Regresaba a casa muy emocionado de la escuela primaria. Habían entregado el boletín de notas del segundo semestre y quería presumir los resultados con mi padre. Esperaba que me felicitase al haber obtenido notas perfectas en todas ellas, teniendo en cuenta también que mi octavo cumpleaños era dentro de pocos días.
Al haber llegado casa, entré y busqué a mi padre, pero no lo encontré en su despacho. Decidí ir a buscarlo en la cocina, no obstante, me detuve a medio camino al escuchar un sonido ensordecedor proveniente del segundo piso, lo que hizo que saltara del susto. Una vez más calmado, decidí subir y averiguar la razón de este.
Habiendo llegado al segundo piso, me dirigí a la habitación de mi padre y abrí la puerta. Tras hacerlo... la imagen que vi me sorprendió enormemente. Todo estaba totalmente desordenado, los espejos rotos, la ropa tirada en el piso y varias botellas de licor, entre otras bebidas, rotas en el suelo.
—¿P-papá? —susurré temeroso.
Al no obtener respuesta, entré lentamente a la habitación con el corazón palpitante.
Escuché sonidos detrás de la puerta y al terminar de ingresar, vi a mi padre sentado en un rincón de la habitación, totalmente desaliñado y ebrio. Sostenía una botella de whisky a medio terminar y muchas otras botellas vacías de otras bebidas a su alrededor.
—¿Papá? ¿Estás…bien? —pregunté, acercándome lentamente.
—Lar… go —susurró, apenas audible entre sollozos.
—Papá, mira, traje mis calificaciones —dije con emoción.
Extendí mi mano tratando de entregárselo, pero no reaccionó. Su rostro estaba fijo en el piso, susurrando palabras ilegibles para mí.
—¿Papá? ¿Te sientes bien? —volví a preguntar, pero su mirada seguía en dirección al piso.
Algo dentro de mí me decía que debía irme inmediatamente, pero me encontraba preocupado, así que seguí acercándome e intenté tocar su brazo. Sin embargo, me detuve al escuchar nuevamente su voz, cargada de dolor.
—Largo… es… tu culpa —sollozó.
—¿P-papá?
A pesar de sus palabras confusas y el miedo que empecé a sentir, quise acercarme y decirle que todo estaba bien, quise… abrazarlo, pero su estruendosa voz volvió a detenerme.
—¡Te dije que te largaras! ¡¿Qué no entiendes?! —gritó con rabia, alzando la mirada hacia mí.
—Yo…
No comprendía que estaba sucediendo, mi corazón se desbocó, mi cuerpo empezó a ponerse rígido y a temblar.
—¡Es tu maldita culpa, si tú solo no hubieras…! ¡Ella…! —vociferó, sollozando con rabia.
Mi padre me había gritado en muchas ocasiones, ante errores que yo cometía, como la vez que no limpiaba correctamente mi habitación o cuando iba a pedirle que juegue conmigo o me leyera un libro. Pero esta vez, su voz tenía un tono diferente, cargada de rabia pura. Comprendí en ese momento lo que era una mirada de odio.
Quise irme, pero mi cuerpo no reaccionaba. Mis mejillas empezaban a mojarse por las lágrimas y mi cuerpo comenzó a temblar más intensamente.
—¿Q-qué…? —traté de preguntar el motivo detrás de sus palabras, pero mi voz no salía.
—¡Acaso eres sordo! ¡Lárgate! ¡Vete! ¡No te quiero ver! ¡Tu…!
Sin previo aviso, se levantó y me abofeteó con fuerza, lanzándome varios pasos hacia atrás, cayendo al piso con un dolor palpitante en la mejilla.
Comencé a llorar fuertemente mientras lo observaba, incapaz de moverme, en un estado de pánico.
El dolor de aquella bofetada no era nada a comparación con sus próximas palabras y aquella… revelación. Mi padre se acercó y me sujetó de los hombros, ejerciendo mucha presión, mientras seguía gritándome y culpándome.
—P-papá… no digas eso —sollocé, mientras intentaba soltarme de su agarre —, suéltame, me lastimas… p-papá… —volví a sollozar con mayor intensidad.
Mi fuerte llanto no era mayor a sus gritos y su… verdad. A partir de ese momento, esas palabras se quedarían grabadas en mi mente y corazón.
Mi llanto se volvió descontrolado, el dolor de su agarre en mis pequeños hombros era intenso y me provocaba mucho dolor, pero sus palabras me herían con mayor intensidad, eran como chuchillas que se introducían en lo profundo de mi ser. El saber que yo…
Desperté abruptamente por el sonido del despertador. Mi corazón se salía de mi pecho, con una opresión sumamente dolorosa, mis ojos estaban en un mar de lágrimas y mi cuerpo temblaba mientras sudaba frio.
—Rayos —me erguí en la cama, tratando de controlar mi respiración—. ¿Por qué…? —coloqué ambas manos en mi rostro, en un intento vano de retirar esos recuerdos de mi mente.
Había pasado bastante tiempo desde que había vuelto a tener ese sueño. Era como si mi subconsciente lo estuviera sacando a flote cuando estaba a punto a olvidarlo.
—Estoy bien… estoy bien… —repetía en susurros, intentando calmarme.
Pasado unos minutos, apagué el despertador que seguía sonando incesante sobre mi velador y me levanté de la cama para irme a dar una ducha.
Luego de haberme duchado y vestido, bajé las escaleras y fui a la cocina. Debía tener listo el desayuno antes de las 7 a.m. o estaría en problemas.
#8668 en Novela romántica
#1381 en Novela contemporánea
romance lgbt+, drama familiar y psicológico, misterio y superación
Editado: 21.06.2024