Nanna apenas sentía el suelo, ni siquiera se preocupó por revisar si Mark seguía a su lado, pero no fue necesario cuando su mano tomó la suya al llegar frente a la luz. Eva Ferdinand se detuvo junto a ellos. Estaban frente el reflector, que los miraba desde encima de la carpa de lo que pareciera haber sido algún circo.
-Hay una entrada, debemos ir.- susurró Eva Ferdinand.- ¿Traen sus armas?
-Aquí están.- contestaron los chicos.
-Estén alertas. Permanezcamos juntos.
Avanzaron entre la penumbra, a la expectativa. Las voces de Heather y Sharon seguían abriéndose paso hacia ellos. Una vez dentro de la enorme carpa, Mark le dio un codazo a Nanna y señaló hacia arriba: Un gran reloj con un infinito en el lugar del doce.
-Son ellos. Los “perfectos” de los que me habló Millena.
-¿Qué significa ese infinito?
-Podría ser cualquier cosa. Cada quién interpreta los símbolos como quiere y los manipula a su antojo.
Una luz irrumpió entre la leve oscuridad.
-¡Jala la cuerda, Sharon!- exclamó la mujer que respondía al nombre de Heather. Un montón de vigas cayó encima del grupo, haciéndolos caer al suelo.
-¡SALTEN FUERA!- exclamó Eva Ferdinand, que se escabulló como pudo fuera del desastre. Mark rodeó a Nanna.
- ¿Seguirán vivos?- preguntó Heather.
-No lo sé…Oh, espera. Escucho el latido de un corazón débil. O quizás dos.- dijo Sharon, con cautela.
-¿Dos? ¡¡Pero si son tres!!- exclamó Heather con un dejo de frustración.
Nanna sintió un enorme vuelco al escuchar la conversación de ambas. ¿Sería que alguien había muerto? Estaba segura que no era ella, sentía el dolor punzante en su espalda. Eva Ferdinand, había logrado salir antes de que cayeran las enormes maderas encima de ellos. Entonces, sintió el peso del brazo de Mark que la apretaba con fuerza.
-Oh, no. ¡¿Qué le hemos hecho?!- sollozó Heather.
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-¡Deja de llorar, tonta! Debemos sacarlos de ahí antes de que llegue Rubeus.
-Se va a enojar mucho cuando sepa el error que cometimos.
Nanna guardaba silencio, esperando a ser encontrada. Buscó su arma debajo de las vigas. Pudo percibir que la carpa estaba intacta. Todo era una trampa que ya estaba ahí.
-¡Claro! Después de tanto cuidarnos de no ser descubiertas por los demás casi matamos a quien sí debía venir. Ven, ayúdame a sacar esto.
Las chicas se aproximaron. Fueron quitando las vigas con una rapidez y agilidad poco común en un par de jóvenes mujeres. En menos de dos minutos, el aparatoso accidente había desaparecido y sólo yacían en el suelo, inconscientes, los Ferdinand; y fingiendo demencia a su lado, Nanna.
-Sé que nos escuchas, forastera. Deja de fingir.- susurró Sharon, empujándola con la punta de su bota-Ponte de pie. Ya nos encargamos de tus acompañantes.
Nanna obedeció sin titubear. El miedo le recorría la espalda de abajo hacia arriba. Vio a las chicas despertando a Eva Ferdinand y a Mark como paramédicos expertos. El alma le regresó al cuerpo al ver al chico abriendo sus ojos miel de nuevo.
Después, observó a las atacantes: Heather era alta y menuda, de tez muy blanca, ojerosa y largo cabello anaranjado que caía en forma de caireles; mientras Sharon, por el contrario, tenía la tez un poco menos enfermiza, con cabello castaño igual de largo que Heather y su complexión era menos débil que la de su compañera. Ambas llevaban ropa desgastada y sucia.
Cuando ya todos estuvieron en sus cinco sentidos otra vez, las chicas prendieron una pequeña fogata y llevaron unos bancos para sentarse alrededor.
-Y bien, ¿quiénes son ustedes?- comenzó Sharon, como era de esperarse, con un tono agresivo e impaciente.
-Tranquila, hay que tener paciencia. No les hemos dado el mejor recibimiento, precisamente. ¿Cómo se llaman?- dijo Heather con una sonrisa que parecía sincera, pero no dejaba de ponerle la piel de gallina a Nanna. La consumía el terror.
-Yo soy Eva Ferdinand. Él es mi hijo, Marcus y ella es su amiga, Nanna. No planeábamos atacarlos, o bueno, no a ustedes.
-Marcus…-susurró Heather, sin despegarle la mirada al chico, que se sonrojó.
-¿Y a quién planeaban atacar?- preguntó Sharon.
-Venimos buscando a una chica, se llama Phoebe Thomas. Fue raptada por los gitanos hace casi dos meses.
-¿Y qué les hace pensar que estaba aquí?
-Tenemos pistas.- interrumpió Mark, de nuevo rebasado por sus impulsos.
-¿Qué pistas, Marcus?- preguntó desafiante la imponente Sharon.
-Eso.- dijo él, señalando hacia el techo de la carpa.
Heather y Sharon se miraron, y sonrieron. Y la respuesta que menos pasaba por la mente de todos, se hizo presente.
-Bienvenido a la eternidad, Marcus.- sonrió Sharon, y sus ojos azules brillaron al compás del fuego.
Nanna apenas sentía el suelo, ni siquiera se preocupó por revisar si Mark seguía a su lado, pero no fue necesario cuando su mano tomó la suya al llegar frente a la luz. Eva Ferdinand se detuvo junto a ellos. Estaban frente el reflector, que los miraba desde encima de la carpa de lo que pareciera haber sido algún circo.
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Editado: 14.07.2018