Eres mía.

3. Kania.

Capítulo 3.

 

—Señorita, es él… —me dice el mesero desde atrás.

¿Él es con quién tenía que reunirme? Porque sí es así, no pienso trabajar con alguien como él. ¡Jamás! Ver a Ian ya es lo suficientemente insoportable como aguantarlo siempre.

—¿Tu no deberías estar en Inglaterra? —pregunto a la defensiva.

—¿Así es cómo me saludas? Te acepto el shock de esta mañana, pero ahora deberías hacerlo bien.

Suelto una risa seca.

—¿Y cómo debería saludarte? —Una sonrisa ladeada aparece en su horrible rostro—. Estaba en shock porque ver tu cara era algo que nunca más quería volver a experimentar en la vida. Pero acá estoy y te digo algo, no acepto esta ridiculez. Nunca podría trabajar contigo.

—¿Ah no, Kania? —se burla. No entiendo el chiste—. Me pregunto qué te tiene de tan mal humor, y porque presiento que mueres porque te diga que hago acá.

—Señorita… —vuelve a intentar hablar el mesero, pero los dos pasamos por él.

—¿Vas a volver a Inglaterra?

—Lo estoy pensando —se lleva una mano al mentón—. Al parecer sí que me interesa algo en esta ciudad —No mira mi cuerpo, solo mira mi rostro y por alguna razón siento que con solo esa mirada me desnuda.

La mirada de Ian ha cambiado, porque ya no es como la de un adolescente hormonado, es la de alguien más maduro. Aunque tampoco es que le pueda dar muchos créditos. Apenas tiene veintitrés. Solo es difícil no notar su cambio; sus ojos juguetones y despreocupados se han ido, ahora hay unos misteriosos y envueltos en algo más seductor.

—¿Te apetece cenar conmigo? —indaga, ofreciéndome la mano de forma caballerosa. Arrugo la boca, alarmada y molesta por su acción—. Prometo ser un gran acompañante, eso tú lo sabes.

—Sé que eres un idiota. Solamente eso —Hecho mi cabello hacía atrás porque me está empezando a molestar a cada lado de mi cara—. Voy a ser directa; no me interesa estar cerca de ti, por lo que esta reunión planeada junto a Julis, no sé para qué, pero no voy a aceptar por más que necesite el trabajo.

Su sonrisa socarrona crece más y sin permiso toma un mechón de mi cabello. Me atraganto en mi propia saliva cuando da unos pasos más cerca de mí y yo no intento retroceder nada. Se inclina a mí, para luego girar un poco, provocando que sienta su cálido aliento en la oreja izquierda.

—Así no era como te recordaba, Kania —Saborea mi nombre y eso hace que se me ericen los vellos del cuello—. Me gusta —es lo último que dice antes de separarse.

—Señorita… —Me giro al mesero ante tanta insistencia—. Creo que se equivocó. Él no es la persona que la está esperando —Abro ligeramente la boca y me giro de soslayo cuando escucho una risa ronca a mis espaldas.

—¡Debiste aclararlo! —chillo, sintiendo la cara roja. Él se ríe con más ganas y me provoca meterme en un hueco por despistada.

—Kania —me llaman. Al girarme me encuentro con Stefan; el hermano de Liam. Quien por supuesto también se está burlando de mi situación tan bochornosa—, no creo ser tan guapo como él —Eso me provoca una suave risa, provocando que Ian gruña. Stefan da unos pasos a donde estoy, haciéndose a un lado del mesero. Me toma de la mano, besando el dorso—. Es un placer decirte que soy tu nuevo jefe.

—¿Así es cómo trata a los empleados?

—¿Le importa? —replica Stefan. A comparación de Liam no duda en contestarle—. Ahora si nos disculpa, es mi nueva compañera de trabajo no la suya —Me toma de la mano, parándome a su lado.

Ian tiene la mandíbula apretada visualizando el agarre a mi mano. Se pasa la lengua por sus labios… Concentración, Kania.

—Adelante —dice entre dientes. Stefan suelta mi mano para dirigirse donde se supone que debí haber llegado en primer lugar y sin encontrarme a este individuo. Hago el ademán de seguirlo, pero Ian vuelve hablar: —. Recuerda que sé dónde vives, conozco a tu familia y esta extraña, pero entretenida conversación, va a continuar —emboza una sonrisa que deja ver sus perfectos dientes—. Te buena cena, Kania. Que ni la comida ni el acompañante te caiga mal —dice antes de girarse y volver a la mesa en donde estaba.

Intentando recuperar la compostura y pasar por alto este momento tan vergonzoso.

Me siento en la silla al frente de Stefan, quien lee la carta mientras me hace una seña que yo también lo haga. Mientras leo la carta me queda la duda de con quién se va a ver Ian. Está en un piso superior; donde la mayoría viene buscando privacidad. No vi a ninguna compañía en la mesa. Cosa que, por supuesto no me importa, pero acá estoy pensando en eso en vez de que Stefan sea mi nuevo jefe.

—¿Cómo fue qué terminamos acá? —pregunto, cerrando el menú y estando convencida de lo que voy a pedir—. Julis me hizo entender la señal de que era alguien que conocía, pero nunca pensé que eras tú.

—La pregunta se puede prestar para malas interpretaciones —agrega, y de nuevo me vuelvo a sonrojar—. Supe que Julis estaba buscando un puesto para ti, y casualmente yo necesitaba una secretaría. Te juro que el simple hecho que fueras tú me dio confianza. Mi hermano asegura que eres su cliente más leal, por lo que espero que sea así cuando trabajemos juntos.

—¿Y así no más?, ¿sin entrevistas?

—Kania, te conozco y confío en el criterio de mi hermano menor —Me lanza una mirada con la ceja enarcada y una sonrisa de burla, pero no lo capto—¿Quién era ese chico de antes?

El papá de mi hijo.

—Un idiota... Que cabe la casualidad que es el mejor amigo de mi hermano. Nos conocemos casi que desde siempre —le explico, por encima. No tengo ganas de hablar de él—¿Cuándo empiezo?

—En dos días. Sé tus horarios de la universidad, Julis me los dio. Voy a respetar ese tiempo lo más que pueda, siempre y cuando me prometas que llegaras en los horarios que son y te concentraras en el trabajo cuando estes conmigo —advierte seriamente.




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