CAPÍTULO 11
HOLA, SOY IZZY
Izzy:
Entré despacio haciendo un esfuerzo monumental por aparentar que todo estaba bien, que me encontraba en control de mí misma y sin pizca de nerviosismo.
Mathias estaba sentado en el borde de su cama sujetando un papel entre las manos. Vestía ropas que lucían cómodas en un tono claro de azul. Lucía de buen aspecto, ahora con el cabello recortado y sus labios habían recobrado el color. Un hombre joven y fuerte, sin duda. Si no fuera porque conozco la historia, jamás hubiera imaginado que estuvo en un profundo letargo que casi le cuesta la vida.
Eché un vistazo y pude distinguir que el papel que sujetaba eran las instrucciones que el médico le había dejado en el registro. Me había provisto de una copia y parte de mis deberes consistían en asegurarme que todo se siguiera al pie de la letra. Pude notar como su vista estaba clavada en el papel pero su mente parecía estar en otra parte. Tuve que interrumpirlo para que me prestara atención.
Dejé mis cosas sobre una silla que encontré cerca de la puerta y me acerqué a él.
—Hola, Mathias. Soy Izzy. Tal vez no puedes reconocerme pero soy una de las enfermeras que tuvo a cargo tu cuidado. Llevo semanas trabajando contigo y me alegra sobremanera verte mejor — le dije con suavidad, como solía hacerlo cuando estábamos en el hospital.
La expresión de su rostro cambió en cuanto me tuvo cerca y escuchó mi voz. Apartó por fin la vista del papel y la dirigió a mi rostro, escudriñándolo como si buscara algo. Hubiera querido pensar que de alguna forma me reconoció pero no creo que haya sido así.
Se puso lentamente de pie hasta quedar frente a mí. Era más alto de lo que parecía acostado. Mi cabeza apenas le rozaba el mentón, aquel con el hoyuelo travieso que tantas veces le observé. Me sentí como una niña pequeña ante él. Mathias cerró los ojos e inhaló fuerte al tenerme cerca. Sin emitir palabra abrió luego los ojos para quedarse prendado en los míos. Me recordó los sabuesos cuando están a la búsqueda de alguien basándose en un olor. Yo también me perdí en su mirada. Aquellos ojos gris intenso eran los mismos que antes vi ausentes y vacíos y que ahora lucían llenos de vida y ansiosos de verlo todo.
— ¿Te conozco de antes? —preguntó finalmente luego de haber intentado descubrirme sin lograrlo.
—No lo creo. Llevo tiempo cuidándote pero estabas inconsciente y dudo mucho que recuerdes nada —respondí y noté como intentaba recordar en un vano esfuerzo.
Le dije que no se preocupara, que lo importante es lo que pasara de ahora en adelante. Que pensaba ayudarlo a seguir todas las indicaciones del médico y que nuestra meta iba a ser su recuperación total. Mantuve una sonrisa mientras le hablaba y le hablé en el mismo tono suave y cariñoso de siempre. Estaba genuinamente feliz de poder conversar con él, de verlo despierto y alerta, de saber que regresó de las tinieblas.
De pronto su actitud cambió y pasó de ser una persona amable a comportarse como un verdadero patán.
—No te necesito. Puedo seguir solo todas esas indicaciones del médico. Además, ya tengo a Julia que bastante me fastidia con eso de cumplir las órdenes del médico. Me parece que solo deseas engrosar tu cuenta de banco conmigo —dijo frunciendo el entrecejo y sublevando la voz a tal punto que al final ya parecía estar gritándome.
Quedé anonadada. Sus palabras me hirieron hasta la fibra más profunda de mí ser. Puedo comprender que su recuperación se manifieste con cambios súbitos de humor, eso ya lo había estudiado, pero no estaba dispuesta a aguantar humillaciones. Me molestaba su aire bravucón, como si yo estuviera obligada a plegarme a sus desmanes de niño rico.
—Usted se equivoca conmigo. Estoy aquí porque así me lo ha pedido su madre. Pero si no soy de su agrado, no hay problema. Ahora mismo me marcho —le solté las palabras con el mismo veneno que él me soltó las suyas. ¿Qué se ha creído éste estúpido?
Ese desaire no pensaba aguantárselo. ¡Que audacia la de este cretino! Venirme con esa insolencia después que me desviví cuidándolo! ¡No faltaba más!
Mathias quedó desconcertado con las palabras que le lancé a mansalva. Creo que no esperaba esa reacción. ¡Claro! ¿Cómo fue que no lo vi venir? Ya sabía yo que era un creído. Un hombre acostumbrado a que le rindieran pleitesía, que suelta insultos con escarnio y sin respeto. Quizás pensó que…bueno… ¿Qué más da lo que pensó? No me importa.
Recogí las cosas que había dejado sobre la silla y puse la mano sobre la manija para abrir la puerta y largarme cuando sentí que su madre la giraba hacia el otro lado para entrar a la habitación. Quedamos de frente una a la otra. Enseguida notó mi rostro encendido, echó una fugaz mirada a Mathias y comprendió al instante que algo había pasado.
— ¿Qué está pasando aquí? —preguntó entrando a la habitación y repartiendo la mirada entre él y yo.
Él no dijo nada y yo me apresuré a responder.
—Aquí el señor que no desea mis servicios y que además me ha acusado de querer lucrarme con su enfermedad. No lo pienso tolerar y me marcho —le solté a quemarropa porque nunca me ha temblado el pulso para disparar la verdad.
Su madre se alarmó y salió en mi defensa.
—Pero, querido… ¿Cómo es que le has dicho cosa semejante a Izzy?.. Ella ha accedido a cuidarte porque yo se lo he pedido. ¡Qué barbaridad, Mathias!
Él se puso de espaldas y no respondió. Tal vez se dio cuenta que se había excedido conmigo pero mantuvo silencio y no se disculpó. Su madre intervino intentando salvar la situación.
—Te ruego lo disculpes. El médico nos dijo que podría tener estos exabruptos…—intentó suavizar la situación con sus palabras.
Pero la falta de arrepentimiento de Mathias pesaba más que la mejor de las intenciones de su madre. A falta de una disculpa de su parte, opté por marcharme. Me fui descartando todos los preámbulos que había inventado sobre la maravilla de volverlo a ver. Él no dijo una sola palabra para detenerme así que me fui furiosa y con el corazón lleno de soberbia.