Érase una vez...Nosotros

Capítulo 7

CAPÍTULO 7

-Sebastián-

El edificio donde se hospedaba era una literal mierda. Aprete suavemente mi mandíbula, me detestaba por estar allí, ajusté mi gorra sobre mi cabeza avanzando hacia el interior, noté que el ascensor estaba averiado, así que tuve que optar por subir por las escaleras, a medida que iba avanzando oí lo que creía era una discusión.

—¿Acaso no te gustan los días de lluvia?

Aceleré mis pasos. Hasta que reconocí su voz:

—¡Suéltame!

—Al parecer no hemos sido claros; el correctivo que te di no te sirvió en lo más mínimo, es hora de que aprendas mejor la lección de ser una buena y obediente chica manteniendo tu asquerosa boca cerrada.

No necesite de mucho más, llegué prácticamente al corredor de forma veloz, ese idiota estaba a punto de golpearla, claro está si se lo permitía. Mi brazo se extendió a toda velocidad atrapando su cuello, el estúpido se espantó ante mi sorpresiva presencia atinó a zafarse, pero, en situaciones así lo peor que podía hacer era moverse como una rata bajo mi brazo, aseveré la fuerza quitándolo de su lado, podía oír sus ahogado jadeos deseando escapar. Lo liberé.

—No busques problemas, entra a tu apartamento ,ahora, es una orden. —El tipo lanzó un bufido meneando su cabeza extremadamente molesto, se volteó hacia mí de forma completa quitando de su bolsillo una navaja que no dudó en usar contra mí.

—¿Tú? ¡de dónde carajos saliste! —Era odioso pensar que ese idiota me haría trabajar. Lo empujé.

—¿Acaso no me oíste? —elevé mis manos sin bajar la guardia.

—¡Quién te crees que para darme ordenes, bastardo!

Me moví alejándome, intentando que todo termine en paz ¡porqué demonios tenía que pasarme eso en esos momentos! Insistí con mi postura como última opción antes de actuar.

—Créeme si fuera tú, no avanzaría, quédate donde estás…—fue en vano, se abalanzó contra mí logrando provocar un corte sobre mi brazo.

Mi tétrica paz finalizó.

Bien, lo golpee una y otra vez, pude quitarle la navaja, él estaba tan impactado por mi presencia que aun en el suelo intentaba analizar cómo podía ser posible que una situación tan controlada ahora estuviese en su contra.

—¡Levántate! ¡Ahora! —determiné.

Él se puso de pie abalanzándose una vez más, trenzándonos hasta que logré inmovilizarlo sobre el suelo colocándolo boca abajo, cruce sus brazos ajustándolos con fiereza, jalé de ellos obligándolo a que se ponga de pie, cuando lo hice gritó de dolor. Lo lleve contra la pared, con mi rodilla golpee sus muslos provocando que abra las piernas.

—No te muevas. ¿Tienes algo más contigo con lo que pueda lastimarme? —le cuestioné, palpándolo con mi mano libre.

—¡Mierda!¡no! ¡quién demonios eres! —me cuestionó aún ahogado por la intensa pelea.

—¡Cállate! —bramé zamarreándolo con brutalidad dándole contra la pared deseando que aquello sirva para que cierre el pico. Una vez que constaté que no traía nada consigo, lo separé de la pared.—¿Dónde está tu apartamento?

El golpe sobre la pared al parecer resultó efectivo comenzó a colaborar aunque aún seguía moviéndose como una lagartija bajo mi agarre.

—Es, es… esa puerta de allí—movió su cabeza en dirección a una esquina.

—Bien, jodido imbécil, te vas a quedar allí dentro hasta que a mí se me dé la gana—lo arrastré hasta la puerta.

Asintió, para luego gritar en dirección a su apartamento.

—¡Abre la puerta! — Él se volteó fugazmente observándome con el rabillo del ojo— ¡La cerradura no funciona y mi amigo está dentro! —exclamó desesperado fue cuando noté que el picaporte se movió rápidamente , la persona que yacía en el interior intentaba abrir la maltrecha puerta que no cedía ante los tirones del otro sujeto apenas si pudo separarla un poco del umbral.

—Detente. No la abras—le ordené al desconocido que me observó por el fino borde que había quedado abierto entre la puerta y el umbral. Hizo lo que le pedí. —Muévete de la puerta y piérdete. —Mi tono de voz horrendamente malhumorado podía asustar a cualquiera.

El idiota que traía conmigo se giró una vez más en mi dirección.

—¡Vamos!, ya comprendí , no volverá a pasar, ¿está bien?

—Lo siento, soy demasiado rencoroso, vas a pasar un buen tiempo reflexionando de tal manera que no volverás a atreverte a ser un maldito cerdo con ninguna mujer. —Lo moví acercándolo a centímetros de la puerta.

—Entiendo, lo entiendo, solo suelta mis manos y podré abrir, sé cómo hacerlo—dijo desesperado pues no llegaba entender por qué lo había arrinconado sobre la puerta.

Moví mi cabeza hacia él para que me observe mejor.

—¿Quién dijo que ibas a abrir la puerta con tus manos?

—¿Cómo?

No terminó de lanzar a aquel tonto interrogante que su cabeza fue a parar de lleno hacia la puerta, esta, se movió tambaleándose bajo su horrendo grito. Y bien, su rostro fue a parar de lleno una vez más, luego otra y otra, hasta que la puerta cedió, lo lancé hacia el interior, se giró hacia a mi arrastrándose por la desteñida alfombra con el rostro ensangrentado intentando a duras penas alejarse tanto como le era posible, totalmente asustado.




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