Capítulo 5.
Al terminar clases, me apuro a salir del salón despidiéndome rápido de Thalia quien me grita que deje de ser tan paranoica. Pero es que no entiende mi necesidad de llegar rápido a las oficinas del canal. No puedo permitir que Stefan me despida en mi primer día. Al bajar por las escaleras me termino por tropezar y caigo en seco al final de ellas. Jadeo, cuando siento el ardor en mi rodilla izquierda.
—Por Dios, pareces una loca bajando eso —una voz familiar me hace alzar la vista y veo a mi hermano mayor Jair. Se apresura a tenderme la mano y con cuidado me ayuda a levantar, él se arrodilla y me revisa la rodilla—. Parece que te tendrás que cambiar el pantalón si no quieres ir caminando con el roto.
Abro los ojos como plato estirando la pierna y gruño cuando veo que está raspado.
—Voy tarde —gimoteo. No puedo llegar con esto así, y para peor de mis males no traje más ropa.
—Vamos, yo te llevo. ¿Puedes caminar bien?
Doy unos pasos para comprobarlo y aunque me duele un poco, no parece tan grave. Asiento y empezamos a caminar hasta su coche. Noto que los escoltas que papá nos tiene asignados a cada uno, hoy son más de lo normal.
—¿Pasa algo? —le pregunto. Él sigue mi mirada y hace una mueca.
—Papá casi me mata cuando le conté lo de Adelina y sobre la amenaza de su esposo —suspira con cansancio. No le digo nada porque en está ocasión estoy de acuerdo con nuestro padre—. Como sabe que Samir puede contraatacar prefiere que lleve buena seguridad.
—Parece ser como años atrás —Me abre la puerta del auto dándome una sonrisa nostalgia. Me acomodo en el asiento y luego Jair se sube al asiento del conductor—. Debes dejar de meterte con mujeres casadas, Jair. Adelina no va a dejar a su esposo y creo que te lo ha dejado más que claro.
—Lo sé, simplemente necesito que mi corazón termine de entender eso.
Jair es mi medio hermano y en realidad es cuestión de meses lo que nos separa de edad con él, de Kay y de mí. Su cumpleaños es el junio y el de nosotros en septiembre. Actualmente es profesor en la universidad y trabaja alquí desde que se graduó que fue hace un año. Mis compañeros alagan mucho su trabajo como docente y yo no dudo en sus habilidades.
—Esta mañana vi a Ian, no me esperaba verlo por acá —agrega cuando empieza a manejar. Me aguanto de hacer mala cara, porque él no sabe que sucede con ese idiota y el porque me molesta su presencia—. Quedó de pasar en estos días a casa.
—¿Qué? No, no, él no puede ir a casa.
Mi hermano me mira por el rabillo del ojo, claramente sospechando de mi reacción. Eso me hace sentir incómoda y muy expuesta a su ojo.
—Ahora que lo pienso… Tenías bastantes problemas con ese chico —Me pongo más rígida de lo que estaba y no sé como ocultarlo. Jair es muy analista conmigo. Suelta una carcajada—. Cada vez que iba a casa parecía que te ibas a tirar encima de él para arañarlo y echarlo a patadas.
Si él solo supiera que, si me tire encima de y lo arañe, pero no de la forma que él se alcanza a imaginar.
—Siempre pensé que le gustabas —continúa y me atraganto en mi propia saliva.
—¡Claro que no! Yo lo odiaba a él y él a mí. Lo soportaba porque era el mejor amigo de Kay y que prácticamente lo veía todos los días —me excuso. Con toallas húmedas limpio mi pantalón, Stefan no puede verme toda mal presentada—¿Te contó el por qué está por acá? —pregunto, fingiendo estar despreocupada.
—Asuntos familiares. También agrego que había alguien con quien necesita dejar temas claro. No fue muy específico.
¿Acaso puedo ser yo esa persona? Chasqueo la lengua silenciosamente. Por supuesto que no. Quizás tiene que ver con la amante de su mejor amigo. No se le veía para nada mal juntos la última vez que lo vi. Parecía que podía estar tranquilo con ella alrededor. Y eso, siendo franca, sucede pocas veces. Porque si algo estoy segura, Mariene siempre tiende a intimidar. Además, a mí de seguro me recuerda como otra más en su lista. La chica que ilusamente pensó que iba a obtener todo de él, y que había anhelado desde que sabía que era el amor; eso.
Luego de un rato, donde mi hermano me cuenta diferentes cosas y me avisa que este fin de semana tiene planes con mi hijo y con el hijo de Julis en el parque de diversiones, por lo que podría hacer planes para salir.
Por supuesto que me niego.
Tengo que prepararme para toda la fiesta de mi tía Julieth. Ayudar en esto, en lo otro y tengo que estar pendiente de los reporteros que estén presentes.
Al llegar al frente del gran edificio de televisión, me despido de mi hermano quien se marcha aún con todos los escoltas en carros atrás del suyo.
En definitiva, no es algo nuevo para nosotros, pero sigue siendo tan fuera de lugar.
Desde que nacimos hasta los ocho años estuvimos escoltados con un número grande de hombres. Para ese entonces era orden de mi abuelo y mi padre, la cual no nos parecía raro, pero cuando eso cambio, y solo empezaron a escoltarnos una o dos personas, las cosas se sintieron más liberales y que ahora Jair los vuelva a tener, me hace recordar eso.
Quizás a los seis años no nos había dado cuenta, pero tener un perfil bajo es algo realmente bueno.
Al estar al vestíbulo todo parece muy tranquilo. Me acerco a la gran isla que sirve de recepción y veo que la encargada está dándome la espalda, buscando algo en sus cosas.
—Buenas tardes —la llamo, no me escucha. Gruño molesta. Necesito llegar temprano y si ella no está pendiente de su trabajo, me queda muy difícil—¡Buenas tardes! —la llamo más duro. Eso hace que pegue un brinco y se gire—. Señorita, la estoy llamando y no me escucha.
—Lo siento, buenas tardes —contesta apenada—. Estaba concentrada.
No contesto nada, porque no quiero ser grosera.
Ella me indica que Stefan me espera en el piso ocho, y allí me dirijo subiéndome al ascensor. Mi teléfono vibra en el bolsillo de mi chaqueta, pero lo descarto, porque si fuera alguno de mi familia tendría otro tono.