Entre tú & yo

Capítulo 36: Nos vemos

Coloqué mis manos dentro del abrigo mientras atenta observaba a Max. No había vuelto a hablar desde que le dije que continuara con el programa. Lucía pensativo y no muy convencido con mi idea. Tenía sus manos entrelazadas y en ellas reposaba su prominente mentón con su mirada puesta en la lejanía.

Por mi parte estaba igual, pero en cambio yo no pensaba en el presente como él seguramente lo hacía, más bien yo pensaba en el futuro. Si realmente Max renunciara al espionaje ¿qué pasaría después? ¿lo dejarían ir así sin más? Max no ha trabajado en otra cosa que no sea como agente para la ASN y puedo casi jurar que la agencia no le permitirá mencionarla en su currículum, entonces Max quedaría como un hombre de veintiocho años que no ha trabajado nunca y que, claro, no ha ido a la universidad…

¿Qué empresa contrataría a alguien así? ¿a qué se dedicaría luego?

Max hacía esto por pensar en nuestro futuro juntos, pero temía que él no había pensado en su propio futuro; aunque tratándose de él; una persona razonable y siempre preparada, dudaba mucho que hiciera las cosas sin pensar en todos los pro y contras. Él mismo lo había dicho, esto no era una decisión impulsiva. Lo más probable era que tuviera un plan B, incluso hasta un plan C.

- ¿Eso es lo que quieres?

Su voz me sacó de mis preocupaciones.

- Sí – contesté segura -. Quiero que termines lo que empezaste.

Max no lo entendía aún, pero yo hacía esto por él.

- Eso no hará que cambie mi decisión – se puso de pie y a pasos lentos llegó hasta mí -, lo sabes ¿verdad?

Apenas podía ver su cara. Llevé mi mano a ella y acaricié sus rasgos.

- Lo sé, cuando se te mete una idea en la cabeza, es difícil sacarla de ahí.

- ¿No te agrada la idea?

- Si dijera que no, estaría mintiendo – me puse de puntillas y rocé sus labios por un segundo -. La idea de tenerte siempre a salvo, conmigo, viviendo una normal y aburrida vida, es tentadora.

- Lo que para ti es aburrido – dijo mientras pasaba sus brazos por mi espalda – para mí es atrayente. Es la vida que quiero.

Estaba demasiado cerca de mí como para no inclinarme y besarlo otra vez. No me importó en ese momento si teníamos espectadores o no, si Claire aparecía detrás de nosotros con su mirada enojada o si un helicóptero se estrellaba a un lado de nosotros. Todo eso podía pasar y yo ni me percataría. Sólo podía sentir cómo él sonreía mientras me besaba y luego recibí una lluvia de besos por mi cuello que me obligaron a retorcerme por las cosquillas. Casi había olvidado que él solía hacer eso al besarme.

Al separar nuestros labios, me aferré a él. Lo encarcelé entre mis brazos y él hizo lo mismo.

- Los otros… - comencé a hablar con la mirada puesta en los dos agentes que continuaban fumando – Los demás agentes que estaban en el hospital ¿se han ido ya?

- Se marcharon por orden de Claire, pronto yo también me iré con los que faltan – su cara cambió cuando un pensamiento cruzó su mente -. ¿Por cuántos días estarás en Camberra?

- Mañana me voy.

Le escuché suspirar.

- Quisiera poder estar contigo por un poco más de tiempo.

- Yo también – cerré mis ojos e inhalé su aroma, grabándola en mi memoria. Estas viejas costumbres comenzaban a regresar -. Me quedaría a pesar de que no debo. No le temo a la rubia platinada.

Por un momento pareció dudar, debatirse entre dos ideas en su cabeza.

- No – dijo luego de su debate interno -, es riesgoso. Lo correcto es que te marches, aunque yo no quiera eso.

¿Riesgoso?

- ¿Qué le pasará a Andrea? – pregunté recordando mi preocupación anterior - ¿por qué necesitaba esos documentos?

Movió su cabeza, en un gesto que le quitaba importancia al asunto.

- No te preocupes, ella estará bien. Estoy seguro de que la ASIS le permitirá estar a lado de Eduardo, no en todo por supuesto.

Bueno, con eso podía estar más tranquila ahora.

Me tuve que separa de él para contestar mi celular. Hablando de Andrea, era justo ella llamándome ahora.

- ¿Todo bien?

Aunque Max me dijera que ella estaría bien, yo aún tenía un timbre de ansiedad en mi voz.

- Sí, todo está bien Luisa – su voz se oía calmada -. Gracias en serio por lo que hiciste, ¿qué sería de mí sin ti? – dijo con una risa nerviosa – La rubia ya se fue, ahora puedo estar más tranquila. ¿En dónde estás tú?

- En el hospital – perdí la concentración en la llamada cuando repentinamente Max agachó un poco la cabeza para besarme en los labios -. E-estaba esperando a que la rubia se fuera.

Luego de la llamada, decidimos regresar al interior. La temperatura estaba demasiado baja y la cercanía de Max no era suficiente para evitarme una hipotermia.

Al salir del ascensor, di un paso hacia donde se encontraría Andrea; sin embargo, Max me tomó de la mano y nos desvió de rumbo. No pregunté qué era lo que hacía ni tampoco puse resistencia porque sospechaba cuál era su intención. Llegamos a la amplia cafetería y casi desierta a excepción de los dos doctores que tomaban café en aquellos taburetes. Nos sentamos en un rincón alejado. Me apegué a su lado mientras él pasaba su brazo por mis hombros, estrechándome con demasiada fuerza.




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