Las estrellas cobraron vida.
Miré a mi lado y allí estaba, observando el oscuro cielo. Su pequeña sonrisa me hacía pensar que todo estaría bien.
—¿Por qué no merezco la vida? —Le habló a las luces del cielo.
El viento agitó su cabellera y destapó una mirada tenue, como si comprendiera en ese instante que todos sus sueños eran irrealizables.
Una lágrima cayó por su mejilla.
Mi voz no se escuchaba, intenté sostenerla, pero yo no tenía brazos, ni un cuerpo. No existía.
<<¡Estoy contigo!>>
Nuestra distancia se hacía cada vez más grande.
Observó sus manos y ya no creía en ser las mismas. Al tiempo que las dejaba caer al pasto, alzó la vista al cielo completamente rendida. Sus labios se doblegaron. A pleno llanto, sin temor a ceder, la soledad parecía adueñarse de su mente.
<<No llores... Estoy aquí>>
Ella veía las estrellas, y yo la veía a ella. Así, estábamos bien.
***
Me sobresalté al oír un fragor que parecía provenir de aquella esfera flotando en el centro.
—Sal de aquí, es peligroso —advirtió y rápidamente su mirada se centró en el sujeto que salía de la esfera.
Un ruido energético, como si se acumulara demasiada estática y el contrincante saltó hacia las butacas. Llamaba la atención la gran cantidad de fijador en su pelo castaño, tenía el brillo como si fuera de plástico. Su ropa parecía la de un oficinista.
—No estoy aquí por ella —Se acomodó sus lentes rectangulares—. Ha perdido la cordura con los sueños, estoy desempleado.
<<¿Sueños?>>
La esfera se disipó entre cortes blancos como si fuera un televisor descompuesto.
—¡¿Qué buscas entrando a las cárceles?!
El tipo se encogió de hombros extendiendo sus brazos, una retorcida sonrisa se formó en su rostro.
—Un simple amigo, ¿Acaso es pecado? —Rió, burlándose.
El heroico apretó sus dientes. Se perfiló hacia el enemigo, como si fuera a batear una pelota, lanzó su brazo y la bola de fuego se desprendió. Una nueva esfera oscura surgió antes que llegara a impactarle y como si fuera un portal, el fuego desapareció.
—No vendrás a este mundo a hacer lo que quieres —Estiró los brazos y cada extremidad se rodeó en llamas—. ¡¡No subestimes nuestra tierra!!
Las flamas en sus pies lo impulsaron hacia el enemigo, se elevó por encima y le roció con una voluminosa llamarada. Se podía sentir el calor en la sala, la luz intensa del fuego me obligaba a cerrar los ojos. Una ovalada oscuridad incrementaba su tamaño, como si de un escudo se tratara y el fuego desaparecía por la puerta negra.
—Dream es tan ridículo.
Mis manos temblaban y aunque me había dicho que debía huir, las palabras del sujeto me retumbaban en la cabeza.
—¿Te refieres a Star?
Los anteojos se asomaron detrás del escudo y se fijó en mí, el llameante me alertó de nuevo, pero el portal apareció en mis ojos, tenía la oscuridad encima palpando mis cabellos y su rostro salió por esa cosa.
—Ese es un nombre bastante generoso —respondió. Agachó su torso, una mano áspera acarició mi barbilla y rebosó sus labios con la lengua—. ¿Sabes algo sobre los sueños, pequeño niño?
El fuego se acercó a una rápida velocidad y el sujeto que parecía salido de Dream lo tomó por el cuello.
—La debilidad de los portaler es que siempre descuidan su espalda.
Le apretó el cogote envuelto en llamas y el otro emitió un quejido de dolor.
Su cuerpo comenzó a ponerse negro, como si se envolviera de aquella grasienta oscuridad.
—¡No escaparas! —ordenó el moreno.
El fuego de su mano se distorsionó en el espacio volviéndose ondulado mientras trataba de penetrar el caparazón.
Como si fuera el otro lado de la nada, los dos desaparecieron.
La cuerda se acortaba cada vez más, el destino copiaba nuestros nombres al final.
Ese sujeto parecía haberla descrito y Dream tenía respuestas.
En mi mano seguía el temblor mientras caminaba por la acera, era la tarde, pero en Islandia eso significaba una luna en su máximo esplendor. La ropa de recluso tenía el polvo del teatro, pero como había aprendido a lo largo de mi vida, pensar demasiado las cosas nunca terminaba bien.
La ciudad estaba extraña, y para no estarlo, merecidos los helicópteros que alumbraban las casas, las sirenas se adueñaron de las calles y los móviles policiales jugaban al gato y al ratón.
Uno se detuvo a mi costado, otro más que me arrinconó contra la pared, y no faltó el tercero.
—¡Alto ahí, manos donde las pueda ver!
—¿...?
—Atrapamos a otro —le comentó. Con su tonada era evidente que estaba satisfecho.
—¿Q-qué hacen? —No entendía, pero ponerme nervioso era peor. Así que suspiré y traté de relajarme, cerré mis ojos para hallar fácilmente las palabras necesarias que me ayudarían a librarme de la situación, únicamente debía decir la verdad—. No soy culpable.
Fue una mirada entre ellos, apretó mi cabellera y con delicadeza me metió dentro.
<< ¡Por un demonio! >>
El que conducía hizo un chiste y su compañero se rio como si fuera lo más gracioso que hubiera oído en su vida.
—Oficiales, yo soy la víctima aquí.
—Si, cómo no —respondió el acompañante—. Eso es lo que dicen todos.
Los policías seguían tentados y pasaron de mi. Sin preocupaciones, su colega le contó otro chiste en dirección a la comisaría.
La presentación de la universidad con más misterios de la década, iniciaba su reclutamiento en 24 horas.