Es una apuesta

Y así, chicos, es como conocí a...

Por si no lo mencioné, tomo clases de danza aérea. Lo sé, suena muy acá.
¿Soy buena? No lo sé. ¿Es fácil? Para nada. ¿Me gusta? Me encanta.

Vaya forma de introducirlos a mi hobby. Pero, ¿qué puedo decir? Practico esta disciplina desde hace unos tres años (lo sé, no es suficiente para ser profesional ni nada de eso) y ha sido mi escape durante todo ese tiempo. Solía pensar que el ejercicio físico y yo no nos llevábamos bien, pero Jade se encargó de hacerme cambiar de opinión.

No éramos exactamente amigas en ese tiempo, pero solíamos hacer equipo en la clase de deportes (porque ninguna de nosotras tenía habilidades para jugar básquetbol o fútbol y siempre quedábamos al último).

—Te digo, tienes que venir a danza aérea —dijo Jade muy entusiasmada mientras fingíamos lanzarnos el balón de básquet—. No mejorarás en esta estúpida clase, pero sabrás que eres buena en algo y te sentirás menos inútil —agregó con total honestidad después de quedarnos sin equipo por milésima vez.

—¿Cómo sabes que seré buena? —pregunté un poco extrañada por su propuesta.

—Porque te va a encantar. —Me lanzó la pelota con tanta fuerza que casi me rompe una uña—. Es algo así como ejercicio combinado con arte, más tirándole al arte. Y es imposible ser mala si comienzas a amarlo.

—No lo sé... —comenté abrazando el balón.

—Vamos, ven conmigo a la clase muestra tan solo. Prometo no volver a mencionarlo si la odias —dijo haciéndome ojitos de gatito abandonado.

—¡Dejen de hablar y lancen esa pelota! —gritó nuestro maestro tocando el silbato.

Jade rodó los ojos y ambas reímos.

—Bien —accedí con la esperanza de encontrar un modo de reemplazar mi fallida rutina de ejercicios en casa.

 

Tan solo entrar supe que era una locura. Todos los alumnos iban de arriba a abajo por las telas y se dejaban caer, confiando su vida en un pedazo de textil. Una locura.
Me senté en la banca a observar cómo Jade era tan elástica y ágil como todos los demás, y luego supe que llevaba haciendo esto desde los 5 años. Ni de chiste podría superarla.

—Tu turno —dijo un chico detrás de mí.

«Y así, chicos, es como conocí a mi ex»

—Ni de chiste. —Lo vi con cara de "si me haces subirme a una de esas cosas voy a llorar".

—¿Y cómo crees que han comenzado todas estas personas? —hablaba mientras soltaba unas telas atadas y las colocaba enfrente de mí.

Muy a disgusto, le hice caso.

Y así es como empecé con la danza aérea, y ahora puedo decir que me encanta.

Ahora, con respecto a mi ex... Digamos que era mi instructor y las cosas se dieron así. Cuando empezamos a salir él tenía 18 y yo 15. Supongo que pasaba tanto tiempo tocando sin querer mi trasero para ayudarme a subir a las telas que comenzar a salir era algo casi necesario para dejar de ponerme roja cada vez que sucedía.

En fin, esa es una historia muy larga, que si así lo desean, les contaré.
Sin embargo, volvamos al aquí y ahora.

 

Es sábado y despierto un tanto cansada. Pero parte de mi compromiso con mis compañeros y conmigo misma es levantarme de la cama para llegar al ensayo.
Estamos preparando una coreografía para un concurso en Gingham, la escuela de danza aérea más importante del país. En realidad será más que nada una demostración, porque sabemos que no pasaremos a la final, pero aun así estamos muy entusiasmados de hacerlo.
Los autobuses salen en dos semanas y, como siempre, mis papás no podrán acompañarme. Pero la mamá de Jade se ofreció amablemente a ser mi responsable, y ya no puedo esperar.

Tomo mi bici y recorro las diez calles necesarias para llegar al estudio. Una vez ahí, recibo un oportuno mensaje de mi queridísimo compañero de trabajo escolar.

—¿Lista para la siguiente ronda de entrevistas?



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En el texto hay: apuesta, amor, chicomalo

Editado: 29.07.2019

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