Esa Chica Normal. [novela Cristiana]

Capítulo 11.

18 de abril de 2017.

Siempre, todas las cosas pasan por algo aunque a veces no lo entendamos, aún seguía analizando mucho lo que pasó días antes con Ramón, todo fue muy inusual, pero era lindo ver cómo todo se había encaminado después de eso, creía firmemente que nuestra amistad era más sólida y cálida, y aunque ya sabíamos lo que sentíamos, entendíamos también que Dios permite las cosas por algo, no importaba lo que pasara en un futuro, en ese momento, en nuestro presente, nos sentíamos muy agradecidos de tenernos.

Su cumpleaños era ese día y en días anteriores había decidido hacerle unas pulseras hechas a mano y una pequeña carta.

Lo llamé en la mañana para felicitarlo y en la tarde le escribí para preguntarle si podría llegar más temprano a la iglesia, a lo cual él respondió que sí.

Sin darme cuenta ya estaba por anochecer, me comencé a preparar para ir a la iglesia, me puse un vestido negro con unos zapatos color crema.

Puse mi bolso en la silla que estaba en la puerta ya que ese día me tocaba darle la bienvenida a las personas. En ese mismo momento sentí cómo alguien tocaba mi hombro, al voltear vi que era Ramón.

—Hola, cumpleañero.

—Hola, Ana —sonrió—. Ya estoy aquí, ¿por qué querías que viniera tan temprano?

—Pues por esto —tomé mi bolso y saqué las pulseras junto con la carta.

—¿Para mí? —puso su mano en su corazón de manera dramática.

—No, para mí —bromeé y se lo entregué—. Espero que te gusten.

—Todo lo que me das me gusta —sonrió de manera cálida—. ¿Puedo leer la carta ahora?

Negué.

—Debes leerla solo.

—¿Me confiesas tu amor? —bromeó y negué otra vez.

—Peor.

Él cayó en sí, en una de nuestras tantas conversaciones le leí un poema que hacía años había hecho que se llama querido extraño y en ese momento le comenté que algún día se lo dedicaría a esa persona con la cual me sintiera muy completa, con la cual me sintiera 100% yo y sí, él me hacía sentir así.

—Sea lo que sea lo que esté en esa carta lo atesoraré como a un niño al que le dan su regalo tan esperado —se abalanzó sobre mí y me abrazó—. Gracias, Ana.

—No tienes nada que agradecer —me alejé de él—. Ahora termina de entrar y disfruta del culto.

Él asintió y eso hizo, de a poco las personas llegaron y en menos de media hora el culto ya había iniciado.

Una joven comenzó a dirigir el culto, en un momento del mismo todos los jóvenes nos paramos y fuimos al altar, él se quedó sentado porque no tenía ni idea de lo que estaba pasando.

Una chica llamada Luisa tomó el micrófono y dijo:

—Hoy cumple años un joven muy especial para nosotros, un joven de bien, entregado a Dios, buen amigo, buen hermano, así que como hoy es tu cumpleaños no podíamos dejarlo pasar por alto. ¡Felicidades, Ramón!

Todos comenzaron a aplaudir, él se dirigió al altar y Luisa le dio su regalo.

—Es un regalo de parte de todos nosotros, gracias por ser luz —añadió Luisa.

—¡Te queremos! —gritamos todos.

—Gracias, chicos, son los mejores.

El culto siguió su rumbo y pasados los minutos se terminó, como de costumbre, saludé a todos y decidí irme a casa a descansar un poco.

Salí de la iglesia y sentí que alguien haló de mi brazo derecho:— ¿Vas a algún lado? —no estaba consciente de quién era hasta que me di la vuelta.

—Voy a mi casa, es que estoy muy cansada y mañana tengo muchas cosas que hacer —respondí, porque era cierto, además, quería que él disfrutará con sus amigos.

—Pero... —se quedó callado un segundo y luego dijo:— Quédate un rato más conmigo, porfa, hoy es mi cumple, compláceme con eso.

—Déjame preguntarle a mami, si ella dice que sí, me quedo un rato aquí —dije y fui a donde estaba mi mamá a decirle, ella aceptó.

Volví a donde estaban los jóvenes a charlar un poco, noté que unos amigos le trajeron un bizcocho y me hizo mucha ilusión verlo tan feliz, se lo merecía.

—¡Anaaa! —gritó el señorito.

—No quiero bizcocho, Ramón.

—¿Cómo sabías que diría eso? —preguntó sorprendido. Ay, Ramón.

—Tienes un pedazo en tu mano con una servilleta. —lo señalé.

A veces no comprendía cómo él era así.

—Sí, ten.

—Ramón, ya te dije que no.

—Ah, no quieres —la forma en que lo dijo me asustó, pero no le puse mucha atención.

Qué tonta.

—Mira, Ana, si no te comes este pequeño pedazo te lo embarraré en la cara.

—No te atreverías, deja de hacer bromas.

—¿Eso crees?

—Sí.

—Ya verás.

Me alejé de él y comencé una conversación con una chica de la iglesia, al pasar unos minutos sentí a alguien detrás y ...


—Es Ramón, ¿cierto? —la chica asintió, y al voltear, Ramón me embarró el pedazo de bizcocho en la cara.

—Te dije que te lo comieras —dijo entre risas y huyó.

—Hablamos luego —me despedí de la chica y fui a donde estaba el bizcocho completo, había una parte cortada y tomé un poco de esta.

Al llegar hacia donde él estaba, le sonreí y le dije lo siguiente:

—Lo estaba probando y es bueno, pero se vería mejor en tu cara —no tengo que decir qué pasó después, bueno sí, se lo embarré.

Nos reímos al mismo tiempo y después él agregó:

—Ana, vamos a lavarnos la cara.

Asentí y fui al baño junto con él. Cuando terminamos de limpiarnos , le pregunté:

—¿Disfrutaste tu cumpleaños?

—Sí —respondió con tranquilidad.

—¿Por qué?

—Porque estuviste celebrándolo conmigo —al terminar de responder esto, Ramón se acercó a mí y depositó un lindo beso en mi frente.

 




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