La intensa luz de la sala daba vueltas sobre su cabeza, las líneas del falso techo bailaban una ridícula danza que, a su modo de ver, era una burla indiscreta; con risas y acusaciones.
«Where the lines overlap»
Sí, se sobreponían las líneas, se fundían en una sola pregunta: ¿Que hacía allí? En aquel lugar. Definitivamente no era su medio, sentado en el piso frío, apoyado a una pared rugosa por el cemento, con la nariz rota y el labio partido. Su ropa tenía algo de sangre.
Había sido una buena pelea, de esas que no se tienen cuando vives como lo hace Braam, sin embargo, el choque de adrenalina seguía haciendo estragos en sus músculos y le provocaba un inquietante hormigueo.
«Call me over and tell me how
Well, you got so far and never making a single sound
I'm not used to it but I can learn
It's nothing to it, I've never been happier... I've never been... happier»
Se encontró riendo tras recordar aquellos versos, no era algo psicótico -sin embargo, pronto acomodó su cabello rebelde hacia adelante con una persistencia insana- era solo que sentía su corazón latir muy rápido en el pecho. Se puso de pie de un impulso, y miró a su alrededor por enésima vez. La celda estaba vacía.
Hacía poco más de una hora tenía un compañero, el único sujeto que no pudo, al igual que él, salir corriendo cuando la patrulla de la policía se acercó a la escena. Ahora se sentía bastante frío, y más amplio de lo que puedan ser cuatro metros. Dio un par de vueltas y apoyó su cabeza en la pared, pateando suavemente la punta de su zapato contra esta; luego caminó hasta los barrotes oxidados y reposó la cara entre estos, olían a hierro, y le recordaron las pastillas que tomaba su hermana cuando vivía en la ciudad. Soltó un suspiro audible y pateó repetidas veces uno de los barrotes. La ansiedad le consumía.
Pensaba en que tal vez y no había sido tan buena idea salir de esa forma... ¿a quién quería engañar? Había sido la peor idea que cruzara su mente, después de la de seguir un estúpido sueño. Ahora se sentía miserable, con unas ganas de reír, asqueado por sus decisiones, enormes; pero se contenía al ver el flujo de trabajo tan denso que llenaba la estación de policía. Observó por varios minutos la expresión indiferente hacia él que lanzaban los oficiales, otros ni siquiera le miraba: Braam era un delincuente más, un niño rebelde que intentaba llamar la atención o robar carteras en el subterráneo. Suspiró otra vez. No tenía porque esperar lo contrario, al fin y al cabo, ante sus ojos no estaba más que un joven golpeado que había iniciado una pelea de bandas.
Uno de los oficiales alzó la vista, después la devolvió a sus papeles, como si fuera de poca importancia lo que antes había llamado su atención. Ordenó el cúmulo de hojas sobre su escritorio y se levantó de la silla. Braam intentó seguirlo con la vista, mordido por la curiosidad, pero estaba sumamente limitado por las paredes, y lo perdió rápidamente. Volteó a uno y otro lado, todo seguía en su sitio así que comenzó a contar. Se sentía al borde de la locura.
«1... 2... 3... 4... 5...»
Ya contaba veinte cuando regresó el oficial; le echó una mirada rápida de pies a cabeza e intentó disimular una mueca de desagrado que Braam pudo ver perfectamente. Abrió la puerta y lo tomó bruscamente del brazo, justo como hacían con los criminales en las series televisivas que veía su madre. Lo arrastró frente a los escritorios que, según pudo ver de paso, parecían estar puestos unos sobre otros, metidos a la fuerza, y los oficiales -o mejor dicho, oficinistas- desprendían un estrés que podía achacarse a la incomodidad o a la absurda cantidad de papeleo.
«Burocratismo» pensó para sí.
Se detuvo en un escritorio donde le devolvieron sus pertenencias: la cartera y su identificación, y agradeció que no se volviera un escándalo, de lo contrario sus padres se preocuparían por una tontería. Atravesó una puerta blanca, con una ventanilla de cristal templado, o tal vez plástico, en estos tiempos no sabía que pensar. El oficial lo soltó un poco más suave esta vez, y sin decir una palabra se marchó.
-Metido en graves problemas ¿eh?- la voz le sonó familiar, frente a él estaba Kate, con las manos en la cintura y el ceño fruncido, sin embargo, era imposible que ella se molestara con él, más bien estaba preocupada- Cuando dije que me alegraba de verte animado no me refería a esta clase de animado.
Braam había hecho uso de la única llamada a la que tenía derecho la noche anterior, pensó en llamar a Gregor o a Erick, cualquiera de los dos podía hacer más que él estando ahí adentro. Marcó inconscientemente el número del hospital, quería saber si Frans había despertado, pero se detuvo antes de llamar, simplemente llamó a la última persona que tenía en la cabeza.
-Demoraste demasiado- le dedicó una sonrisa ladeada antes de hacer una mueca de dolor.
-Te lo merecías- Kate lo examinó detenidamente- Mírate como estás, eres un asco. Te llevo a casa y te das una ducha.
-No, está bien - internamente Braam agradeció que Kate no hiciera muchas preguntas, de lo contrario se vería obligado a responder cosas que no tenía claras- ¿Me acompañas al hospital? Mis compañeros deben estar ahí, estaré bien y me tratarán esta costilla rota.
Hizo una mala imitación de herido agonizante y Kate no pudo evitar reír.
-Tendré que llevarte en brazos, princesa Braam.
Kate no poseía un auto como Gregor, y Braam estuvo todo el camino a la parada del autobús quejándose por esta cuestión. La culpa, según él, era de su improductivo negocio de alquilar cintas, que, por muchos fanáticos a los objetos retro que la visitaran, apenas le alcanzaba para pagar las cuentas de la casa.
El autobús se detuvo cerca de media hora después, atestado de trabajadores y personal en general, sin embargo, el pasillo estaba lo suficientemente despejado como para pocisionarse, y tan lleno como podría estarlo para significar un infierno para los hematomas en los costados de Braam. Bastó un golpe con el codo por parte de un hombre distraído que intentaba desatascar su maletín de entre la multitud, para hacer que Braam se doblara conteniendo el dolor. Se giró bruscamente y sostuvo al hombre por el cuello de su traje.