—Yo... tengo veintitrés años ¿cuánto tiene usted?.
Dyland se quita los lentes y luego lo mira a los ojos. Roberto lo observa intrigado y suspira para luego responderle:
—Treinta.
Roberto impresionado intenta tocar el rostro de Dyland, pero él lo detiene antes de que logre llegar a su mejilla. Él lo observa y Roberto le sonríe.
—¿Pero, qué haces tonto?.
—¿Qué se coloca en la cara?, parece un hombre menor, ¿en su país descubrieron la vida eterna?, ¿o qué?.
Roberto intenta tocarlo nuevamente esta vez, Dyland le permite llegar a su rostro, pero lo detiene al sentir que este comienza a acariciar su piel delicadamente.
—Deja de decir estupideces y por favor sírveme un café a mí también.
Roberto sirve el café y Dyland habré las cajas que se encuentran sobre la mesa. En ellas se encontraban dos sobres, al abrirlos uno a uno los observa con una mezcla de terror y enojo en sus ojos. Dyland observa las hojas frente a él, cada uno con un acta de matrimonio.
—Me pregunto: ¿qué influencias y medios moviste para esto?. Supongo que no tengo más remedio que acceder.
Observa ambas actas a la vez y luego las coloca en el escritorio, de nuevo comienza a sentir que su corbata comienza a asfixiarlo lentamente, en ese instante... Solo quería que esa corbata terminara con su existencia.
—¿Es lo que creo que es?.
Roberto coloca el café en el escritorio y luego vuelve a sentarse en el lugar donde estaba antes, observando desde su posición ambas actas mientras recuerda lo que su jefe le había platicado. No pudo evitar sentir pena por su él, después de todo, lo veía como su mejor amigo. Dyland conoció a Roberto cuando él era un adolescente, en una ciudad grande, con una identificación falsa y viviendo solo en un pequeño apartamento, se las ingenio para conseguir un trabajo de manera ilegal.
—Me temo que no tengo remedio, intente darle largo a este asunto, pero creo que ya no tengo otra salida.
Él se levanta abrumado mientras Roberto lo observa afligido, al salir de su Oficina se recuesta en la puerta por un instante y luego sigue su camino, Max lo observa, pero está perdido en sus propios pensamientos para observar como Max le sonreía. Tras un leve suspiro se dirige al baño, al caminar por el pasillo logra escuchar la animada conversación que ambas chicas tenían en el baño de mujeres.
—¿Escuchaste lo del presidente Cha?, parece que su familia lo está obligando a casarse.
Dyland se detiene para luego escuchar la conversación de las empleadas que reconoce al instante, eran de diseño y había recibido quejas de su personal porque ambas mujeres hablaban de más en el baño y en la cafetería.
—Escuche que se vino a este país porque está huyendo de sus padres y su constante insistencia en que se case pronto con una chica allegada a la familia —dice una de ellas.
—¡Pero pobrecita!, nadie pone en duda que el jefe es un hombre atractivo y rico, pero es una roca caminante.
—¡Así es!, yo siento envidia, pero a la vez pena por esa chica. ¿Sabes?, sería una tortura casarse con un hombre tan frío como él, hasta su propia secretaria dice que es una Mantis Religiosa —se sorprende.
Dyland se cruza de brazos enojado ante el comentario. Ambas chicas retocan su maquillaje mientras Dyland recuesta la cabeza en la puerta para oír mejor, en ese momento no existía espacio entre su oreja y la puerta que separaba a las chicas de él.
—Ni siquiera ella lo respeta, pobre mujer que será su esposa.
Ambas ríen y se dispone a entrar sin importar el lugar donde se encontraba, esta era su empresa y no permitiría que sus empleadas tomaran el chisme como una manera de distracción laboral. Él toma la manilla de la puerta y las chicas paran de reír, luego cambian la conversación, esta vez es Max quien es el foco de los comentarios de las mujeres.
—Sobre esa chica, la secretaria, ¡es una tonta!. Ayer Diego ofreció llevarla a su casa y ella lo rechazó, a de ser estúpida para rechazar a semejante galán.
Intrigado, retira la mano de la puerta y se apega más a ella para escuchar mejor, ahora es él quien escucha atentamente la conversación.
—Ayer, un compañero me dijo que se marchó con Karen y que el presidente Draco los invito a salir a ambas en la parada de autobuses. Yo pienso que es una de esas chicas que les gusta meterse en la cama de los jefes, el primer día le planto un abrazo al Señor Cha y muchos vieron como la miraba el Señor Draco.
Dyland se retira de la puerta ante tal comentario, piensa en alejarse y reprenderlas luego, pero decide seguir escuchando la conversación de ambas chicas.
—¿No sé que le ven?, ni siquiera es tan bonita y a veces se viste como mi abuela. Solamente un loco se metería con ella.
—Su ropa está bien, su actitud es lo que está mal —susurra atento.
Ambas mujeres ríen mientras retocan su maquillaje y revisan su teléfono al mismo tiempo, Dyland las observa a través del reflejo en un espejo, una de ellas saca un cigarrillo. Indignado coloca la mano en la perilla de la puerta para detener a las mujeres mientras ellas aún hablan sobre Max y se ríen de ella a cada comentario, pero se detiene al observar que ella se aproximaba al baño. Observa a las mujeres mientras las escucha decir cosas negativas, Max se aproximaba cada vez más y Dyland decide hacer algo para que ella no escuche lo que algunos creen de ella. Disimuladamente se retira de la puerta y camina hacia Max, luego la detiene sin saber que hacer impidiendo que esta, llegue al baño.
—¿Señor?, ¿qué hace por aquí? -lo observa- este es el pasillo de los baños de los empleados, el de usted está arriba -señala y luego intenta pasar por un lado, pero Dyland la detiene-.
—¡Espera!, no entres ahí.
Las chicas salen del baño entre risas y murmullos, luego Dyland pega su cuerpo al de Max en un intento de hacer que ella no entrara, era muy tarde cuando observo a través del espejo que uno de los ventanales de vidrio el reflejo de las chicas, rápidamente comienza a darle pequeñas palmadas en su hombro abrazándola al instante frente a los ojos venenosos de esas dos chicas.