01 de diciembre de 2020
─Alonso.
Su voz y su tacto me hacen regresar a la realidad. Con lo que me encuentro son con los ojos llorosos de Salma, una mano la tiene en mi mejilla y la otra en su abdomen. ¿Qué acaba de suceder? Estamos en medio de la calle, Ana se dirige a su auto y Juan Pablo me mira con odio, aunque eso no es una sorpresa. Un momento… ¿por qué hay dos motocicletas?
─Salma… ¿qué… qué acaba de pasar? ¿Por qué lloras?
─Acabas de revertir el hechizo ─medio sonríe, se lleva la otra mano al abdomen y lo acaricia─ y te lo agradezco. Pero escúchame muy bien, el caído se está apoderando de ti y a este paso en unas horas ya no quedara nada de tu alma. ¡Concéntrate! ¡No vuelvas a dejar que te diga que hacer! ─de la bolsa de mi pantalón saca mi corazón y me lo pone en la mano─. No sueltes esto, no olvides quien eres. Ana va a llevarme a la casa de Abraham, espérala en su casa y haz que tome esa decisión de una vez por todas. ¡Ya no tienes mucho tiempo!
Sube al auto de Ana y este pasa a mi lado a la velocidad de la luz. Miro el corazón y cierro la mano. Esto es lo único que me queda.
─¿Por qué te quedas ahí parado? ¿Acaso quieres que te lleve la moto? ─espeta.
¡El plan de las motocicletas!… Oh, gracias al Cielo que el muchacho está bien. Nunca me había sentido agradecido por verlo con vida y a salvo. Bryan debió de haberlo salvado, hay una de sus plumas tirada en la acera.
Sigo al chico al local de las motocicletas y salgo corriendo antes de que abra la boca o decida golpearme. ¿Cómo es que pague esa motocicleta si no tengo dinero? Maldito Alonso, esta es la última vez que se apodera de mí.
Tengo mi corazón en la mano, lo prieto con más fuerza en cada paso que doy. Corro como si el tiempo se me acabara, esquivo a las personas y me cruzo las calles sin siquiera fijarme. Tengo que llegar a la casa de los Evans… tengo que llegar con Ana…
Alonso…
¡No! No lo voy a permitir, no más…
Aprieto con tanta fuerza el corazón que escucho como cruje. El sonido me desconcentra que no vi a una señora y choco con ella, salen volando unos papeles que traía en la mano… no, no son papeles, son fotografías.
─Lo siento, es mi culpa. Lo siento… ─me disculpo una y otra vez mientras que con una mano intento juntar todas sus fotografías.
Me incorporo y se las entrego en las manos, al hacer contacto con sus dedos me quedo helado y con la boca abierta. Sus manos… sus ojos… sus labios… su nariz… ese lunar en el cuello... su cabello negro.
Es Rosie… mi Rosie.
Se le notan un poco los años, pero sigue siendo muy hermosa… Caray, Rosie es preciosa, ya recuerdo porque me enamore de ella. Sigue teniendo ese brillo y ese encanto que me volvían loco. Parece que se acuerda de mí, porque está igual o incluso más sorprendida que yo. Sus ojos se llenan de lágrimas y sus labios tiemblan. Ambos intentamos decir algo, solo que no nos salen las palabras.
Tenerla enfrente de mí me hace pensar en si yo le hubiera puesto un anillo en su dedo anular, en si a mí también se me notarían los años. Pienso en los hijos que hubiéramos tenido y en la edad que tendrían ahora. ¿Viviríamos aquí o en otro lado? ¿Los dos hubiéramos tenido un final feliz si yo hubiera aceptado esa segunda oportunidad?
─Lo… siento.
Los dos sabemos que ese “lo siento” no es por chocar con ella. Es por no haber pensado en ella y por haberla dejado.
Me doy la vuelta y continúo corriendo. Ahora lo único que tengo en la cabeza es la imagen de Rosie. Me encantaba su cabello morado, pero en negro me enloquecía por completo. Continúo con sus fotografías, eso es lo que me emociona. Me gustaría saber si aún conserva la que me tomo sin playera. Solo de recordar ese día se me escapa una pequeña risa.
Gracias a su encuentro es que llego a la casa sin que el otro Alonso me moleste. Me relajo al ver el Mini Copper estacionado. También hay una camioneta roja, me parece que es una amiga de Luz. Justo ahora la pequeña está saliendo de casa, en una mano carga con la maleta que siempre usa cuando va a pijamadas.
─¡Luz!
Me ve y viene corriendo hacia mí. Me agacho para poder abrazarla.
─Es un abrazo de despedida, ¿verdad? Mañana que regrese ya no te voy a encontrar.
─No, no me vas a encontrar. Pero vendré a visitarte, te dejare plumas y hare que mi estrella brille para que sepas que soy yo.
─Me gustaría que no te fueras, eres el mejor amigo que he tenido en la vida y no quiero perderte. Nunca te voy a olvidar, lo juro ─me abraza con más fuerza─. No dejes que nadie apague tu luz, te mereces lo mejor. Eres un guardián, un guerrero… una hermosa estrella. Te quiero, Alonso.
─Y yo a ti, pequeña Luz.
Nos quedamos abrazados hasta que escuchamos el claxon de la camioneta roja. Le limpio las lágrimas y la dejo ir. Por la ventana ella sigue viéndome, me quedo a ver como poco a poco se va alejando hasta que desaparece por completo.
Ojala y en otra vida me toque tener una hermana y una mejor amiga como Luz. Esa pequeña es una de las pocas personas que conoce al verdadero Alonso, conoce mis lágrimas y mis miedos. La voy a extrañar demasiado.