Es una apuesta

Aquí te esperamos

Comienzo a escuchar mucho ruido a mi alrededor, puesto que más personas se acercaron a ver la escena. Y yo... Bueno, ¡trágame tierra!

Se escuchan chiflidos y vitoreos por parte de algunos de sexto que se unieron al asunto y yo me apresuro a acomodar mi falda nerviosamente. No que lo necesite, pero es un acto reflejo.

Bueno, ¿no es la gran cosa, no? 
Digo, ellos no esperaban que de verdad fueran a obtener un beso así que los tomó por sorpresa. Pero por Dios, fue un beso en la mejilla. ¡Supérenlo!

«Supéralo tú»

Trato de actuar como si nada, pues en verdad no fue nada. Solo Alex sintiéndose con el derecho de hacer lo que se le viene a la mente... Enfrente de todo el pasillo.

—¡Eso es todo, Kieran! —dicen entre risas Esteban y José.

"Kieran" solo sonríe ampliamente y los mira triunfante como si le acabaran de dar un dulce a un niño.

—Les haremos llegar la foto. —Los veo jugando con la cámara.

—¿Qué? ¿Tomaron la foto? Dijeron que no lo harían —interrumpo.

—Tranquila, no la vamos a publicar ni nada —dice José—. Aunque se vería muy bien en el anuario —bromea.

Me río sin humor y Alex frota la palma de su mano contra mi espalda en un intento por... ¿reconfortarme? 
Sin embargo yo lo miro con cara de pocos amigos pero su sonrisa no se borra al alejarse un poco de mí.

—Yo sí quiero esa foto, me la mandan —continúa con el juego Alex.

—Bueno, suficiente, me voy a clase —digo en un suspiro y me encamino a química.

No voy a dejar que las infantileces de Alex arruinen el buen humor que me cargaba. 

(...)

El día pasa de volada y Jade y yo recibimos muchos cumplidos por parte de nuestras compañeras. En verdad es el mejor vestuario que pudimos haber conseguido. 
Fue bastante divertido pasearnos por ahí con nuestras colitas de caballo rebotando y nuestros tenis blancos sirviendo de apoyo para nuestro caminar. En verdad no lo puedo explicar, pero te sientes más segura de ti misma vestida de porrista. 
O quizá sea porque te sientes una estrella de cine actuando a la preparatoria. 
Cualquiera que sea, fue hermoso.

—Me prestaron el carro, voy a pasar por ti a las ocho —me informa mi amiga con la espalda más recta que de costumbre.

—¿En serio? ¡Genial! —comento rápidamente—. Pensé que nos veríamos allá.

—¿Y llegar solas? No gracias, tenemos que hacer la entrada triunfal. Juntas —me informa levantando la barbilla.

—También pensé que no manejabas todavía.

—Mmm... —se pone a pensar seriamente—. Sí, bueno, eso puede solucionarse si me enseñan. Tengo —voltea a ver a su reloj—, cinco horas para hacerlo.

La miro espantada y le levanto ambas cejas.

—¡Es broma, pues! Aprendí hace unos meses pero apenas estoy agarrándole bien la onda —se ríe—. Pero no te voy a matar, no te preocupes.

—Está bien, solo porque sé que eres la persona más precavida del universo y la fiesta es a unas calles de aquí —acepto y nos sonreímos las dos.

Esta fiesta es un tipo de continuidad, o más bien cierre, de la semana temática. Se supone que debemos ir con el mismo personaje del que fuimos el día de hoy pero digno de una fiesta.

Por ejemplo, si fuiste un nerd hoy en la escuela debes atenerte al personaje y no usar tres mil capas de maquillaje, pero sí necesitas cambiar un poco el look... Porque a fin de cuentas estás yendo a una fiesta.

Jade y yo nos debatimos entre usar un nuevo atuendo (porque las porristas no van con sus trajes a las fiestas) o quedarnos así, pero al final es un disfraz y nos encantó, así que mientras más tiempo lo traigamos puesto, mejor.

Lo único que hago es ponerme más maquillaje del normal y soltarme el cabello, pues en realidad estoy aprovechando que todos iremos disfrazados de cierto modo. Y siempre quise pasarme un poco con el delineador. Qué mejor día para hacerlo que en el que no pueden juzgarte. 

(...)

—¡Pero qué guapa! —grita Jade tocando la bocina cuando estoy por subirme a su carro.

Es un Jetta rojo bastante nuevo y brillante, con asientos de piel.

—¡Pero qué lujoso el carro! —digo yo cuando su ruidero acaba.

—Sí, lo sé. Está lindo, ¿no?

—Claro, solo que no creo que sea apto para alguien que no sabe manejar —bromeo.

—¡Que sí sé manejar, mujer! Anda, súbete ya —me hace una seña con la mano y yo tomo asiento.

Minutos después, y sin percances, ya estamos estacionadas a una cuadra de la casa de alguno de los chicos de sexto. 
Agradezco estar en una fiesta en la que me siento agusto, a diferencia de la última a la que fui, con Alex.

Era diferente, la gente parecía mayor. Y aquí... Bueno, todos son unos niños y los problemas no pasan de alguien que tropiece con un banco de la sala.

No soy fanática de las fiestas, pero a fin de cuentas las disfruto. Es divertido ser la única sobria y ver cómo las personas que conoces desde kinder dicen incoherencias y van a llorar al baño. Digamos que me siento un poco más en confianza.

En especial porque nadie se va a acercar a hablarme ni tengo que cuidar mi espalda con miedo de que le metan algo a mi bebida.

Lamentablemente, que a mí nadie se acerque a hablarme no quiere decir que para Jade aplique lo mismo, pues Bruno, un compañero de clase, la invita a bailar casi en cuanto llegamos.

Así que me encuentro a mí misma sola por un rato, sentada en un sillón de la sala. En realidad todavía no hay mucha gente, pero la suficiente como para que me de pena que mis conocidos me vean sola.

Entonces comienzo a caminar por ahí como si estuviera buscando algo, y al final voy la mesita donde están las bebidas. 
Me preparo una paloma, que suele ser lo único que tomo a lo largo de todas las fiestas si no es que se me pierde el vaso.

Tamborileo en mi pierna con mis dedos cuando ya no tengo más lugares donde hacerme tonta y termino por sentarme en el sillón otra vez con mi bebida.



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En el texto hay: apuesta, amor, chicomalo

Editado: 29.07.2019

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