Entre tu Corazón y el Mío Libro 2

Capítulo 32. Supremo

 31 de julio de 2020

No tengo idea de cuantas horas llevo aquí.

Quería ir a la Laguna de las Estrellas, pero ese sería el primer lugar al que buscarían Cristopher y Martín. Este lugar es nuevo, lo descubrí en las dos horas que me la pase corriendo. Solo hay árboles y hojas secas. Como precaución para no ser descubierto me subí a la cima del árbol más grande. Este lugar está más vacío que mi corazón antes del nacimiento de Ana.

Me tranquiliza escuchar cantar a los pájaros, es una pena que no se chiflar, me gustaría unirme a ellos.

Estas últimas horas he leído una y otra vez las páginas de los tres libros que conseguí. Por más que lo intento no logro comunicarme con el Supremo. O yo estoy haciendo algo mal o el Supremo no quiere hablar conmigo.

Recargo la cabeza en el tronco y cierro los ojos. A lo mejor y durmiendo me puedo comunicar con él. En el libro no dice nada sobre dormir, supongo que no pierdo nada con intentarlo.

 

Me pasa las manos por el cuello, con mucho cuidado yo pongo las mías en su cintura. Nos movemos de un lado hacia el otro al ritmo de la canción que siempre imagine para el día de mi boda: Unchained Melody de The Righteous Brothers. Solo somos ella y yo en este lugar vacío, los únicos testigos son las estrellas, la Luna y su amor prohibido: el Sol.

No puedo dejar de ver sus ojos y no quiero soltarla, temo que si lo hago la perderé y será difícil conseguir que vuelva a estar conmigo. Con ella me siento seguro, el miedo no existe, la ansiedad no entra en mi cuerpo y mi corazón se siente protegido. Ella me produce tranquilidad, paz y me hace volar hacia las nubes.

Mi piel brilla, las venas se me marcan en los brazos y las manos, mi pecho sube y baja, la saliva me pesa por la garganta, escucho los latidos de mi corazón. Gracias a ella es que estoy vivo, mi alma existe y mi cuerpo no está hecho polvo.

Ella sonríe, llevo mis manos a sus mejillas y acaricio sus labios con mi pulgar. Uno mis labios con los suyos y la beso como si fuera nuestra última vez.

La amo mucho, la amo como nunca he amado a nadie. Con este beso sellamos ese amor que el Supremo destino para nosotros, quiero tatuármelo para nunca olvidarlo.

Mis alas salen disparadas de mi espalda, Ana me empuja con fuerza y se limpia los labios. Su piel se vuelve opaca, el rojo de sus labios y sus mejillas desaparece, su pecho no se mueve y no escucho sus latidos. Unas pequeñas alas blancas le aparecen en la espalda.

Poco a poco nuestra ropa y nuestras alas se van tiñendo de negro. Las estrellas, la Luna y el Sol se esfuman. El lugar se vuelve oscuro, hay volcanes y fuego por todos lados.

─Todo esto es tú culpa ─espeta con enojo─. Eres lo peor que ha existido, por tú culpa me convertí en esto.

─Ana, perdóname, nunca fue mi intensión.

─Te odio. Ahora los dos nos vamos a pudrir en el infierno y todo por haberte enamorado de mí.

 

─¡Nooooooo!

Pataleo con fuerza haciendo que mi mochila mágica y los libros se caigan del árbol. Intento levantarme, mi pie derecho se resbala y me voy de espaldas, caigo encima de una dura y puntiaguda roca.

─Mi espalda ─suelto un gruñido de dolor.

Me quedo acostado sobre la tierra. Buen golpazo el que me di, por suerte no me pegue en las alas o hubiera sido mucho peor. Pero claro, yo quería subirme hasta la cima para que nadie me viera. Recojo mis cosas y tomo asiento en la maldita roca. Me paso las manos por el cabello mientras intento procesar el sueño o más bien, la pesadilla que tuve.

No había tenido pesadillas desde que Martín y yo vimos una película de terror hace veinte años.

Bien, el Supremo no quiere que me comunique con él mediante el sueño, ya me queda claro. ¿Qué más puedo hacer? Ya lo intente todo. Debería de regresar, aunque la verdad no quiero hacerlo. Hui de Ana, su abrazo fue una gran sorpresa para mí, fue mucho más que cuando le tomo la mano. Confió en que Cristopher, Martín o el ángel Emma, le estén haciendo compañía.

─Ay, Ana.

Me deslizo por la roca hasta que llego al suelo, las hojas crujen tras el tacto. Una vez más, lo voy a intentar de nuevo. Funcione o no tengo que regresar, ya me está entrando un poco la preocupación de saber si Ana está sola o triste. En parte creo que mi huida la puede ayudar a similar todo esto, tener su espacio y pensar sobre la segunda oportunidad; aparte de querer hablar con el Supremo también son algunas de las razones por las que estoy aquí.

Cierro los ojos y dejo descansar mis manos sobre mis muslos. Trato de que mi cuerpo se relaje, elimino al instante cada pensamiento que se me viene a la mente, el único sonido que escucho es el de los pájaros y el de las hojas de los árboles que se mueven con el viento.

Las hojas y los arboles desaparecen. El cielo se vuelve más azul.

Estoy flotando sobre una inmensa y muy suave nube. Lo único que siento es la tranquilidad y la paz en mi interior. No hay problemas, ansiedad y miedo. Solo existo yo y las nubes. Es la primera vez que me siento de esta manera tan relajada, me agrada esta sensación.




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