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Luego de conversar con Lizzie, ella se fue a cambiarse la ropa del entrenamiento, y yo me quedo un rato buscando algún libro para llevar a mi habitación. Una vez elegí, cargue dos novelas, y salí de la biblioteca. Caminando por los pasillos tenía este picor de mis colmillos e imaginaba el cuello de Kenrick. Que rayos me pasa.
Estaba enojada con él y aquí estaba mi ser deseando el aroma de su cuello y su sangre. Estúpido cuerpo que no se controla. Sin darme cuenta mis pasos me llevan hasta el despacho de Kenrick. Estoy frente a su puerta y mis colmillos salen con autonomía.
—Luna, ¿está bien? —pregunta Bruce uno de mis guardias. Yo solo asiento con mi mirada fija en la manija, cierro los ojos retrayendo nuevamente mis colmillos.
No quiero entrar, no quiero entrar, no quiero entrar, peleo con este deseo. Al diablo, a quien miento, si quiero entrar.
Giro la manija y entro a su despacho, mis ojos vibran, no sé si porque estoy molesta con él por dejarse tocar por Trisha o porque deseo morderlo, conecto con la mirada de Kenrick, sus ojos rojos se clavan en mí. No los aparta. Siento la mirada de alguien, por el aroma noto que es el padre de Kenrick. Paso de él y me acerco hasta el despacho de mi lobo y al tenerlo cerca, su cuello, su aroma me llaman, él lo nota y mueve su mano dando la señal sin dejar de mirarme para que su padre deje esta pieza.
Va formular palabra, pero no lo dejo, coloco los libros en su mesa sin dejar de verlo. Me acerco a él y me siento en sus piernas, llevo mi brazo izquierdo a su hombro y con el otro atraigo su rostro hacia mí.
Lamo su labio superior, la temperatura de mi cuerpo sube, copio mi acción con su labio inferior, él se relame mientras su mano viaja rápidamente a mi muslo acariciando, muerdo su labio, chupo y me relamo, él sube su mano hasta mi nuca y me dirige a su boca de manera violenta y posesiva, nuestras lenguas se enlazan cálidas y dominantes al punto de quedar sin aliento. Nuestras respiraciones se juntan, mi pecho sube y baja, el ambiente arde y vuelve a besarme mordiendo mi labio buscando entrada a su lengua al cual dejo sin poner resistencia. Nos separamos jadeantes, el pega su frente a la mía cerrando sus ojos.
Apoyo mis manos en sus hombros y me levanto de sus piernas sin dejar de mirarlo, él sentado y yo frente a él, su mirada me estremece, me inclino llevando mis manos a su rostro. —Eres mío. —susurro en sus labios para luego besarlo. Siento sus manos viajar de mis caderas a mis muslos, los presiona y me levanta como si mi peso fuera nada y me coloca sobre la mesa de su escritorio posicionándose entre mis piernas.
Lleva sus manos a mi rostro acariciándolo con su pulgar y sonríe. Besa mi frente, la punta de mi nariz, una mejilla, luego la otra y finalmente besa mis labios con tanta delicadeza, saboreándolo que no puedo evitar gemir en sus labios. No sé qué pasa conmigo es como si estuviera con un pie en la realidad y otro en el valle de los sueños. Ambos estamos temblando, su calor se intensifica y fusiona con el mío que nos cuesta respirar. Kenrick lleva mis pequeños mechones de cabello detrás de mi oreja y susurra mientras acaricia y delinea mi rostro: Mi niña, mi loba, mi reina no estés molesta. Solo a ti es a quien amo, solo tú Ais.
Rodeo mis manos a su torso y pego mí frente a su cálido pecho, él pasa sus manos por mi espalda acariciando, subiendo y bajando con suavidad. Siento mis colmillos salir involuntariamente, Kenrick retrocede un paso, levanta con delicadeza mi mentón, sonríe y pasa su lengua sobre mis colmillos, muerde ligeramente mi labio inferior y baja besando por mi mentón hasta toda esa línea de mi cuello, mis manos bajan a ambos lados de mi cuerpo, no puedo moverme, solo me dejo llevar por su tacto, por sus besos que me hacen temblar y jadear. Rompe la parte delantera de mi polera realizando un escote y hunde su rostro alcanzando uno de mis pechos entre su boca, chupa, lame y mi respiración se acelera, mi entrepierna empieza a palpitar generándome dolor.
—Quiero lamer cada parte de ti, ahora. —Habla contra mi piel.
—Entonces vayamos a la habitación a jugar. —lo incito con mi respiración entrecortada. Sus manos en mis caderas hacen presión, su aliento cálido me hace cosquillas.
—Anteayer te deje tener el control, esta vez es mi turno. —dice torturando con su lengua mi pezón. —responde Ais, ¿lo tengo? —demanda exigente.
—Lo tienes...lo tienes —repito asintiendo embobada inclinando hacia tras mi cuello y ofreciéndole más acceso a mis pechos.
De pronto en nuestro momento, la puerta se abre abruptamente, Kenrick gruñe levantando su vista en dirección a quien interrumpió, no sin antes cubrir mi seno con rapidez. No giro a ver, mis dedos presionan el borde de la mesa al escuchar su voz: es Leah.
Mis mejillas se calientan al punto que creo pueden estar saliendo humo. Mis cinco sentidos al escucharlo se hacen presente a la velocidad de la luz, mis colmillos se retraen y mi corazón bombea frenéticamente. Siempre he sido cuidadosa en demostraciones de afecto entre Kenrick y yo frente a Leah, la razón: respeto. Siento aprecio por él.
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Editado: 11.01.2021