Eres Mía

Capítulo diez

 

Es una madriguera. 

Miro la gran emoción en los grandes ojos azules de mi pequeña conejita, miro su hermoso traje rosa como si fuera una pequeña secretaría y sonrió, es solo mía. No puedo dejar mis celos a un lado, tengo a una hermosa conejita debo de cuidar para que nadie me la quite, aun no la marcó y hay peligro de que alguien llegue y se lleve a mi conejita al no estar marcada.

— ¿Tienes secretaría?. — murmura, juega con sus manos y pasó mi mano por su pequeña cintura para dejar que tenga nervios. 

— Ya te lo dije, pero no me importa decírtelo de nuevo. Sí, tengo una secretaría. Mi melocotón. — beso sus hermoso labios sintiendo ese sabor a melocotón dulce. 

— Y ¿ella te coquetea?. — rió negando adoro sus hermoso celos. 

— No creo, y no me importa cuando siempre tengo presente en mi mente a mi pequeña bola esponjosa. 

Sonrió por su sonrojo, pasó mi mano hacia su muslo apretandolo su hermoso traje solo hace que quiera desgarrarlo y marcarla en este instante. 

— Bueno ya puedes arrancar, y ahora si te hago la ley del hielo si arruinas mi traje. 

— Hagamos que te creo. — frunce su rostro, besó sus labios y arrancó el auto. 

Corro mi vista entre la carretera y mi hermosa coneja observa su gran emoción en sus ojos, y eso solo me recuerda cuando la secuestré para llevarla a una feria dormí en paz después de haberla visto con una mirada llena de brillo y emoción. 

El cosquilleo en mi entrepierna crece y me tenso no puedo tener una erección en este momento, miró su hermosa falda rosa es demasiado corta que puedo, niego. 

No puedo, estaría con guardia baja si la hago mía en este segundo. 

— Es muy grande. — niego al solo mal pensar sus palabras, miró el edificio que ella señala con inocencia. 

— Oh, mira. — señala a todas las personas que están en la puerta principal haciendo la rutina de seguridad.

— Conejita. — cierro mis ojos imaginandola agarrando mi gran erección para atenderme. 

— Abdel, ¿estás bien?. — abro mis ojos mirando su hermoso gesto, sonrió sin decir nada y salgo del auto, mis guardias y otros trabajadores me reciben con un leve asentimiento. 

Rodeo el auto y abro la puerta para que mi conejita salga, su dulce aroma me envuelve y sonrió agarrando su mano. 

Miro la leve mueca de desaprobación de varios cuando entramos al lugar y aprieto su mano levemente haciendo que su atención vaya a mi, después me encargaré de las chismosas. 

— Recuerda que serás su Luna hermosa bola esponjosa. — sonríe y sonrió satisfactorio por hacerla sonreír distrayendola. 

El elevador se cierra y sonrió, debo dejar las cosas claras antes de que difamen a mi pequeña bolita de nieve. 

— Y si vamos a casa de nuevo. — se gira volteandose. 

Agarro su cuello y acarició sus mejillas con mis pulgares, —¿Dónde quedó toda tu emoción, pequeña?. 

Hace un puchero triste y gruño enojado, habrá corte de personal hoy y mañana, beso su frente tratando de tranquilizar sus feromonas que solo suelta sin que se de cuenta cuando está nerviosa. 

— Alpha aún sigo pensando que yo no soy la mejor opción para ti, tu eres demasiado grande y yo soy muy pequeña en comparación tuya. — gruño, no me gustan sus inseguridades. 

Pero la ayudare para que esas inseguridades se alejen de ella.

— Tu eres perfecta para mi, quieres que te marque para dejar en claro eso. — veo una de sus hermosas lágrimas bajar por sus mejillas sonrosadas. — Nadie es más perfecta que tú, aún con tus inseguridades te preferiría a ti que al resto. 

— Abdel, no quiero que los demás se rían de ti por tenerme a mí de pareja. 

— Nadie se va a reír, mientras sea feliz estoy bien. — beso su mejilla sintiendo sus saladas lágrimas en mis labios. — Tengo un ego muy alto y nadie me rebajará, aparte tu me aceptas en todo no tienes que tener duda de nada mi caramelo de melocotón. 

— Ya no haré lo mismo. — beso sus labios distrayéndome de todo, su jugoso sabor a melocotón me llena por completo al igual que su amor, nos separamos con la respiración cansada y rió viendo sus labios hinchados. 

— Quiero a mi conejita sentada arriba de mi escritorio. 

— Abdel deja tus fantasías en la cama, no fuera de ella. — entrecierro mis ojos mientras la veo acomodarse la falda rosa que me trae con un dolor en la entrepierna. 

— No puedo hacerlo cuando mi coneja se viste así. 

Se ruboriza completamente.

— Bueno ahora voy a usar ropa holgada. 

Baja su rostro apenada.

— Aún así te verás atractiva para mi. — le guiño el ojo sonriéndole. 

— ¿Qué haremos con mi celo a la vuelta de la esquina?. 

— Me resistiré. — digo queriendo que eso suceda. 




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