Capítulo 2.
Abro los ojos con un esfuerzo sobrehumano; parpadeo varias veces intentando identificar la desconocida habitación en la que he despertado. Mi cuerpo pesa demasiado, siento como si me hubieran arrollado y el dolor de cabeza que siento desternillarse de inmediato es insoportable.
Intento moverme pero mi cuerpo está dormido por completo; siento un leve escozor en ambas muñecas y cuando planto mí vista en ellas, un par de esposas de metal se pegan a mi piel cuando intento mover las manos. Empiezo a abrir y cerrar los dedos de una de ellas con un esfuerzo extraordinario, no responden muy bien y me frustro de inmediato; intento levantarme de la cama en la que mi cuerpo descansa, pero ambos talones se encuentran atados con firmeza a los parales inferiores de la madera cobriza.
—¡Rod! —un muchacho joven de cabello oscuro y nariz aguileña entra en la habitación y me observa de pies a cabeza, me incomodo pero no digo nada— parece que nuestra bella durmiente se ha despertado —camina hasta mí y besa mi mejilla derecha toscamente.
Aparto el rostro con brusquedad exitosamente y mis labios se curvan hacia arriba en un intento extraño de sonrisa.
"¡Sí!" grito para mis adentros, parece que mi cuerpo está despertando.
—¡Hey! ¡¡Rod!! —llama desde la habitación nuevamente—. A esta señorita se le está pasando el efecto del cloroformo.
En cuestión de segundos, la silueta de otro joven llega al umbral de la puerta y hace acto de presencia en la escena. Abro los ojos desmesuradamente cuando su imagen finalmente llega a verse en contraluz a lo que murmuro con sorpresa sopesando el shock que acaba de sufrir mi cuerpo.
—Rod —digo en un susurro.
—Hola, Waverly —me sonríe con sorna y yo le dedico una mirada de desconfianza con el entrecejo aterradoramente fruncido. Siento como una descarga de adrenalina se presenta en mi cuerpo a lo que intento levantarme de un salto de la cama y abalanzarme sobre su rostro, pero lastimosamente no lo consigo, estoy atada.
Rod Nixon, está aquí, en Washington; después de que nuestra historia hubo finalizado en otro estado.
¿¿Por qué demonios tuvo que dejar California y venir aquí??
Simple, le encanta joderme la existencia.
—¡¡Maldito!! ¡Sabía que tu estúpida promesa de dejarme tranquila no era cierta! —le grito a punto de saltarle encima con violencia y destrozarle la cara con mis propias manos; recordando al imbécil de ojos verdes, con el nombre "Rod Nixon", aquel ser humano tan despreciable como apuesto que terminó por joderme la vida.
...
Me preparo para salir de la casa de papá cuándo termino de aplicar un poco de brillo labial en mis labios, tomo la mochila roja con solo dos bolsillos en ella y la paso por encima de mis hombros, recojo las llaves del cuelga llaves y abro la puerta de entrada, coloco el cerrojo y empiezo a caminar hasta la escalera principal. Llego hasta ella y prendo el móvil colocando un par de audífonos en él, camino escaleras abajo con la melodía de la popular "Para Elisa" de Beethoven resonando en mis oídos suavemente y finalmente guardo el teléfono en el bolsillo de la chaqueta tipo drape color miel.
Siempre me han sido cuestionados mis gustos por la música clásica, ni yo misma comprendo porqué razón me atrae tanto; lo único que puedo recordar es que ella ha formado parte de mi vida desde que tengo memoria, rememorando el apagado recuerdo de una mujer tocándome el piano cuando era una niña pequeña. Al final de la escalera, la puerta de entrada es divisada por mi canal de visión, al llegar hasta ella, un joven de apellido Draper, el guardaespaldas privado de mi padre, me sonríe con amabilidad y yo le devuelvo la sonrisa y salgó de la casa.
Camino por la calle y doblo la esquina dos veces, poco después escucho un reguero de pasos a mi espalda y me giro, un hombre con una sombrilla negra en las manos observa cada uno de mis movimientos y yo sonrió cómo idiota al reconocer el silbido familiar del chico que amo con locura. Camino hacia él y encogiéndome de hombros lo envuelvo entre mis brazos con fuerza:
—¿Qué estás haciendo aquí? —le pregunto emocionada a punto de saltarle encima y nunca soltarlo mientras todavía respire.
—Te estoy siguiendo Waverly —me dice con una sonrisa arrebatadora como él, mientras yo lo golpeo suavemente con mi codo—, iba para el supermercado, pero ahora que te veo caminando por estos lados, me encantaría escoltar a la señorita hacia su destino —me guiña un ojo y yo vuelvo a sonreír atontada.
—Yo encantada, Señor Nixon —hablo divertida mientras él toma mi mochila y entrelaza sus dedos con los míos antes de inclinarse para besarme de manera apasionada.
Desearía que la persona de ese día no hubiera sido la misma que primero me atrapó con ambas manos justo antes de caer por el abismo, para que meses después fuera él quien me arrojaba nuevamente de bruces contra uno mucho más profundo que el primero.
...
Soy tomada de las muñecas con fuerza y regreso al presente con una mueca de dolor completamente indisimulable, las esposas se aprietan y el metal se clava en mi piel por lo que no puedo evitar esbozar un "¡Aush!" con la boca apretada. Intento sacudirme pero no lo consigo y poco antes de que pueda percatarme de una acción futura, siento un fuerte sobrepeso de la cadera para abajo; clavo mi vista hacia la parte inferior de la cama cuando todo el cuerpo de mi victimario es posicionado a horcajadas del mío con su rostro y su aliento a alcohol y tabaco a centímetros de mi nariz.
Zarandeo mi cuerpo con violencia y mi respiración empieza a agitarse.
—¡¡Suéltame imbécil!! ¡¡Quítame tus asquerosas manos de encima!! —grito con todas mis fuerzas.
Mi captor chasquea la lengua en señal de negación y me mira fijamente con una ceja levantada; hace una extraña señal con la mano a Rod a la que él sólo corresponde sonriendo para luego salir de la habitación dejándome sola, "maldito gilipollas".