Eres tú.

2

ɢɪʀʟꜱ ᴊᴜꜱᴛ ᴡᴀɴɴᴀ ʜᴀᴠᴇ ꜰᴜɴ

ɢɪʀʟꜱ ᴊᴜꜱᴛ ᴡᴀɴɴᴀ ʜᴀᴠᴇ ꜰᴜɴ.

Cuando llegué a mi casa dejé las compras sobre la mesa de la cocina y le eché un vistazo a la sala. Habían luces de colores por toda la casa, música sonando fuertemente y algunas cerpentinas colgando de las paredes.

Fuí a la cocina y llené varios tazones con frituras, puse una bandeja con varios vasos, los llené de gaseosa y puse todo en el mesón de la sala. Subí las escaleras y me dirigí hacia mi habitación, toqué la puerta y Abby me dijo que pasara.

Ella tenía un precioso vestido rojo que le llegaba hasta las rodillas, unas zapatillas rojas y su cabello rubio cayendo en rizos por sus hombros.

—¿Me veo bien? —pregunta Abby con una sonrisa un poco dudosa.

—¡Te ves increíble, Abby! —le dije emocionada.

—Lo sé. —Dice meneando su cabello de un lado a otro—. ¿Y tú qué te pondrás?

—Pues... —contesté mirándola a través del espejo de la habitación—. Planeo quedarme así.

Siendo sincera no estaba mal, tenía una camisa blanca y una camiseta negra con tirantes encima, unos blue jeans, mis vans negras y el cabello atado en una coleta.

—O... —dice evaluándome mientras abre mi armario—. Puedes usar un vestido.

—¿Enserio? Yo me siento cómoda así —digo viéndome al espejo.

—Vamos Débora, no te veo con vestidos desde la cena de año nuevo en casa de tu tía... 

La animo a seguir con lo que está diciendo.

—Fue hace tres años.

—Vale, entiendo tu punto, pero si voy a usar vestido voy a tener medias largas debajo y, mis vans.

—Está bien, está bien.

Luego de observar detalladamente cada uno de los vestidos de mí armario, se detuvo, tomando uno entre sus manos.

—Creo que tenemos un ganador.

Voy al armario para ver a qué se refiere. Hay un vestido negro con mangas transparentes, tipo corte princesa y aproximádamente me llegaba hasta las rodillas.

—Vaya, es hermoso, no me había acordado de él. Lo compré hace un tiempo con mamá, aunque tal vez me quede algo ajustado... Me lo pondré.

Abby bajó a la entrada a recibir a nuestros amigos. Desde acá se podían escuchar las risas de Trevor y Allan, nuestros amigos de la preparatoria.

Cuando estuve lista, bajé a la sala donde estaban todos. Trevor tenía una chaqueta de cuero, una camisa blanca con un estampado de Queen y un jean negro. Allan tenía un buso azul oscuro, unos pantalones negros y sostenía dos vasos con bebidas.

—Hey, Débora —dijo Trevor yendo a dónde estaba para darme un fuerte abrazo—. ¿Cómo has estado baby girl?

—Genial... ¡ya te dije que no me llamaras así!

—contesté dándole un codazo y riéndome.

—Oh, ya dejen de flirtear descaradamente, me dan náuseas —dijo Allan e hizo una mueca como si fuese a vomitar.

—Ja, ¿no te estarán dando náuseas todos los tragos que te has tomado? —comentó Abby señalando la mesa con los vasos vacíos.

¿Qué creían? ¿Qué los vasos que tenía Allan en la mano eran para Trevor y para él? No señores, todo para él solito.

—Oh, vamos, eso no es nada —dijo Allan mientras intentaba pararse del sofá pero se fue de culo otra vez.

—Es que tiene mal de amor, Allyson le cortó ayer por la tarde y ha estado así desde entonces —contó Trevor mientras lo ayudaba a mantenerse de pie y conseguir un poco de equilibrio.

—Vaya, pobre chico... Hay que animarnos, apenas empiezan las vacaciones, tenemos mucho por delante, el año que viene nos graduamos y no vamos a tener tiempo para vernos. ¡Yo opino que debemos disfrutar cada segundo como fuese el último, un brindis por éso! —exclamó Abby mientras levantaba su vaso para brindar con nosotros.

Todos hicimos un brindis y nos dimos un gran abrazo. Éramos un equipo. Éramos amigos desde la primaria, apesar de nuestras peleas y problemas individuales, siempre estamos ahí los unos para los otros.

De repente sonó mí celular. Mamá.

—Bueno chicos, lamento cortar el momento, pero, mamá está llamando —mencioné mostrándoles el celular.

Me hicieron señas de que estaba bien, me puse un abrigo y salí de la casa, la música estaba muy fuerte y mamá no sabía de la fiesta.

—¿Aló? —pregunté a través de la llamada—. ¿Cómo estás mamá? ¿Qué tal Portland?

Oh, todo está bien cariño, estamos de maravilla, Paul te manda saludos —contestó en un tono que se percibía alegre.

—Me alegro mucho, dile que también le mando saludos —hice una mueca, el tipo no me agradaba ni un poco—. Por aquí todo va bien, me estaba preparando para ver películas, hice un tazón de palomitas de maíz.

Me alegro mucho Debbie, no te vayas a acostar tan tarde y vuelve a dejar todo en su lugar, te quiero mucho, hablamos luego —y colgó.

Sí mamá, yo también te extraño mucho.

Seguí caminando hasta la gasolinera de la otra cuadra, quería tomar un poco de aire fresco. Me senté en la acera y me puse a revisar mis redes sociales.

—Pero miren nada más, sí es Débora Weirden —se ríe a mis espaldas.

¿Weirden? Sólo él puede poner apodos tan cagados como él.

¡Cacas! Qué gusto de verte —dije poniéndome de pie y sonriendo sarcásticamente.

—Como siempre deleitándonos con tu encanto —contestó el tipo que me hizo quedar como mentirosa frente a todos mientras el decía que nada había pasado entre nosotros.

A veces no entiendo porqué me fijo en tantos idiotas, enserio, es como una especie de imán para imbéciles que tengo.

Ésta vez no estaba solo, ya había perdido cualquier pizca de racionalidad o encanto qué podría poseer. Sus amistades siempre lograban sacar lo peor de él.




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