15 de marzo de 2015.
Desde que entré a la iglesia, Ramón siempre fue un gran amigo.
Pero a pesar de que él era así, tan bueno conmigo, lo había estado evitando debido a que había escuchado mucho de su pasado con las chicas y no sabía qué creer.
Nunca me ha parecido bien juzgar a alguien simplemente por su pasado, ya que las personas pueden cambiar, y en esos casos, se pueden dar segundas oportunidades.
Nos habíamos hecho buenos amigos, nos teníamos buena confianza, había una conexión bonita entre nosotros, la cual, si me preguntan, no sé cómo pasó, aún lo analizo y es un poco raro ver nuestra conexión.
No puedo negar que por momentos sentía que él me gustaba, por las cosas que sentía al estar con él, cosas que para mí eran nuevas.
Pero, no debía ilusionarme, no cuando no tenía idea de si él sentía lo mismo por mí.
Así que mejor seguía pensando en lo bueno, él había estado ahí a pesar de todo.
Cada vez que hablaba con él, cuando terminábamos siempre me sacaba una sonrisa, él sabía cómo hacerlo, aún con todos sus problemas, inseguridades y preocupaciones, él siempre tenía una sonrisa y eso es digno de admirar, para mí en cierta parte lo es.
De él emanaba paz, seguridad y mucha alegría.
Con él, el tiempo pasaba lento, pero se disfrutaba.
Y estoy cien por ciento segura cuando digo que las amistades no solo sirven para salir un domingo de fiesta a disfrutar la vida. Los cristianos tenemos también nuestra forma de disfrutar de la vida sin necesidad de alcohol o drogas.
Tal vez no sabía lo que Dios tenía preparado para mí, no sabía si él sería el hombre que Dios envió para mí, no era posible saberlo en realidad. Pero mientras lo descubría, quería disfrutar cada momento a su lado, reír y llorar si era necesario. Porque al final del día éramos amigos y ese lazo de amistad nadie lo iba a romper.
—¡Tierra llamando a Ana! —Elena me sacó de las cavilaciones, estaba mirando el océano desde la azotea de mi casa, no tenía idea de cómo ella sabía que estaba aquí. Ese día no había nadie en casa, mis padres trabajaban y mis hermanas estaban en la escuela.
—¿Cómo sabías que estaba aquí? —pregunté sorprendida, ella se sentó a mi lado y me abrazó.
—Sé dónde escondes las llaves y te vi desde abajo —respondió señalando hacia la dirección—. Estabas tan distraída que no te diste cuenta de que estaba ahí —suspiró—. ¿Todo está bien? —indagó con tono de preocupación.
—Sí —solté en un suspiro—. Es solo que no quiero salir herida, no de nuevo. He sufrido más de lo que me gustaría admitir y no quiero verme en la misma situación de hace años —murmuré y fijé mi mirada hacia el mar.
Lo bueno y a la vez malo de donde vivo es que estoy cerca de la playa, o el vecindario lo está, así que desde el techo puedo ver un poco de la misma.
—¿Sabes? Si no lo intentas no sabrás si es que vas a sufrir o no. Si te arriesgas puede que ganes y también que pierdas, pero no lo sabrás si no lo intentas. El dolor siempre vendrá, pero a lo que viene, disfruta los momentos que pasas con él. Tanto los de tristeza como los de alegría pura. El amor es lo más bonito que existe en la tierra, Dios así lo dice en la biblia: "el que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor", así que deja que todo fluya y verás con el tiempo si es el indicado o no. Pero disfruta los momentos con él mientras puedas —comentó y me dio un golpe en el brazo—. Ama y déjate amar —hizo un guiño.
—Tienes don de psicóloga, ¿sabías eso?
—Sí —contestó sarcásticamente—. Pero no me dedicaré a eso, ni lo pienses —se rio.
—¿Cómo van las cosas con tu chico? —pregunté después de algunos minutos de silencio.
—Bien, mis padres lo están aceptando poco a poco y él se está introduciendo más en las cosas de Dios.
—Eso es muy bueno.
—Te diré esto, pero no sé si es así —en ese instante me miró fijamente—. Creo que a Ramón le gustas.
—¿Por qué piensas eso? —pregunté con curiosidad y algo sorprendida ante eso—. Él y yo solo somos amigos.
—He visto cómo se te queda mirando. Además, cuando ustedes hablan en la iglesia él sonríe más que con cualquier chica, hasta conmigo que soy casi su hermana —respondió muy segura de sí.
—Esto me sorprende más de lo que debería —mi corazón estaba hecho un manojo de emociones, más quería mantenerme al margen—. No sé qué pensar ahora mismo —terminé la respuesta.
—No te lo digo para que te alejes de él, ¡no! —aventó los ojos—. Ustedes 2 tienen un lazo muy lindo, si no es él, Dios se los hará saber a ambos —puso su mano en mi hombro—. Ya que sé que él igual a ti te gusta.
—¡¿Qué?! —grité—. No, no, no.
Me miró fijamente y por su expresión estaba a punto de reírse.
—Bueno, sí —admití sinceramente y ella se comenzó a reír de manera frenética.
—Lo sabía —hizo señas de victoria con una sonrisa en su rostro. Yo no la podía tener, es que sabía que saldría perdiendo.
—Ven aquí, cara de papa —me acerqué más a ella y luego me abrazó—. Todo saldrá bien, ¿sí? Solo confía —creo que, sin ella notarlo, sus palabras me llenaron de mucha paz.
—Gracias por todo.
—No tienes por qué —besó mi frente—. Para eso están las amigas.
Seguimos hablando de algunos temas hasta que oscureció y entramos a la casa.
Mis hermanas llegaron y mis padres también, Elena comenzó a charlar con mis hermanas un poco y yo decidí leer un libro que me gusta mucho que se llama: Las almas de Brandon.
Mientras estaba leyendo, escuché el sonido de la puerta, alguien estaba tocando, así que me dirigí hacia allí, la abrí y en este momento me sorprendió ver al personaje que estaba justo enfrente de mí.
—Hola, Ana —tragué seco, no sabía qué hacía ahí.
—Hola, Ramón —respondí—. ¿Qué te trae a mi humilde hogar?
—Pues, solamente vine a traerte algo a ti y a tu madre —suspiró—. Sé por una persona que ella está celebrando un año más con su actual esposo, o sea, tu padrastro. Así que vine a traerle estas rosas que él les mandó.