El laboratorio estaba en completo silencio, salvo por el ocasional murmullo de los trajes quirúrgicos que todos llevaban para evitar el contagio del virus “Lágrimas de Sangre”. Emma deambulaba como una sombra entre los pasillos, su tristeza pesando en cada paso. Alex no podía evitar fijarse en ella. Su corazón se rompía al ver a su hermana tan desmoronada, especialmente después de la muerte de Matías.
En un rincón del laboratorio, Maya se acercó a Alex mientras Emma estaba sentada en el suelo, con la mirada perdida.
—¿Cómo está Emma? —preguntó Maya, bajando la voz para no alarmar más a la joven.
—No está bien, para nada —respondió Alex, con una tristeza en la voz que no podía ocultar—. Matías era todo para ella. Lo perdimos y ella está completamente destrozada.
Maya asintió, observando a Emma con preocupación.
—Lo siento mucho, Alex. Es difícil, y me imagino que debe ser aún más duro para ti, viéndola así.
Alex la miró, su expresión seria y cansada.
—Sí, es duro. Me duele verla así. A veces me siento como si estuviera fallando como hermano. No sé cómo arreglar esto.
Maya le dio una palmadita en el hombro.
—Lo estás haciendo bien al estar aquí para ella. Eso es lo más importante.
Alex asintió, agradecido por las palabras de Maya. Justo en ese momento, Emma se levantó lentamente y caminó hacia ellos. Maya vio que era el momento para darles un poco de espacio y decidió retirarse discretamente.
—Si necesitas algo, avísame —dijo Maya antes de alejarse.
Emma se acercó a Alex, con los ojos aún hinchados y enrojecidos por el llanto.
—¿Podemos hablar? —preguntó, su voz quebrada pero decidida.
Alex asintió, notando lo frágil que parecía su hermana.
—Claro, ¿qué pasa? —dijo Alex, intentando sonar tranquilo pero su dolor evidente en cada palabra.
Emma se sentó junto a él en un banco del laboratorio, su cuerpo temblando ligeramente. Alex se sentó a su lado, sintiendo cómo su propio corazón se rompía al verla así.
—Quiero hacer algo por Matías, algo que lo recuerde como se merece —dijo Emma, su voz apenas un susurro—. No quiero que su muerte sea en vano.
Alex la miró, sus ojos llenos de empatía.
—Emma, me duele verte así. A veces siento que no sé cómo ayudarte. Verte sufriendo me destroza. Matías era muy importante para ti, y verlo partir me hace sentir tan impotente.
Emma lo miró, sus lágrimas comenzando a caer de nuevo.
—No sé cómo seguir adelante, Alex. Matías siempre me escuchaba, me hacía sentir especial. Me siento tan vacía ahora que ya no está. No puedo dejar de pensar en cómo nos animaba con sus historias, y ahora todo eso se siente tan lejano.
Alex la abrazó con fuerza, sintiendo el peso de su tristeza. Su voz era una mezcla de dolor y ternura.
—Emma, esto es tan difícil para mí también. No puedo imaginar lo que estás pasando, pero te prometo que no estás sola en esto. Siempre estaré aquí para ti. Verte tan rota me mata por dentro, y solo quiero hacerte sentir un poco mejor.
Emma abrazó a Alex con fuerza, dejando escapar un sollozo profundo.
—Gracias, Alex. No sé qué haría sin ti. Matías siempre me decía que no debía rendirme, que debía seguir adelante. Y quiero hacerle honor a eso, pero es tan difícil.
Alex la miró con una mezcla de tristeza y determinación.
—Emma, sé que Matías te dio fuerza, pero quiero que sepas que ahora soy yo quien te sostiene. Cuando Matías murió, no solo perdiste a alguien a quien amabas, sino que también perdiste una parte de ti misma. Y yo estoy aquí para ayudarte a reconstruir esa parte. No quiero que enfrentes esto sola. No puedo soportar verte sufrir sin hacer algo para aliviarlo.
Emma se aferró a Alex, sus sollozos disminuyendo un poco.
—A veces, me siento tan sola en medio de todo esto. La ausencia de Matías es como un vacío que no puedo llenar. Y aunque sé que te tengo a ti, me duele ver que también estás sufriendo por mi culpa. No quiero que eso pase.
Alex la miró a los ojos, su expresión llena de cariño y dolor.
—Emma, no es tu culpa. Lo que estamos pasando es una tragedia, y no hay culpa que asignar. Lo que importa ahora es que sigamos adelante, que sigamos viviendo con el recuerdo de Matías en nuestros corazones. Él te amaba mucho, y sé que querría que encontráramos una manera de seguir adelante. Eso es lo que quiero hacer por él, y por ti.
Emma asintió, secándose las lágrimas con la mano.
—Tienes razón. No quiero que Matías haya muerto en vano. Quiero hacer algo significativo. Pero a veces siento que no tengo la fuerza para hacerlo.
Alex la miró con una mezcla de ternura y determinación.
—Emma, si alguna vez necesitas una razón para seguir adelante, piensa en Matías. Piensa en sus palabras, en su amor, en su risa. Él siempre creía en ti, y yo también. Estoy aquí para ayudarte a encontrar esa fuerza. No importa cuán oscura sea la noche, siempre habrá un amanecer. Y yo estaré aquí, a tu lado, para enfrentar cada amanecer contigo.
Emma se inclinó hacia Alex, buscando consuelo en su abrazo. La calidez de su presencia le daba algo de paz en medio de su tormento.
—Gracias, Alex. No sé cómo agradecerte. Eres mi roca, mi luz en la oscuridad.
Alex sonrió débilmente, acariciando el cabello de Emma.
—Solo quiero que sepas que siempre estaré aquí. No importa lo que pase, lo enfrentaremos juntos. Por Matías, y por nosotros.
Emma asintió, su abrazo aferrándose a Alex con un renovado sentido de esperanza. Sabía que la vida seguiría siendo dura, pero al menos no tendría que enfrentarla sola.
Emma asintió, su abrazo aferrándose a Alex con un renovado sentido de esperanza. Aunque el dolor seguía presente, había una chispa de esperanza que ahora iluminaba su camino.
Juntos, se sentaron en el banco, compartiendo un momento de silencio y compañía que, aunque marcado por la tristeza, también estaba lleno de un profundo amor y conexión.