—¡Lo siento!, la pantalla de mi teléfono se rompió y ahora se descontrola cada vez que lo toco.
Max se detiene en la puerta, Leo observa su comportamiento afligido y sin pensarlo acaricia con mucho cuidado su cabello, Max se acerca colocando su cabeza y avanzando con su cuerpo hacia adelante, este repentino comportamiento provoca que el corazón de su compañero se acelere. Leo comprende que Max, jamás lo tomara como algo más que un hermano, solo puede suspirar y luego de un abrazo se despide de ella. Después de un rato, comienza a llover en la ciudad, las personas se dispersan y poco a poco dejan de caminar afuera. Ella sabe lo que la lluvia significa:
—No más clientes por el día de hoy. Que bueno que Oma se quedó en casa, así no tiene que mojarse para tomar el bus.
Al cerrar, Max observa la ciudad:
Me pregunto: ¿Cuántas historias increíbles han quedado en el olvido por aquellas personas que no pudieron sacar sus libros a la luz por tiempo o falta de dinero?, si tenemos un cielo y un infierno para nosotros, ¿en dónde quedarán esas historias que quedaron en el olvido?. Muchas personas, ¡como yo!, creen no tener lo suficiente dentro de ellos para permitir que nuestras letras lleguen muy alto. En ocasiones creo que soy muy dura conmigo misma, sé que soy buena y tengo una gran imaginación para llevarle a las personas mis pensamientos, pero; lograr que te lean o te tomen en serio es muy difícil. Muchos buscamos nuestra propia identidad, algo que nos defina al escribir. Otros buscamos que nuestros personajes sean lo más humanos posibles para que nuestro lector vea lo que mostramos como algo más "sensible" Y no solamente una idea que surgió de repente en una noche de lluvia y horas sin dormir.
Max, aprovecha cuando la lluvia deja de caer un poco para salir corriendo de la tienda. En la parada del bus, se detiene al observar que varias personas se amontonan en el lugar. Después de treinta minutos ningún autobús sin llegar ella decide regresar a la tienda a esperar a que termine de llover.
—¡Dios!, casi es medio día y aún sigue lloviendo.
Al observar a un hombre caminar con su abrigo en la calle, ella recuerda un suéter que Leo alguna vez olvidó en la tienda. Corre rápidamente detrás de la tienda rogando que su madre no lo entregará a su dueño aún. El suéter se encontraba justamente donde ella lo vio, días atrás.
—¡Esto es perfecto para el frío!, pero casi me llega a las rodillas.
Después de colocárselo y atar su cabello, Max se coloca sus lentes y aprovecha el silencio para hacer nuevos poemas para darles a los clientes que visitas la tienda. Dyland, después de pensarlo varias veces se aproxima a la tienda y la observa detrás del vidrio, sobre el mostrador. Él sonríe al verla escribir y luego empuja la puerta entrando con una expresión fría y seria a la tienda.
—Lo siento señora, pero hoy no abriremos la tienda, abriremos mañana a las 8 de la mañana.
Dyland deja su paraguas en la entrada, ella ni se preocupa en levantar la mirada.
—Buenos tardes, señorita Kim, pero "Señora" le dicen a mi madre —bromea pero con seriedad en su rostro.
—¡Es usted!, es usted señor —Max camina hacia él y se inclina.
—Señor, no tiene ni idea de lo apenada que estoy con usted por lo que pasó en aquella ocasión, no fue mi intención ofenderlo mucho menos compararlo con insectos —Max se inclina varias veces y luego lo mira a los ojos.
—Fui una descortés y una mal educada, agrego además que me siento muy mal por arruinar su traje, ¡por favor perdóneme!.
Dyland sonríe al ver una mujer de ese país pero con algunas características de tu tierra. Max se inclina ante él con cada oración que sale de su boca, Dyland sabe que exagera así que decide detenerla de inmediato.
—Deja de hacerlo, ¡te vas a lastimar!.
Max se detiene y se queda mirándolo unos segundos, luego Dyland camina hacia atrás de la tienda sin permiso alguno. Max intenta detenerlo, pero Dyland es un hombre muy alto y fuerte, sería una pérdida de tiempo intentar detenerlo con sus propias fuerzas.
—Señor, Oma no deja que los clientes entren ahí atrás... ¿Señor?.
Dyland entra y lo único que observa son flores allá atrás.
—¿Por qué?, ¿podrían estornudar? —bromea.
El teléfono de Max comienza a vibrar y ella lucha por contestar la llamada de Leo. Dyland observa la batalla entre ella y el teléfono, luego de unos segundos se impaciente de observarla hacer es, amablemente se lo retira de las manos.
—¡Permítame!.
Dyland se sorprende al ver el estado en el que este se encuentra, después de varios intentos de su parte, él tampoco logra contestarle la llamada.
—Qué le pasó a tu teléfono?, seguramente lo rompió por alguna torpeza suya.
Ni muerta le diría que lo rompió por esconderse de su mejor amigo, así que miente. Max levanta la cabeza y sonríe para luego decir:
—Se rompió, justo cuando usted y su amigo casi hacen sopa conmigo. Ahora le ruego: si no comprara flores por favor debería marcharse ya... dejo de llover.
Max encontraba a Dyland un poco egocéntrico y arrogante ahora que han cruzado más palabras.
—Si voy a comprar algo... ¿Me quiere acompañar?.
—¡No!, ¿para eso está su chofer?, no iré con usted a ningún lado.
—¡Insisto!, solamente tomará un momento. Además compraré este, este, este, este de aquí, ¡oh! Y este también.
Dyland toma los folletos y elige los arreglos al asar. Max toma los folletos y luego comienza anotar los números rápidamente.
—¿Qué estás haciendo?.
Le pregunta al verla anotar en una libreta en lugar de tomar sus cosas y salir de la tienda como él se lo ordenó.
—Solo envíame los más caros, ¡ahora andando!, si no vienes te aseguro que te arrepentirás señorita Kim, y no es una amenaza, repito... En serio, venga conmigo —Dyland sale de la tienda y desde afuera le señala el USB.
—¡Espere!, ¡espere!... ¿Cómo es que usted lo tiene en su poder?. Yo lo arrojé a la calle ese día —Max lo alcanza y Dyland sonríe.