Separación de un haz de luz —irradiación electromagnética— en sus diferentes componentes de color que se produce al pasar por un elemento dispersor, como puede ser un prisma. El espectro completo de la luz abarca desde las ondas de radio hasta los rayos gamma, pasando por el infrarrojo, visible, ultravioleta y rayos X.
—¡Gaël! —la voz de su exsocio Sergio lo sacó de la introspección.
—¿Qué haces aquí? —Le extrañó encontrárselo en el parquin. A pesar de mantener los lazos cordiales desde la adquisición de su parte de la farmacéutica, le resultaba incómodo que pululara a su libre albedrío por las instalaciones.
—Pasaba a saludarte y la recepcionista me informó de que te habías marchado.
—¿Y también te dijo que estaba en el garaje? —Sergio soltó una risotada tan sonora como hipócrita.
—No, eso lo he supuesto yo.
—Podría seguir en mi despacho con aviso de no recibir ni visitas ni llamadas.
—Gaël, eres demasiado desconfiado. ¡Afloja un poco hombre! —con unos fingidos golpecitos amistosos protestaba ante los recelos.
—Sigo los consejos de mi padre a raja tabla, su máxima es: fiarse es cobre y no hacerlo es oro.
—Amigo, tengo mi cuenta corriente la mar de feliz desde el ingreso de tu cheque, devolvértelo por incumplimiento de contrato no entra en mis deseos.
—¿Y a qué has venido?
—A invitarte a comer.
—No dispongo de demasiado tiempo, aunque aceptaré si no alargamos la sobremesa.
—¿Vuelves aquí después?
—No.
—Iremos en mi coche de todas maneras.
—¿Has aparcado aquí dentro del parking? —Gaël, inquirió suspicaz a la par de molesto.
—Sí, como visitante ocasional.
Sergio disimulaba su hartazgo ante tanta pregunta absurda. Había mantenido la empresa a flote mientras Gaël se centraba en estudios más rentables y prestigiosos, en los cuales su nombre no constaba ni participaba de los beneficios obtenidos. Tampoco le ofendió aquel exceso de celo, a fin de cuentas, no había previsto la visita de cortesía, solo fue la excusa inmediata que su mente tan resoluta en el engaño ideó con tal de no levantar sospechas.
—Coche nuevo... No pasarás desapercibido, no —destacaba la evidencia admirando el vehículo.
—Sí, mantuve una puja mental entre Lambo y Maserati... La balanza se inclinó hacia el Lambo —el desdén en la respuesta también era fingido, aun reconociendo lo poco impresionado que parecía Gaël.
—Lo veo nada práctico, aunque sí muy de tu estilo. —Las excentricidades frívolas no le causaban envidia alguna. Un coche era un chasis más o menos bonito con una mecánica más o menos lograda. Gaël prefería escoger modelos poco vistosos y de óptimos resultados.
—Tú sigues fiel a tus principios de no ostentación. ¡Bah! Eso no va conmigo. Yo soy de demostrar lo que tengo.
—Tan lícita es tu posición como la mía —sentenció—. Por cierto, Sergio, la próxima vez, avisa antes de venir.
—Como guste el señor.
Salieron conversando sobre temas dispares.
A Sergio le movían intereses ocultos relacionados con la empresa que acababa de vender y a sabiendas de que Gaël solo le ofrecería datos inútiles, probó de sonsacarle información a través de la técnica de preguntar displicente, sin embargo y para su desgracia, el tipo manifestaba estar de vuelta en cuanto a prácticas tan simples y advertido sobre métodos de psicología barata, por lo tanto, le contestaba con la misma apatía con la que él interrogaba.
Sentados a la mesa de El Trapío a las faldas del Tibidabo, la comida trascurría amena. Sergio optó por dejar correr su insustancial sondeo y Gaël al comprobar el cambio se relajó.
—Me enteré de lo sucedido a Nadine. —Gaël escuchaba sin levantar la mirada del plato—. ¿Cómo se encuentra?
—Ingresada en una clínica de reposo.
—¿Has vuelto a verla?
—No, ni pienso hacerlo. No tengo por costumbre ceder ante chantajes, sean del tipo que sean.
—Ahí te doy la razón. Si te dejas manipular por esos actos al final te sujeta por los huevos.