Estrella visible a simple vista cuya posición en el cielo coincide aproximadamente con la prolongación del eje de rotación de la Tierra, es decir con el Polo Norte celeste.
El coche de Hermes ya estaba dentro del garaje, y resoplando estacionó sobre la acera frente a la casa pareada de sus padres activando la alarma y candando el seguro antirrobo. Fiarse sin extremar precauciones era la manera más efectiva para que cambiara de legítimo propietario. No era un barrio conflictivo, aunque tampoco exclusivo y gente con debilidad por los bienes ajenos existían a patadas en todos los rincones del planeta.
Abrió la cancela y pasó sin llamar, insultando a su hermano entre dientes, tenía la maldita costumbre de aparcar sin dejar hueco para su moto.
—Hola mamá.
—¡Ayyy! —Cualquier día uno de sus hijos la mataría del susto—. ¡Virgen de la Teta al Hombro! ¡Niña!, siempre sin hacer ni una mija de ruido.
Se acercó a ella con una sonrisa radiante.
Su madre era muy miedosa, le espantaba todo. No había bicho con el que no gritara de pavor mientras lo pisaba o lo aporreaba con violencia hasta desintegrarlo.
La Toñi jamás comprendió cómo su hija podía encontrar apasionante mirar gusanos a través de un micolescorcóbico de aquellos, aunque bien pensado, gusanos asquerosos no iban a dejar de existir nunca, y eso le garantizaba el sueldo.
—¡Uhm! Huele de maravilla...
—Tu padre está liado con la paella en la barbacoa. Yo solo preparo algo de acompañamiento. —Brisa, besuqueó a su madre por el gusto de escuchar sus quejas—. ¡Para ya! ¡Hija, eres muy pesada!
—Eres mi mami y te beso lo que quiero.
—Pues entonces aún te puedo dar dos sopapos con la mano bien extendida. —Y le dio un beso más. La Toñi llevaba empleando la técnica de la amenaza toda la vida, ya no era creíble.
—No oigo a los enanos…
—¡Ay, mis niños! No me los ha traído. No sé qué jaleo se trae con la Quirás, que se va con el otro a Ilanda, pa' la otra semana y han cambiado los días… ¡Menudo penco esa también!
Su madre era de una generación en donde los matrimonios se unían para toda la vida cual cigüeñas. Cuando escogían a la pareja, para bien o para mal, no había cambio posible. Y, para su desgracia, ninguno de sus hijos tenía demasiado tino a la hora de enamorarse.
—¿Ilanda? —¡Ve tú a saber a qué pueblo, ciudad, provincia o nación, se refería su madre!
—¡Briseida! —la amonestó. ¿Qué culpa tenía ella de que los países tuvieran nombres tan difíciles?
—Salgo, mejor le preguntaré a mi hermano.
—Sí, a ver si consigues que tu padre y él no se enfaden por el furgol o los políticos.
Se dirigió al jardín sonriendo, su madre no tenía igual cuidando de los suyos y defendiendo sus posesiones. Para ella la intendencia del hogar y la economía familiar no escondían secretos, sin embargo, se escapaba de la lógica que, con lo que gozaba hablando, le costara tanto pronunciar algunas palabras sin trabarse o inventárselas.
Durante la niñez e incluso la adolescencia, los hermanos se esforzaban en corregirla, ahí comprendieron porqué su padre siendo docente no se molestó jamás en hacerlo, lo de realizar esfuerzos inútiles no iba con él.
—Hola, papá… hola, hermano.
—¡Bueno, bueno, bueno! ¡Dichosos estos mis dos ojos...! —Siempre tan exagerado. Pestañeó de hartura mientras le daba un par de besos en las mejillas a su padre.
—Exagerado. —Su hermano en su costumbre, la alzó en volandas como a un osito relleno de guata—. La mama me ha dicho que has cambiado a Queralt el fin de semana. —No pudo disimular el mohín desilusionada—. Tenía muchas ganas de ver a los peques.
—Se va a Irlanda con el amiguito de turno y le estorban sus hijos.
—No te hagas mala sangre, tampoco son buenos tantos cambios, y si no es una pareja estable, hasta es una decisión responsable.
—Por eso he cedido.
—No es una bajada de pantalones, Hermes, sino un conflicto de intereses bien gestionado.
—Te lo compro... Me gusta la frase. —Y besó de nuevo la mejilla de su hermana.