Eres tú.

4

ᴡᴀɪᴛ ᴀ ᴍɪɴᴜᴛᴇ.

Narra Débora.

No puede ser...

Él era el chico de mis sueños, literalmente. Cada facción de su rostro me lo confirmaba, sobre todo su sonrisa.

Podía decir que en éste momento no estaba para nada en mis cabales.

Aunque de todas formas podía ser solo una coincidencia, pude haberlo visto en algún sitio y por éso soñé con él, de pequeña a veces me pasaba, soñaba con personas desconocidas y efectivamente era porque las había visto anteriormente en televisión o simplemente en la calle.

Acepté su mano, no me había percatado de que seguía en el suelo.

Mí cuerpo parecía de gelatina, todo lo que había pasado las últimas horas carecía de sentido, desde el encontronazo de hace unos minutos y la fuerza sobrenatural que había suspendido el golpe inminente en mi rostro, hasta éste sujeto.

¿Cuáles eran las probabilidades de que fuese exactamente el mismo chico? Probablemente una de un millón, me atrevería a decir que incluso dos millones.

A pesar de todos mis pensamientos contradictorios, decidí probar mí suerte.

—¿H-Hades? —pregunté con los ojos abiertos de par en par. 

Creo que lo incomodaría mi mirada, lo estaba escrutando completamente. Desde el tono de miel que tenía su cabello hasta cómo estaba vestido.

Habían pasado unos minutos y a juzgar por su mirada extrañada, ése no era su nombre y  me había equivocado de persona. Qué bien, Débora, va a pensar que estás loca, aunque bien, por lo que pasó antes probablemente piense que soy una bruja. Una bruja loca, qué buena primera impresión.

No quería dar ésa impresión.  ¡Yo no era una bruja loca!

Me dispuse rápidamente a corregir mí error. 

—Ehh, disculpa, te confundí con otra persona, es que estoy algo perturbada por lo que acaba de pasar, por cierto, muchas gracias por ayudarme, puedo defenderme sola pero tu ayuda no me vino para nada mal, no creo que vuelvan a molestarme.

Creo que hablé muy rápido, vi como alzó una ceja e hizo una mueca.

—Sí me llamo Hades... Hades Nielsen —respondió mientras me miraba directamente.

Sin palabras. Me había dejado sin palabras. Atónita, perpleja, pasmada, absorta y todos los sinónimos que existiesen. Y eso, señores, no me pasaba jamás.

Sentí como si hubiese dejado mi conciencia en una sexta dimensión, muy lejos de aquí.

No sabía como contestar. ¿Es que acaso había una respuesta exacta para eso en especial?

Todo esto era muy raro, surrealista, y considerando que los sueños habían sido pesadillas, estaba un poco asustada.

Lo vi mientras estaba pensando, sus cejas estaban fruncidas y se estaba mordiendo el labio inferior inconscientemente. Lucía interesante, atractivo de hecho. Su nombre pertenecía al Dios del Inframundo, uno de los dioses de la mitología griega, su físico le hacía justicia... 

Me reí internamente mientras lo seguía escudriñando con la mirada, hasta que habló.

Miró su reloj y contestó.

—¡Wow, qué tarde se ha hecho!, ¿te apetece comer algo? Tengo unas papas fritas en mí bolso, no son muchas pero yo no tengo hambre y apuesto a que tú si.

No supe qué decirle, otra vez. No porque fuese un extraño, bueno sí lo era, pero yo no sentía que fuese un completo desconocido, lo sentía tan cercano, tan familiar, no era un extraño para mí.

Entonces probablemente se preguntarán... ¿Por qué carajo no le aceptas las papas?

Pues aquí está su respuesta: No me gustan.

Sí, así es, no me gustan las papas fritas. A todo el mundo le gustan y a mí no, qué horror.

Me daba pena decirle que no a Hades, me estaba ofreciendo sus papas y yo lo iba a rechazar. Me sentía una mala persona, pero todo es culpa de las grasosas y flácidas papas.

Vi que se estaba dando la vuelta para irse, apenado. ¿Qué estaría pensando? Definitivamente no podía dejar que se fuera, eso era seguro.

—¡Hades, no te vayas! —exclamé y volteó—. No me vayas a tomar a mal, no te estoy rechazando exactamente a ti, sino a tus papas.

Contraria a la reacción que esperaba, se comenzó a reír a carcajadas.

¿Se estaba riendo de que no me gustaran las papas? A éste sujeto le faltaban unos tornillos, eso era un hecho. Me caía bien.

—Venga, todos tenemos gustos diferentes —me crucé de brazos—. ¡No será el fin del mundo porque a mí no me gusten las insípidas papas!

Odiaba ésas tontas papas.

—Con eso me confirmaste que sí eres tú —se rió y sonrió—. Eres tú...

Toda ésta situación era tan extraña, no tenía una jodida idea de qué se trataba todo esto.

¿Sería una coincidencia? No lo sabía, pero si era así, era la coincidencia más extraña del mundo.

—¿Qué crees que sea lo que está pasando? Todo esto parece una especie de pesadilla.

—Eso sonó feo, —hizo una mueca— prefiero creer que es obra del destino o una casualidad.

Algo simplemente me dice que no es así, se siente tan extraño.

—¿Tú dices? Es todo tan extraño... —hice una mueca, algo no se sentía bien.

Hades se acercó, juntó mi frente con la suya y cerró sus ojos. Su tacto se sentía tan cálido, su cercanía era tan acogedora, creo que podría acostumbrarme a ella. Sin embargo, ese mal presentimiento no se iba.

—Siento que así es... —sentí su corazón latir aceleradamente debido a la cercanía entre nuestros cuerpos—. Débora.

Dijo mi nombre de una manera que me causó escalofríos.

Ése gesto que hizo tuvo un significado, creía que era un símbolo de que nuestras mentes estaban conectadas y por ende habíamos podido compartir nuestros sueños. Sin embargo, no podía saber en qué estaba pensando, no incluía telepatía o algo parecido.

Éste momento era íntimo, se sentía así, hasta que se detuvo estrepitosamente por el sonido de la bocina de un auto.

Hades se apartó de mí e hizo un silbido al tipo del auto, se encaminó hacia él y lo seguí.




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