuchaba aquella palabra, el legado pirata. Barbanegra ya me había hablado de ello pero nunca me contó lo que era.
—Esta bien. El acusado se considera culpable.
—¡Esperad! —Le dije.
Me había guardado un as sobre la manga por si alguna vez lo necesitaba, lo busque durante esos tres últimos años y por fin lo había encontrado meses atrás. El informe que encontró Jhon, en el que explicaba como la marina había matado a sus padres.
Le leí aquel manuscrito firmado por el un Almirante de flota. Y luego se lo entregue.
—Está claro que los actos del acusado han sido incitados por el odio que tenia hacia la marina, no puedes llevar a la horca a alguien que la marina misma ha creado.
La concurrencia empezó a murmurar.
—¿Como es que estas de lado de un pirata? Contralmirante.
—No estoy del lado de nadie, solo de la justicia. Y esto no es justo —objete
Lo siento pero no es suficiente para librar a este malnacido de la horca —dio un golpe de martillo—. Se levanta la sesión.
Se lo llevaron de vuelta a la celda. Ya estaba decidido que iba a acabar en la horca.
El día de antes, decidí visitar a Anne. Me acompaño un guardia hasta los calabozos, el me siguió pero le dije que me dejara sola con ella.
—¿Esta usted segura?
—Si, tranquilo. Se cuidarme.
Me abrió la celda y la cerró, para luego marcharse con los oídos atentos por si necesitaba su ayuda.
Allí estaba Anne sentada y acurrucada con los brazos juntos y mirando al suelo, detrás miá note una mano fría que me agarraba, me estaba quedando sin aire, cada vez apretaba más.
—Ya la tengo.
Editado: 26.10.2018