Capítulo 12.
¿Cómo llegamos a esto?
—No te estoy mintiendo, Ian.
—Lo recordaría, cada segundo y minuto, nunca hubiese olvidado una noche como esa.
Recibo un mensaje de Jair asegurándome que ya recogió a los chicos para llevarlos a la casa de mis abuelos. La verdad es que no quería dejar ir a Milan, pero me insistió tanto que no pude decirle que no.
Termino el informe que me pidió Stefan y apago el computador.
Me masajeo los hombros, hoy en especial me he sentido cansada y estresada.
Anoche no pude dormir bien, y ni siquiera pude salir a correr como es de costumbre, llegue tarde a clases y justamente a mi querido jefe se le dio por estar de mal humor hoy. Thalia ni siquiera fue y para el colmo, tengo muchos trabajos que hacer cuando llegue a casa. Me sirve un poco que mi hijo este por fuera, pero no para mis ánimos.
—Ay Dios, vamos a casa —murmuro levantándome, salgo de la oficina y tomo el ascensor donde lamentablemente me encuentro con Stefan.
—¿Ya te vas? —pregunta, inspeccionando mi maleta.
Miro mi reloj para confirmar que ya pasaron treinta minutos desde mi horario de salida, pero que por querer terminar lo que me pidió no lo quería hacer.
—Ya es mi salida.
—No te puedo dejar ir —Camina hacía la oficina y lo sigo, ¿perdón?
—Stefan, ya termine el informe —digo, entrando junto a él—. No me dijiste nada de algo más.
—En el mundo del entretenimiento eso no importa. Te vienes conmigo, necesito hacer un reporte y me vas acompañar —Empaca algunas cosas de su escritorio y me mira con firmeza—. Hasta el momento nunca te había pedido que me acompañaras, pero si quieres trabajar acá hay que hacer algunos sacrificios.
Me quedo boquiabierta.
Sí que es verdad que nunca me había pedido acompañarlo, pero quede con Thalia de llevarle lo de hoy para que haga sus trabajos.
—Vamos, el carro nos espera abajo.
…
Jamás me había sentido con tan poca energía cuando se supone que estoy trabajando. Sigo fingiendo prestar atención a lo que están diciendo alrededor del auditorio y como el reconocido actor pide disculpas por un incidente vergonzoso que protagonizo.
Stefan lo mira atentamente y toma nota, yo trato de hacer lo mismo. Por lo que he aprendido de él, es la diferencia con Liam, no hay día que no este estresado o corriendo de un lado a otro, es meticuloso y parece que no importa el resto cuando está haciendo lo suyo.
—No más preguntas —habla el organizador—, con esto se cierra cualquier tipo de conclusiones apresuradas que han sacado durante todos estos días.
Los reporteros se avalanchan hacía la tarima haciendo más preguntas. Es una locura. No sé cómo Julis maneja esto.
—Ya nos podemos ir.
Sigo a Stefan quien revisa sus anotaciones. Tendremos que presentar un artículo de la rueda de prensa más el apoyo fotográfico con el que contamos, pero solo espero que no tarde. Son las diez de la noche y me empieza a pesar el cuerpo.
—¿Tengo que empezar a buscar tu reemplazo? —La pregunta me hace frenar a la entrada del parqueadero. Tiene los brazos cruzados mientras me mira, me quedo callada—. No prestaste suficiente atención, no anotaste los detalles más importantes para hacer un buen informe. No te traje para que estuvieras de decoración, te traje porque vas a tener que hacer esto otros días, sea de día, en tu horario o de noche. No me importa. Los resultados sí o sí hay que darlos.
—Cuando empecé te dije sobre mis estudios y mi hijo. Sabes que no puedo hacer algo como eso.
Un nudo en la garganta se me hace. No quiero perder este trabajo.
—Kania, tu hijo va a crecer bien aunque no estes ahí, pero cuando tienes a un hijo a edad tan temprana, los sacrificios existen y si le pediste ayuda a tu amiga la cantante es porque estabas dispuesta a soportarlo —Saca las llaves de su auto y me vuelve a mirar—. No quiero otra vez fallos de este tipo. Si no puedes, mejor dile al padre de tu hijo que te mantenga.
Se va a su auto y solo puedo apretar mis manos alrededor de las correas del bolso.
¿Mamá que hubiera hecho? Siempre golpea a esa parte, siempre funciona. Tu padre dijo que dolía de mil demonios.
Me dirijo a la salida con la poca dignidad que me queda esta noche, tomo un taxi y le doy mi dirección. Trato de hacer los ejercicios de respiración que Jair me ha enseñado intentando no llorar.
Lo que dijo realmente no es mentira, sabía que al empezar tendría que sacrificar mucho tiempo con mi hijo y que tendría que esforzarme el doble con mis estudios. Pero aun así, siento que no tenía el derecho a hacerme sentir que no valgo nada. Me esfuerzo todos los días. Lo he hecho desde que supe de mi embarazo, cuando tome la decisión de nunca contar con Ian o que mi vida nunca sería la misma.
A veces no se ni dónde iré a parar.
Le pago al taxista y me bajo, son casi las once. Mi mirada se va hacía un auto que no había visto durante mucho tiempo. Fue un regalo de mis padres a Kay por su cumpleaños número dieciocho, no lo veía desde que se fue.
¿Habrá regresado?
—Kania.
Detengo mis pasos cuando la voz de Ian llegan a mis oídos. Jamás…. Jamás, ni siquiera cuando sus padres se separaron se veía tan molesto como en este momento.
Si la patada no la utilice con Stefan al parecer la utilizare con Ian.
—¿Qué estás haciendo acá tan tarde? —pregunto, inquietándome su humor y el porque está acá.
—¿Alguna vez fue real lo que tuvimos?
—Ian, tuve un día horrible, estoy agotada y si vas a traer de nuevo el pasado entonces dejemos así. Ya no importa.
—Listo, no hablemos de eso. No se habla de lo que nunca tuvo importancia —La amargura de sus palabras hacen más presente el nudo de mi garganta—. Por cierto, felicitaciones tu hijo Milán es muy tierno, se parece un poco a ti.
Thalia una vez me pregunto qué haría en caso que el padre de mi hijo aparecía y solo reí, ilusamente creyendo que nunca pasaría. Él estaba en Inglaterra, su madre estaba con él, no había nada que buscar en este lugar. Solo quería que nunca llegará el día, esa es la verdad.