-¿Cómo haces para lucir siempre tan bien?- dijo Adam, besándole la mejilla.
-Es tu imaginación. O tus hormonas aceleradas.
-O en realidad eres bellísima.
-Claro, claro.
-Bueno, ya que no puedo convencerte, ¿me dejas invitarte un algodón de azúcar?
-Ya me convenciste.
-Lo sabía.- contestó con complicidad.
Adam se aproximó al vendedor de algodón de azúcar.
-¿Me da dos, por favor?- dijo Adam, buscando el dinero en el bolsillo de su pantalón.
-Seguro.
Adam pagó, tomó los algodones de azúcar y le entregó el suyo a Nanna.
-¡Está delicioso! ¡Tenía años sin comer uno así!- exclamó ella.
Adam alzó la vista hacia el vendedor de algodones de azúcar, sus dos penetrantes ojos verdes, muy conocidos, miraban a Nanna. De pronto, a su lado, cruzó una chica, que lo tomó del hombro. La miró fijamente.
-¿Qué tanto me miras? ¿No tienes novia?- preguntó la gitana.
Nanna comenzó a toser sin control. Adam se volvió hacia ella para auxiliarla.
-¡Todo es tu culpa! ¿No puedes dejarme en paz?- exclamó Adam, que se giró a ver a la gitana, que ya había desaparecido junto con el vendedor.
-¿A quién le hablas?- dijo Nanna, entrecortadamente por la tos.
-¡La gitana! ¡La gitana estaba aquí!
-¿La gitana?- Nanna comenzó a toser con mayor fuerza, cayó al suelo, bocabajo, y en el suelo cayeron unas gotas de sangre.
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-¿Qué tiene Nanna, doctor?- preguntó su madre.
-Su hija ha sido intoxicada, señora Evans. El veneno avanza muy rápido. Ya le hemos aplicado las antitoxinas más fuertes. Es cuestión de esperar.
La señora Evans se echó a llorar en el hombro de su esposo. Adam estaba apoyado en la pared de la sala de espera, sintiéndose culpable. No podía mirar a los ojos a los señores Evans.
De pronto, escuchó que alguien lo llamaba. Reconoció la voz de la gitana, y decidió seguirla.
Confiando en su oído, caminó en dirección a la voz, que se escuchaba más cerca a cada paso.
Dobló pasillos, subió algunos pisos…Luego se detuvo en un pasillo desierto, incluso oscuro.
“Habitación 341. Nadine Evans”
Miró a través de la ventana. Ahí estaba, la chica que amaba, su primera novia formal, a la que se había entregado totalmente el viernes por la noche, con quien pasó toda la semana bajo el mismo techo siendo un can. Esa chica, yacía moribunda en su cama de hospital.
Una luz azul y cegadora apareció a su lado, y luego lo cubrió todo.
Adam abrió los ojos. Todo seguía igual. Un doctor caminó hacia él.
-Doctor, ¿puedo pasar a ver a mi novia?
Pero en cambio, el doctor ni siquiera lo notó. Y peor aún, atravesó a Adam cual fantasma.
-No puede oírte. Nadie puede hacerlo.- dijo la gitana, de pie a su lado.
-¿Qué quieres de mi?
-Te quiero a ti, Adam. En serio, jamás creí que tú lograrías pasar esa prueba.
-Pues lo hice. Sólo déjame ir.
-No es tan fácil. Quiero decirte mis ofertas.
-¿Qué ofertas?
-La vida de Nadine, o la de tu madre. Te recuerdo, que ella viene en camino al hospital, sería una pena que comenzara a llover y tuviera un accidente.- dijo la gitana, con decisión, dibujando una sonrisa torcida en su hermoso rostro.
-No podrías…
De pronto, un trueno partió el silencio sepulcral del pasillo, y una estruendosa tormenta comenzó a rugir.
-Elige.
Adam, sintió miedo. Las dos mujeres más importantes de su vida, corrían el riesgo de morir.
-Elige, Adam. El veneno sigue avanzando, y la tormenta arrecia.
La señora Evans llegó al cuarto junto con el doctor.
-Gracias, doctor.
-Quince minutos, señora. No más.
-Entendido.- terminó la señora Evans, cerrando la puerta de la habitación.
Se aproximó a Nanna, acarició con delicadeza la mano que tenía libre y besó su frente. Luego se echó a llorar en su regazo.
-Elige.- repitió la gitana.
La tormenta arreció aún más.
-Elige.
El cielo soltó un trueno que pareciera romper el hospital en pedazos.
-Elige.
Y por más imposible que pareciera, la tormenta pareciera un huracán.
-Elige.
Y de pronto, la luz se fue.
Adam no podía ver nada. Apenas podía escuchar los pasos de la señora Evans en el cuarto de Nanna. Y por suerte, regresó de inmediato. Las máquinas siguieron funcionando, quizás haya sido sólo una ilusión…
-Elige.
Las pulsaciones de Nanna disminuían.
-Elige.
La señora Evans comenzó a exasperarse.
-Elige, Adam.
Y de pronto, un sonido agudo le heló la espalda a Adam. La señora Evans oprimió el botón rojo un millar de veces antes de salir corriendo por el pasillo.
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Editado: 14.07.2018