Esa Chica Normal. [novela Cristiana]

Capítulo 17.

Salmos 23:4
Aunque ande en valle de sombra de muerte,
no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo;
tu vara y tu cayado me infundirán aliento.

 

10 de diciembre de 2017.

Sabía que muchas veces Dios permite que pasemos por diferentes situaciones para probarnos, para hacernos más fuertes o simplemente para mostrarnos algo.

Había estado pensando y meditando en lo último, no sabía qué iba a salir en los exámenes, pero tenía la confianza de que Dios lo mantendría de pie, Dios estaría de su lado.

Me encontraba frente a su casa, había llegado el día de ir a buscar los resultados, y aunque una parte de mi tenía nervios, confiaba en las cosas que Dios permite y cómo.

Toqué el timbre y enseguida noté cómo la puerta se abrió, él lo hizo.

—¡Hola! ¿Cómo están los ánimos para hoy? —lo saludé cantando, no canto muy bien así que en ese momento parecí una completa loca.

—Creo que ver mucho New girl te está afectando —río.

Lo abracé y él respondió al abrazo de manera cálida.

—Gracias por venir.

—No tienes nada que agradecer, precioso.

—Ya tenemos que irnos —intervino María.

Salimos de la casa y tomamos un taxi para ir al hospital, en menos de lo que pude percibir ya estábamos ahí.

María inmediatamente fue a preguntarle a una enfermera dónde estaba la oficina del doctor que nos daría la noticia, la enfermera nos guió y afuera tuvimos que esperar algunos cinco minutos para entrar.

Cuando su asistente nos dijo que podíamos pasar, pude sentir cómo Ramón me apretó fuertemente la mano derecha.

Nunca podré imaginar lo que él sentía en ese momento, a mí me destrozaba el corazón que él pasase por esa situación.

Entramos a la oficina y el doctor nos pidió sentarnos enseguida.

—Hola —suspiró—. Espero que estén bien, iré directo al grano, ¿sí? —asentimos todos en acuerdo, volteé hacia Ramón por un momento y se veía muy asustado—. Miren, aquí están los resultados, les pido que hagan todo lo posible para que él mejore, no importa la enfermedad, deben darle seguimiento —nos pasó un documento—. Es cáncer en la garganta, se produce cuando las células de la garganta desarrollan mutaciones genéticas. Estas hacen que las células crezcan sin control y continúen viviendo después de que las células sanas mueran normalmente. ¿Recuerdan cuando lo trajeron porque él sentía su garganta cerrada? Las células mutantes estaban acaparando por completo su laringe y faringe —miró a Ramón.—. ¿Has sentido un bulto o bola en tu garganta últimamente?

—Sí —respondió Ramón.

—Eso es parte de los síntomas. Es bueno que lo detectemos de manera temprana, así el tratamiento en este caso será efectivo, sin embargo, dependerá mucho de cómo responda tu cuerpo, así que te pido que no te confíes demasiado.

Ramón asintió y sin poder reaccionar de otra forma salió de la oficina, al ver lo rápido que lo hacía decidí seguirlo, él corría, corría muy rápido, pero pude alcanzarlo, al hacerlo lo abracé con todas las fuerzas que en ese momento tenía.

—Aun con cáncer, no te alejarás de mí, ¿verdad? —tomó mi rostro con desesperación, me puso tan triste verlo así. Él no se lo merece, él no merece esto—. Promételo, ¿sí? —quité sus manos de mi rostro para entrelazarlas con las mías.

—Cariño. Aún con cáncer tú seguirás siendo mi novio y no, nunca te dejaré solo, no importa lo que venga. No, no me alejaré de ti, recuerda esto y considéralo como una promesa —ordené—. Sé que estás asustado y lo entiendo, sientes que estás en un lugar oscuro ahora mismo, pero... — levanté su mentón—. Sé que al final del día verás la luz, aún te quedan muchas cosas por hacer y vivir, sé que estarás bien.

—Es que no puedo creerlo, Ana —se limpió las lágrimas—. En serio, no puedo asimilar que esto me este pasando, no quiero terminar como...

—¿Cómo quién?

—Mi mamá —respondió—. Sé que te dije que ella falleció de problemas del corazón, pero esos problemas del corazón fueron ocasionados por el cáncer.

—¿Por qué nunca me dijiste?

—Desde que ella falleció comencé a ver la vida desde otra perspectiva y no mencionar esa palabra me hacía sentir mejor, porque no podía aceptar que mi mamá no pudo ganar la batalla.

—Pero, tú sí lo harás, Ramón.

—¿Cómo estás tan segura?

—Porque, aunque estés en este valle de muerte, Dios está contigo, su vara y su cayado te infundirán aliento.

Se acercó de nuevo a mí y me abrazó.

—Gracias.

—¿Por qué?

—Gracias por recordarme eso que Dios me dice en la biblia.

Correspondí a su abrazo y luego fuimos de nuevo a la oficina del doctor.

Al llegar a la oficina, María estaba destrozada en todos los sentidos, pero intentó reponerse al instante, cuando Ramón la abrazó.

—En unos días les avisaremos cuándo comenzará la quimioterapia para matar las células cancerígenas que hay en su organismo, esto para que las mismas no se dispersen de manera masiva —informó el doctor—. Antes de que te vayas —señaló a Ramón—, tenemos que hacerte una resonancia magnética, esto ayudará a ver qué tan avanzado puede que esté el cáncer y qué tratamiento es mejor usar.

Ramón salió de la oficina con el doctor a hacerse la resonancia, esperamos unos minutos y luego él volvió, nos dijo que le darían los resultados en una semana.

Salimos del hospital y en unos minutos ya estábamos de nuevo en su casa, decidimos pasar parte de la tarde en la terraza —bueno, yo lo decidí, porque él estaba muy desanimado—

Después de hablar con él por un rato me paré para estirarme, él me observó confundido.

—Ya tengo que irme —él se puso de pie para abrazarme.

—Gracias por estar conmigo hoy, en serio —me dio un beso en la mejilla y luego buscó en sus bolsillos para darme mi celular.




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