Es una apuesta

Nada que decir

Puedo confirmar que jamás en la vida me había reído tanto. Y pensar que tal diversión sucedería en un trampolín con cinco universitarios era prácticamente inimaginable. Pero sucedió.

Ni siquiera tengo una noción del tiempo, pero prender la pantalla del celular sin duda logra impactarme. Son las 3:27 de la mañana. Eso significa que estuvimos por lo menos dos horas platicando aquí adentro y riéndonos de nosotros mismos sin parar.

Y no, no quiero que termine.

Por suerte mi mamá me avisó hace rato que se iría todo el fin de semana, así que nadie me espera en casa. Pero eso no impide que me arrastre cuidadosamente hacia Alex para decirle. Él tiene ambas manos apoyadas en la superficie por detrás de su torso y las piernas estiradas.

—¿Suelen terminar tan tarde sus reuniones? —susurro mientras los demás están en otra cosa.

Entonces se incorpora hasta sentarse por completo, dobla una de sus rodillas y deja su antebrazo descansar sobre ella.

—¿Ya quieres que nos vayamos? —pregunta mirándome a los ojos sin reproche, solo expectación.

—No, para nada —respondo sinceramente, negando con la cabeza—. Es solo que creí que ya estaban viejos —bromeo riéndome cerca de su oído para que nadie más escuche.

Parece entender rápidamente a lo que me refiero, pues también se ríe conmigo.

—En cualquier momento se quedan dormidos, vas a ver —juega asintiendo con la cabeza.

—Okay —grita Dante mirando en nuestra dirección mientras sonríe y asiente—. Creo que ya es momento de que nosotros desaparezcamos.

Ambos los volteamos a ver soltando los últimos suspiros risueños que nos restaban, pues pensamos que nuestras palabras estaban pasando desapercibidas.

—¿Qué? No, ¿por qué? —me apresuro a preguntar. No quiero que se vayan.

—No te preocupes, todo bien —dice Ben con una pícara sonrisa haciendo el ademán de salir—. Nosotros podemos salir lentamente y el lugar es todo suyo.

Yo lo miro confundida, ladeando la cabeza y frunciendo el ceño. Por otro lado, Alex se lleva una mano a la barbilla y busca ocultar una incrédula sonrisa detrás de ella.

—No, ¿por qué harían eso? —pregunto arrugando la frente, buscando la mejor manera de lograr que no malinterpreten lo que sea que hayan escuchado. No queríamos que se fueran—. Estábamos hablando de...

—Tranquilos —me detiene Félix arrastrándose hasta la malla para salir sigilosamente como si estuviera en una misión secreta y tuviera que tener sumo cuidado porque una bomba va a explotar—. No hace falta pedirlo. —Pone un pie fuera del lugar y lo siguen los demás, riendo. Alex por su lado está negando con la cabeza con una sonrisa—. Hotel Vip con cama elástica cubierta de dinero —dice el chico abriendo la malla para poder vernos y sonreír de nuevo—. Concedido.

Al instante siento mis ojos abrirse como platos, estoy a nada de atragantarme.

«Ya entendí»

El chico junta las dos telas lo más que puede y desaparece en un instante en el jardín, poco después que los demás. Mi boca está totalmente abierta y no tardo en dirigir mi mirada a Alex, quien se encoge de hombros y suelta un suspiro.

—Yo... —intento hablar pero me gana la pena.

En verdad no sé qué hacer o decir.

—Ellos piensan que vamos a... —señalo sin dirección con los ojos perdidos en el lugar por donde desaparecieron los amigos de Alex—. Creo que deberíamos... —balbuceo pasando mi mano nerviosamente por la superficie, palpando torpemente para buscar la mejor manera de ponerme de pie o arrastrarme hacia la salida sin que mi vestido se suba demasiado.

El chico se queda callado observándome y esbozando una pequeña sonrisa. Sus hombros están relajados y su mirada quieta.

—Voy a... —añado sin éxito. Él sigue mirándome con diversión mientras me siento sobre mis rodillas y sacudo los restos de tierra que hay en mi vestido.

A pesar de la oscuridad puedo notar la serenidad en su media sonrisa.

—Deberíamos salir con los otros —consigo afirmar al tiempo que empiezo a arrastrarme hacia la salida.

De nuevo estoy decidiendo entre ponerme de pie o simplemente seguirme moviendo aunque las ramas se estén clavando en mis piernas.

—Mmm —escucho su voz vibrar y me detengo en seco para observar cómo ladea su cabeza pacientemente mientras entrecierra los ojos—. Yo creo que no.



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En el texto hay: apuesta, amor, chicomalo

Editado: 29.07.2019

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