Entre sombras

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—¿Qué ha ocurrido? —preguntó Acacia mientras salían al exterior y andaban con premura en dirección a Merton. Caía una suave llovizna y calculó que serían las dos o las tres de la tarde.

—El profesor Weber contactó con nosotros hace unos meses dándonos noticias sobre sus sospechas hacia el rector. Lo que él no sabía es que ya estábamos estudiando el caso y nos habíamos percatado de que la operación iba a ser incluso más complicada de lo que habíamos anticipado.

—¿Sois el departamento de asuntos internos de la Orden?

—Algo así —río Michael Bowles—. Señalar a un Gran Maestro como traidor a la Orden que ha jurado servir es la acusación más grave que uno pueda lanzar. Poco a poco la tela de araña fue revelándose, pero no podíamos actuar sin levantar sospechas. El profesor Weber se había protegido con tal cantidad de hechizos que nos llevó un tiempo empezar a ver a través de ellos. Fueron Iris y Eric los que señalaron que Weber estaba ocultándonos algo. Si no hubiera sido por ellos, hubiéramos tomado al rector como la verdadera amenaza, abriendo el camino para que Weber se convirtiera en el nuevo Gran Maestro.

—No sabía que pertenecías a la Orden.

—En Europa solo lo sabía Iris, desde que nos vimos en San Francisco hace unos días.

—Por aquí —exclamó Acacia señalándoles el camino a la capilla.

Encontraron la puerta cerrada. Mientras los hombres de negro estudiaban otros lugares de acceso, Acacia se concentró un momento y la puerta se abrió.

—Tenía entendido que ni siquiera te habías iniciado en la Orden —murmuró el doctor Bowles arqueando las cejas con admiración.

Acacia empujó la puerta y se introdujo en el interior del edificio medieval. A pesar de que el día era gris, las enormes vidrieras todavía dejaban pasar una buena cantidad de luz y había numerosos candelabros encendidos. Vio varios cuerpos tendidos sobre las baldosas multicolores. No los reconoció y no parecía haber rastros de sangre. Quizás solo estuvieran inconscientes, deseó.

Un ruido le hizo mirar al fondo de la capilla, donde vislumbró una escena caótica con varias sillas y candelabros por los suelos. Corrió hacia allí seguida del doctor Bowles y sus hombres. Eric estaba levantándose con esfuerzo y tendiéndole la mano a una pálida mujer de revueltos cabellos rubios. A pocos metros de distancia, Iris hacía un gesto con la mano extendida hacia el profesor Weber, quien se dirigía hacia la derecha del altar. Acacia se dio cuenta de que el poder de Iris no era suficiente para frenarlo.

Detenlo, le pidió a Enstel.

El profesor Weber lanzó una exclamación de sorpresa y luchó por continuar moviéndose mientras Acacia y el resto del grupo se acercaban a él.

Eric giró la cabeza hacia ellos y la intensidad del alivio y el amor que reflejó su rostro al verla caldeó el corazón de Acacia.

—¿Estáis bien? —les preguntó.

Iris y Eric asintieron con rapidez. El joven ya se había puesto en pie y, aunque con rostro pálido, no parecía estar herido. La mujer rubia, todavía incapaz de levantarse, la miró con ojos hundidos. Iris se agachó a su lado para atenderla.

Acacia estudió al profesor Weber, que continuaba intentando recobrar el control sobre su cuerpo.

—No te molestes —le aconsejó—. Cuando más trates de vencerlo, más débil te encontrarás.

—¿Qué estás haciendo? ¿Acaso no sabes que Iris y Eric han traicionado la Orden y todo lo que representa? Te han engañado durante todos estos meses, haciéndote creer que había un elemento corrupto cuando en realidad son ellos los que quieren hacerse con el poder.

—Veo que has asistido a la misma escuela de manipulación que Lord Crosswell —respondió la joven.

—No seas ingenua, Acacia. Tú sabes bien que no te estoy mintiendo.

Acacia lo observó en silencio, considerando qué hacer.

—¿Qué es esta presencia que me impide moverme? ¡Solo un espíritu Tau sería capaz de tal cosa y no es posible que hayas logrado invocarlo!

—Tienes razón. No sabría cómo. Fue mi madre quien lo hizo. Enstel me está diciendo que tus acciones e intenciones son incluso más negras que las del rector...

Eric se aproximó a ella y se abrazaron breve e intensamente. Acacia miró a su alrededor. Los dos hombres vestidos de negro que acompañaban al doctor Bowles estaban estudiando los cuerpos diseminados por toda la capilla. La mujer rubia había logrado ponerse en pie, aunque su rostro todavía presentaba un tono cadavérico.

—¿Qué hacen? —preguntó Acacia.

—Asegurándose de que sus poderes están realmente neutralizados —respondió el doctor Bowles—. Iris, Rachelle y Eric han hecho un buen trabajo.

—¿Qué va a pasar con ellos?

—Tenemos pruebas suficientes para encarcelarlos a todos de por vida. Varios miembros de la Orden están ahora mismo desactivando a otros elementos que operaban desde Inglaterra. No contábamos con que el rector actuara con tanta rapidez y eso ha precipitado nuestros planes. Solemos ser mucho más organizados y efectivos.




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