Mundo mortal
Sentía un dolor agobiante en su cabeza. Solo pasaron unos segundos cuando el dolor se fue junto con su movilidad, ya no podía respirar ni pensar. Hasta que todo su sufrimiento termino.
Lo único que podían ver sus ojos era la inmensa oscuridad que lo rodeaba.
¿Estaba muerto?
De repente, una luz apareció, se hacía más y más grande. Él se dio cuenta que la luz no crecía si no que avanzaba hacia ella.
¡Dios! ¡No quería morir! ¡No podía! ¡Tenía que volver!
Se resistía a ir hacia la luz.
El reino se encontraba en peligro, sus hijas necesitaban ayuda.
La luz brillaba con intensidad y después todo se volvió negro.
Al despertar se encontraba del otro lado del muro, el mundo mortal. Aun le dolía un poco la cabeza. ¿Cómo era esto posible? No podías reencarnar en otra persona. Era imposible. No existía ese tipo de magia que te regresara a la vida. Una vez que alguien muere, ya no regresa. Solo las almas suspendidas, personas que murieron de forma sangrienta, son las que se quedan penando en la tierra, pero como fantasmas. Él estaba muy vivo.
Debía tener una manera de hablar con los arcángeles. Si todo esto era real... entonces él no tenía sus poderes ahora era un simple humano.
Recordó la noche anterior. ¿Qué hacían los humanos cerca de la frontera? ¿Y cómo es que los vampiros cruzaron? Eso de alguna manera le dio esperanzas. Si ellos pudieron entrar por una grieta en el mundo también podía regresar a su hogar con su familia.
Giro para ver quién era el dueño de esa voz. Una chica joven con rizos rubios y piel blanca se acercó a él y lo envolvió entre sus brazos. Debía tener unos veintiséis años como Faith. Él se apartó como si el contacto le quemara.
-Nick, gracias a Dios. Estás a salvo. -le dijo con una gran sonrisa. -¿En dónde está Sarah?
Sarah. La chica de anoche. Se la llevaron los vampiros.
-¿Nick?
¿Nick?
Ese era el nombre de la persona en la que ahora el habitaba su cuerpo. Si él estaba aquí... Nick, ¿en dónde está?
Henry sentía un dolor punzante en la cabeza, tenía tantas preguntas y no tenía las respuestas.
-¿Nick? ¿Pasa algo, mi amor?
-Yo no te conozco... yo no soy Nick.
La chica rubia lo miro preocupada.
-Soy tu esposa. Mi amor... debiste golpearte la cabeza, pero soy yo, Adelaide.
Era tanto que procesar. Esto no podía estar pasando. Comenzaba a alterarse. ¿Qué clase de embrujo le hicieron?
-Usted no es mi esposa, sé que sonara loco, pero yo soy el rey Henry de Er... - Adelaide parecía no comprender nada de lo que decía.
-No, tú eres Nick Russell. Tus padres murieron. Lo único que tienes es a tu hermana Sarah y a mí. Por favor, recuerda.
Quería seguir explicándole a la mujer rubia que él no era quién ella creía que era. Pero gracias a un zumbido se le hizo imposible. Comenzó a sangrar por la nariz y a tener convulsiones hasta que todo se volvió negro.
Adelaide observó como cayó al suelo y corrió hacia él.
Estarás bien, Nick. Lo prometo. -con todas las fuerzas que tenía lo arrastro hasta el viejo Mustang sesenta y nueve.
***
Deborah recorrió el estudio de su fallecido esposo. Por fin paso, el viejo murió. Se imagino este momento durante mucho, mucho tiempo. Solo le faltaba la ultima pieza de su plan. Observó la pintura de Feyra De Sawyer que estaba enfrente del escritorio de Henry. Le hubiera encanto restregarle en sus narices todo lo que le quito a esa maldita.
-¿Es cierto? -Darren entro a la habitación. -¿El viejo esta muerto?
Deborah sonrió.
-Si, esa magia antigua si funciono. Solo hay un pequeño problema... Faith. Es una estúpida no entiendo para que regreso, pero con la muerte de su padre querrá tomar la corona.
-No te preocupes, pudimos con el anciano y podemos con una idiota como Faith. Tu serás la reina y cuando nos casemos nos desharemos de ella y de sus molestas hermanas. -Darren la atrajo hacia el y con una mano acaricio su mejilla.
-No, no quiero que toques a Athena.
-Tus deseos son órdenes.
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Editado: 04.08.2020