Las luces del jardín iluminan el centro de rosas carmesí, ese que mi madre, mi hermano menor y yo plantamos antes de que su enfermedad la consumiera por completo, nadie sabe lo que realmente tenía. Nunca fueron capaces de dar una razón logica; a pesar de comer, siempre bajaba mucho de peso, empezó a palidecer y a falta de ciertos medicamentos junto con estudios no encontraron solución y eso llevó a su final en la vida. Hace dos años que se fue, cada noche suelo mirar las rosas que hay en el jardín, son hermosas y me hacen recordar a ella llenándome de alegría; al saber que al menos una esencia de ella descansa en nuestras rosas. De esa manera no me siento sola ni triste, me duele su partida pero todos debemos de pasar por eso tarde o temprano, lo mejor es ser fuerte en estas situaciones.
El frío recorre mi cuerpo al solo poseer una fina bata. Mi padre siempre llega tarde y mi hermano siempre insiste en ir con él a su trabajo el cual siempre permanece ocupado. Al ser dueño de un famoso hotel, le presta más atención al negocio familiar, con decir que solo mi hermano y yo asistimos al entierro. Es por esa razón que mi pequeño hermano insiste en ir a su trabajo, para pasar un tiempo con su padre. En cambio a mi no me molesta, no me importa que no ponga atención en mí, con que atienda a mi hermano con eso me conformó. Todavía me pregunto si padre quiso a mi madre, la verdad es que no sentí tal afecto, ni una sola lagrima cayeron de sus fríos ojos.
Las luces empiezan a parpadear y me recorre una sensación extraña a mi pecho que hace que se acelere mi corazón. Nunca me fallan las luces. Observó por mi hombro por ambos lados asegurándome de que me encuentro sola en esta gran casa. Las luces se apagan por completo, me abrazo a mi misma para sentirme segura; se que es ridículo, pero intento mantenerme en calma. Se vuelven a encender y mi vista regresa a las hermosas rosas que son invadidas por un sujeto desconocido, avanza entre las rosas con mucha dificultad ¿Qué le pasa? Las espinas han de penetrar su piel y aún así camina entre ellas. Con curiosidad y miedo vigilo al hombre que se a atrevido a invadir mi hogar, pero al llegar a la mitad del jardín este cae sin más.
Siento que mi corazón se detiene, estoy tan asustada por lo que esta pasando, solo que algo pasa por mi cabeza ¿Tal vez solo viene por ayuda? ¿Debería de ayudarlo?
Doy rápido la vuelta y salgo de mi habitación olvidando tomar mi abrigo, con solo mi bata blanca manga larga bajo las escaleras con cuidado de no caer, cruzo la cocina y la sala. Salgo al exterior donde permanecen las rosas, me tomo un respiro. Empiezo a caminar entre ellas sintiendo como sus espinas rasgan mi piel y entre el ardor brota un líquido, lo cual ignoró. El saber que hay una probabilidad de que el venga a pedir ayuda por estar mal herido, hace que este dolor que siento en estos momentos no tengan tanto efecto en mi, tal vez sea ridículo ir en busca de un desconocido pero, yo no soy de las puede estar viendo sufrir a alguien y quedarse sin hacer nada, eso es inhumano.
Llego a su lado, él aún permanece boca bajo, sin mover ni siquiera un dedo.
—Oye ¿Qué te ha pasado? ¿Por qué has venido aquí?
No obtengo ninguna respuesta pero se empieza a mover, eso es bueno, me hace saber que no ha muerto. Me alegro no tener un cadáver en mis rosas, sería mal hablado en mi pueblo y así nunca podría escoger un buen esposo. Él intenta ponerse de pie.
—Tranquilo, déjame ayudarte ¿Cómo te llamas?
Avisó antes de ayudarle y el solo me asiente. Lo tomo por el brazo ayudándolo a ponerse de pie con mucha dificultad. Al poder verlo un poco mejor, me doy cuenta que tiene sus ojos cerrados, su cabello es muy extraño ya que nunca había visto a un chico con melena azul y ni siquiera desprende olor a tinte. De pronto sus ojos se abren y un color rojo brillante observan mis ojos azules. Mi cuerpo qued estático al verlos, esto no es normal, él en realidad no se ve para nada normal, sus ojos no son comunes y ni siquiera su color de piel; ya que parece como si estuviera a punto de morir.
—¿Qué eres en realidad?
Se acerca más a mi lentamente, tengo tanto miedo que no puedo hacer que mi cuerpo se mueva.
—¿Sabes algo? Odio cuando se empiezan a preguntar que clase de monstruo soy.
—Yo no he dicho que seas un monstruo.
—Pero tu mirada dice lo contrario.
Mis palabras se quedan en mi garganta, sin poder pensar en lo que puedo hacer, mi mente me grita que huya de él pero simplemente estoy muy asustada para moverme. Observo bien su rostro encontrando cortadas frescas, creo saber que es por su repentina caída. Su rostro llega a mi hombro, inhala mi olor y después pasa su lengua delicadamente hasta mi cuello, haciendo que mi cuerpo se ponga tenso al sentir su lengua helada en mi piel. No sé qué está tratando de hacer pero no me está gustando para nada lo que está haciendo.
—Lamento lo que haré a continuación, yo solo no quiero morir.
Seguida de sus palabras, me toca el cuello con su frío dedo e incrusta algo afilado, desconozco lo que a encajado en mi. Lo que después hace me hace querer gritar pero el ahoga mis gritos con la palma de su mano. Su boca está en mi herida y mi sangre empieza a pasar por su garganta ¿Cómo lo sé? Puedo escuchar el sonido cuando traga. Los segundos pasan como horas, sufro entre rosas y lamentos, lamentando el momento en el que decidí salir a ofrecer mi ayuda a este sujeto. Mi cuerpo comienza a perder fuerza, las lágrimas tapan mi visión. Lo último que logro ver es cómo ese largo cabello azul marino comienza a teñirse blanco como las nubes.