Entre tu Corazón y el Mío Libro 2

Capítulo 34. Promesas rotas

04 de septiembre de 2020

Me sorprende decir que no quería venir a la Terminal. Ya paso un mes y tengo que ingerir una cosa para que mi alma no pierda su “luz” o algo así decía la nota de Cristopher, no la leí muy bien porque en ese momento Ana hizo un berrinche. Toda la semana ha estado enojada porque quiere arreglar las cosas con Juan Pablo y no sabe cómo hacerlo, verla así me hace sentir peor de lo que ya me siento.

Sin embargo, no puedo hacer nada al respecto, cuando quise hablar sobre el beso sus palabras fueron muy claras: “Finjamos que eso nunca paso, hay que olvidarlo… No te disculpes, solo fue un error”. Si… un error.

Antes de venir me lucí un poco con el desayuno, ella no lo sabe, pero es una especie de disculpa por la pésima semana que le toco pasar.

Al doblar por el pasillo choco contra Martha, suelta un grito y se da la vuelta para salir corriendo. Voy detrás de ella, al llegar a la pared ella desaparece haciendo que me golpee en la frente. Oh nena, esto no se va a quedar así. Puede correr y esconderse todo lo que quiera, en algún momento la voy a encontrar.

─¡Alonso! ¡Amigo mío!       

Martín me rodea con sus largos brazos. Ver sus alas hacen que extrañe las mías, ocultarlas en la Tierra es lo que más detesto. Tengo que hacerlo porque hay muchos demonios peligrosos que solo buscan dañarnos, sin las alas los despistamos un poco.

─Pareciera como si no nos hubiéramos visto en un año, no sabes lo mucho que te extraño. Me siento muy solo, no tengo a quien molestar y con quien compartir mis aventuras.

─Yo también te extraño mucho ─le confieso─. No logro acostumbrarme a no escucharte hablar por horas. Solo un mes más y todo volverá a la normalidad.

Abre la boca para decir algo, Martín casi nunca decide quedarse callado.

─¿Qué es lo que pasa? ¿No crees que vaya a regresar dentro de un mes?

─¿La verdad? ─hace una pausa dramática─ No… Ayer estuve hablando de eso con Cristopher, vio el futuro y…

─¿Y… qué?

─Olvida lo que dije, estoy hablando de más y le prometí a Cristopher no hablar sobre eso… ¿Quieres que te muestre una nueva estatua que pusieron? ─se da la vuelta y comienza a alejarse de mí.

Algo no anda bien.

─Martín ─corro para alcanzarlo─. ¿Qué es lo que vieron? ─se queda callado─. ¡Martín! ¿Qué es lo que está pasando? Me voy a enojar contigo si no me dices nada.

Se detiene y me mira a los ojos.

─Alonso… solo olvídalo, por favor. Se supone que no debía comentarte nada, pero se me escapo. Cristopher se encargara del asunto. Solo olvida todo esto.

Muy bien, últimamente soy bueno olvidando y fingiendo que las cosas nunca pasan. Es mejor que le haga caso y olvide el asunto, ya tengo muchos problemas como para crear otros.

─Hablando de Cristopher… me pidió que te diera esto ─de la bolsa de su chamarra saca un frasco transparente que contiene un líquido blanco con pequeños brillos dorados─. Dijo que procures beberlo sin hacer pausas y que ignores el sabor. Me explico que es para que tu alma recupere el brillo perdido y para no se acostumbre a la Tierra. Ahora que te veo estás un poco pálido.

─¿Dónde está Cristopher? ─abro el frasco y lo huelo, no tiene aroma.

─Fue a una de sus increíbles y muy divertidas convenciones de ángeles superiores, le rogué para que me llevara y no quiso.

Me empino el frasco y le doy un trago. Hago lo posible por no escupir, esta cosa sabe a rayos. Ahora entiendo porque dijo que procure no hacer pausas, no me atrevo a seguir bebiendo. Cierro los ojos, me tapo la nariz y bebo hasta la última gota. De seguro es un producto de los ángeles inventores, ¿acaso no pudieron darle un mejor sabor?

Vaya, su efecto es rápido. Me siento más fuerte y menos cansado, hasta ahora me doy cuenta que mi alma si había perdido algo de brillo.

─Está cosa sabe peor que el licuado que nos preparaba papá para la resaca ─tapo el frasco y lo tiro a la basura.

Nunca más volveré a beber eso, ni aunque me alma pierda todo su brillo.

─¿Cuánto tiempo te vas a quedar?

─Como Ana no corre ningún peligro puedo quedarme hasta la media noche, mañana es su cumpleaños.

─Me parece bien, es el tiempo suficiente para ponernos al corriente.

─¡Yo comienzo! ─indico con una sonrisita─. ¡Te tengo un chismesote!

Por fin me voy a sacar esto de adentro. Quería contárselo desde hace semanas, pero no me pareció correcto escribírselo por un pergamino.

─Sera mejor que te sientes porque te vas a ir para atrás.

Por suerte detrás de él hay un banco. Se sienta, cruza las piernas y deja descansar las manos sobre sus rodillas. Su sonrisa de oreja a oreja lo hace aún más gracioso.

─¿Recuerdas al mejor amigo de Juan Pablo? ─se queda pensando.

─¿El que toca la batería y es novio de la loca mejor amiga de Ana?

─Ese mismo. No me lo vas a creer, pero estoy ochenta por ciento seguro de que es hijo de Bryan.




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